Leonardo Carreño

¿Quién es el jefe o los jefes de la oposición?

Tras la cumbre entre Lacalle Pou y Tabaré Vázquez, se abren dudassobre quién lidera y representa la alternativa al gobierno multicolor

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30 de mayo de 2020 a las 05:02

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Mano a mano, el presidente que asumió en marzo y el presidente que gobernó hasta fin de febrero. Una reunión así, a puertas cerradas, para conversar sobre medidas de gobierno entre dos figuras políticas de primer nivel, en cualquier país generaría una catarata de análisis partidario sobre las consecuencias. Pero en Uruguay, esto quedó en segundo plano, una foto, declaraciones, y el destaque de la calidad de la democracia y convivencia ciudadana.

En la coalición oficialista nadie se sintió inquieto porque el presidente se largara solo a conversar con un líder de oposición.

En el Frente Amplio, nadie se sintió sacudido por sentir que el presidente eligiera interlocutor de la oposición, o porque la movida pudiera dejar al margen a la dirigencia formal de la izquierda.

El encuentro le sirvió a los dos protagonistas, pero eso no supone que tenga influencia política.

Lacalle Pou quedó como gobernante serio, que respeta y atiende a la oposición.

Leonardo Carreño

Vázquez mantuvo visibilidad como interlocutor de primera línea, como referente político.

Para Vázquez, su movida -de preparar un documento que era casi un libro, pensando en lo mejor para el Uruguay- tenía alto riesgo. Siendo una figura central de las últimas décadas, Tabaré podía caer en un vacío de indiferencia. Lacalle Pou le podía pagar con esa moneda de invisibilidad que sufrió en carne propia (el líder blanco había expresado malestar en forma reiterada porque en todo el quinquenio no fue recibido ni una vez, y porque sus propuestas de cada 2 de marzo, no habían sido escuchadas).

Y era riesgo porque en el propio Frente Amplio no había clima para jerarquizar la propuesta. No hubo en el Frente un interés en levantar su reporte como la hoja de ruta para enfrentar la crisis, ni fue motivo de debates, ni lo consideraron con atención.

El presidente leyó el documento de Vázquez como no lo leyó la Mesa Política del Frente.

***

En realidad, la relación gobierno-oposición va por otro camino, y ni Vázquez, ni Javier Miranda son los interlocutores para la administración multicolor.

En Uruguay, la figura del presidente concentra las dos funciones de “jefe de Estado” y “jefe de Gobierno”, y parece que Lacalle Pou logró desdoblar eso en sus dos reuniones con la oposición.

Ante Vázquez fue como “jefe de Estado”, con sentido republicano y actitud de diplomacia; mientras que con la delegación del Frente Amplio que lo visitó el 31 de marzo, fue “jefe de gobierno”, calculando costos políticos e imponiendo la figura de mandamás.

Ante la misión frentista, Lacalle Pou mostró atención pero dejó en claro que tenía “su” agenda.

Ante Vázquez, con el texto el ex presidente marcado y subrayado, mostró otra apertura a contemplar ideas y sugerencias. La cumbre del lunes 25 no implicó dar chapa de “jefe de oposición” a Vázquez.

Leonardo Carreño

Desde que volvió la democracia, es el período en el que esa figura está más difusa.

No es lo mismo ser “jefe de oposición”, que “alternativa” para próximo gobierno, aunque a veces esa calidad pueda estar reunida en una misma persona.

En el primer gobierno de Sanguinetti, Wilson Ferreira era visto como “alternativa” para 1989, y Líber Seregni concentraba la “jefatura de la oposición”, de alguna forma compartida con Hugo Batalla.

El el gobierno de Lacalle, la alternativa despuntaba entre los colorados Sanguinetti y Batlle, y el jefe de oposición era el mismo Seregni.

Archivo El Observador
Jorge Batlle y Julio María Sanguinetti en 1999

Con segunda presidencia de Sanguinetti, Vázquez desplazó a Seregni del liderazgo de oposición y se constituyó en alternativa.

En gobierno de Batlle, Vázquez se consolidó como líder opositor y presidenciable.

Los partidos tradicionales quedaron golpeados tras la victoria de la izquierda, y de 2005 a 2014, la oposición mostró en el otro espejo de gobierno a Jorge Larrañaga, Lacalle y Bordaberry.

Lacalle Pou perdió en 2014 pero ahí se afirmó como jefe opositor y como alternativa.

***

Ahora, los líderes frentistas están con edad avanzada: Tabaré cumplió 80 en enero, Astori 80 en abril y Mujica 85 la semana pasada.

La renovación de liderazgos es compleja, tanto a nivel central del FA, como en los sectores, por lo que ni hay un “jefe de oposición”, ni un “colegiado” validado para representar fielmente a la izquierda.

Veamos las grandes cuatro corrientes del FA.

En el comunismo, el Boca Andrade es el más popular pero no dirige al partido ni tiene la disciplina que quieren los bolches, aunque en el PCU saben que él mejoró la votación del partido. El secretario general es Castillo y no está claro que eso cambie en el próximo Congreso.

El socialismo tiene un nuevo conductor: el diputado Gonzalo Civila, que no ha logrado representar a la corriente interna no ortodoxa.

En el MLN-T/MPP se mantiene la toma de decisiones colectiva, sin presidente ni secretario general; el Pepe es influyente y puede volcar decisiones, pero no siempre. Despuntan el diputado Pacha Sánchez (que actúa en el Senado por Mujica) y el intendente de Canelones, Yamandú Orsi.

Leonardo Carreño

Los tupas son así; nunca uno solo como los comunistas, porque ahí, “naides es más que naides”.

Y en el ala social demócrata y social cristiana, Astori ha perdido poder e incidencia y Bergara asoma como posible sucesor, aunque mostró impericia para mantener unidos a “progresistas”. En esa corriente, Martínez pelea por la IMM en setiembre, y si lo logra recupera poder político.

 Por lo tanto, ninguna de las cuatro corrientes tiene un representante claro y fiel.

No es Tabaré el interlocutor, no es Javier Miranda (relegado a funcionario administrativo), no hay una mesa colegiada. Pero sí hay oposición.

Un sondeo por Whatsapp entre fuentes frentistas, un poco en serio y otro poco en broma, da una tríada de Orsi-Bergara-Andrade como jefatura de oposición compartida. Pero son nada más que apuestas y especulación. Lo cierto es que este proceso de renovación de liderazgos en el Frente Amplio es uno de los más importantes que ha vivido la izquierda, y más determinante de su futuro. 

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