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Por qué el coronavirus amenaza la supremacía de Estados Unidos

Dos preguntas ayudan a verificar la realidad del excesivo declinismo de EEUU

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16 de abril de 2020 a las 17:31

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Por Gideon Rachman

En el apogeo de la guerra fría, Ronald Reagan argumentó que las rivalidades entre las naciones desaparecerían si el mundo fuera invadido por extraterrestres. El ex presidente de EEUU era demasiado optimista. Hoy, EEUU y China enfrentan una amenaza común en el coronavirus. Lejos de unir a estos dos rivales, la pandemia parece estar intensificando su competencia.

Se puede ver por qué China podría percibir una oportunidad en esta crisis. El coronavirus ha destacado las debilidades de EEUU, a la vez que hace que muchas de sus fortalezas sean temporalmente irrelevantes. La máquina militar más poderosa del mundo no es muy útil contra un virus. Pero la falta de cobertura médica universal es de repente una amenaza no sólo para los pobres sino para toda la sociedad estadounidense.

Los sistemas económicos y políticos estadounidenses se están tambaleando. Uno de cada 10 trabajadores ha perdido su trabajo en tres semanas. Tanto los republicanos como los demócratas sospechan que la otra parte usará la pandemia para tratar de manipular las próximas elecciones presidenciales. Paul Krugman, economista y columnista, argumentó recientemente que la democracia estadounidense está en peligro.

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Mientras tanto, el gobierno chino afirma que ha suprimido casi por completo la transmisión doméstica del virus. Si combinas la relativa estabilización de China con la amenaza de una nueva Gran Depresión y una profunda crisis política en EEUU, es claramente posible que COVID-19 podría desencadenar un gran cambio de poder desde EEUU hacia China. Incluso podría marcar el final de la primacía estadounidense.

Por supuesto, este debate sobre el declive de EEUU ha estado ocurriendo durante décadas. En términos generales, yo he formado parte del club del "declinismo", argumentando que la erosión de la hegemonía de EEUU es real e inevitable. Pero al mismo tiempo, he tratado de recordar dos preguntas importantes que nos ayudan a verificar la realidad del excesivo declinismo.

La primera pregunta es: ¿en qué moneda del mundo confías más? Pregunta dos: ¿dónde, fuera de su país de origen, te gustaría que tus hijos fueran a la universidad o al trabajo? Para la mayoría de la clase media mundial, las respuestas a esas preguntas han sido, respectivamente, el dólar y EEUU. Si ese sigue siendo el caso después de la pandemia, la primacía estadounidense habrá sobrevivido a COVID-19.

Esas dos medidas del poder de EEUU pueden parecer idiosincrásicas. Pero tienen un significado más amplio.

Los atractivos de las universidades y empresas estadounidenses son una medida de la capacidad del país para atraer talento de todo el mundo, al tiempo que difunden ideas y prácticas de EEUU. También representan un voto de confianza en la estabilidad y apertura de EEUU. Las opiniones políticas que las personas defienden son a veces menos significativas que la forma en que votan. Una cosa que Xi Jinping y Barack Obama tienen en común es que los dos presidentes tienen hijas que estudiaron en Harvard.

EFE

Por el contrario, Beijing aún está luchando por atraer incluso a los mejores académicos chinos para trabajar en China. El programa de Mil Talentos del país ha tratado de atraer a académicos del alto nivel al proporcionar excelentes salarios e instalaciones de investigación. Pero algunos académicos, que han regresado a China después de estar en EEUU, han estado decepcionados con la atmósfera política en el país. Es mucho más intrusiva y amenazante que cualquier cosa que habían enfrentado en el EEUU de Donald Trump.

Por supuesto, es posible que EEUU se convierta en un lugar menos atractivo para los extranjeros después de la pandemia. Un aumento de la xenofobia, una recesión profunda y duradera o una amenaza genuina a las libertades políticas dañaría, individualmente o en grupo, el poder blando de EEUU.

Eso nos deja con el poderoso dólar. Si bien el dominio militar de EEUU se disputa cada vez más, el papel global del dólar como refugio seguro y moneda líder para el comercio no se cuestiona. Esto se traduce en un gran poder político. EEUU puede usar sanciones para excluir a un país o una empresa del sistema del dólar. Y, como es la moneda global, esas sanciones afectan a todo el mundo. Sólo hay que preguntarles a Irán o a los oligarcas rusos bajo sanciones de EEUU. Si bien muchas potencias extranjeras resienten el poder del dólar, ningún otro país tiene una moneda tan respetada.

Pero la respuesta estadounidense al coronavirus puede poner a prueba la fe del mundo en el dólar. El paquete de estímulo de US$2 billones recientemente aprobado significa que la deuda nacional de EEUU, la cual ya había aumentado considerablemente durante los años de Trump, aumentará aún más. Mientras tanto, el balance de la Reserva Federal también se está expandiendo enormemente, ya que está comprando no sólo bonos del Tesoro sino también deuda corporativa. Si un país del "Tercer Mundo" se comportara así, los sabios en Washington estarían advirtiendo que una crisis está a la vuelta de la esquina.

Por lo tanto es posible que eventualmente el mundo pudiera perder la confianza incluso en la moneda estadounidense. Las declaraciones descabelladas de prominentes políticos estadounidenses que han afirmado que EEUU debería incumplir con la deuda estadounidense que es propiedad de China, como castigo por COVID-19, ciertamente no ayudan. Pero EEUU tiene la salvaguarda de que todas las alternativas al dólar se ven aún peor. La pandemia ha aumentado los temores de una nueva crisis del euro. Y China todavía usa controles de divisas, por temor a la demanda acumulada de los ahorradores chinos para sacar dinero del país. Otras alternativas promocionadas al dólar, como el oro y el bitcoin, tienen grandes inconvenientes.

El lema sobre el dólar estadounidense es "In God We Trust" (En Dios Confiamos). El apetito mundial por los dólares transmite el mensaje implícito: “En EEUU Confiamos”. Si esa confianza sobrevive al coronavirus, también sobrevivirá la primacía estadounidense.

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