"Si no te gustan los números, marchaste: tenés que usarlos igual"

"Desde los nueve años estoy emprendiendo”, dice Ximena Torres (37), la reconocida comunicadora, chef patissier, sommelier y empresaria. Comenzó a esa edad vendiendo artesanías en la puerta de su casa y luego, siendo aún una niña, se especializó en la repostería con su proyecto Delicias Caseras. Desde allí nunca paró de cocinar, aprender e innovar. En 2012 creó La Dulcería de Xime Torres, que hoy cuenta con un equipo de unas 30 personas y tres locales: el alma mater de Pocitos en la calle Jaime Zudáñez, el local del Mercado Agrícola de Montevideo (Mam) y la última incorporación, el local en el Paseo Gourmet del Punta Carretas Shopping.

Si bien las tres tiendas irradian el espíritu de La Dulcería, cada una tiene una estética y una identidad propia que refleja el lugar en donde está instalada y al equipo que está detrás. “Sin un equipo uno no puede ni crecer ni funcionar, por eso, confío plenamente en el equipo que está en cada uno de los locales”, señala y recalca la importancia de los gerentes encargados de cada local, como Gustavo Castro y Sebastián Millán, a cargo del de Punta Carretas, que implicó un gran desafío por la dimensión del proyecto.

Forma parte de la Organización de Mujeres Empresarias del Uruguay (OMEU) y de Voces Vitales, donde es mentora de emprendedoras, a quienes alienta a que den el salto porque “la vida es una y más vale no quedarse con ganas”. De su faceta mediática tampoco se toma licencia. En marzo vuelve a la televisión con dos programas: La vuelta al plato por TV Ciudad y MasterChef Uruguay por Canal 10.

¿Maneja la posibilidad de transformar La Dulcería en una franquicia?
Hemos tenido muchas propuestas. Como emprendedora obsesiva me gusta mucho el control de los detalles. Pienso en un crecimiento de La Dulcería como cadena, pero siempre ligado a mis manos, siendo yo la que toma la última decisión. Hemos tenido ofertas de expansión en el exterior y las estamos evaluando para el 2020.

¿Cual es el diferencial de la marca?
Las cosas ricas que hacemos, que todo está hecho con el mejor dulce de leche, el mejor chocolate, el mejor merengue. No sacrificamos nunca la calidad y siento que la gente lo valora un montón.
Otra cosa es que apuntamos mucho al camino de la sustentabilidad. Estamos trabajando para ser un tipo de empresa amigable con el planeta. Desde hace ocho años tenemos el café sustentable, por ejemplo, que es un descuento si traés tu taza o jarra térmica -ahora está muy de moda- y también tenemos un sistema para reponer la granola si traés tu propio frasco. Por otro lado, todos los vasos de café de nuestras tiendas son reciclables y compostables.

¿Ha notado un cambio en el público a lo largo de estos años?
Cuando nos instalamos en el Mam, al ser un lugar con un público mucho más amplio, encontré mucha más presencia de las pequeñas necesidades alimenticias, como las del celíaco, del que se cuida o del que no puede comer azúcar y eso me hizo preocuparme más por el diseño de productos así. Por otro lado, el cliente es exigente y yo me tomo el trabajo de leer las redes, porque ahí es donde conocés a tu clientela, la crítica productiva que te lleva a la mejora y la crítica de haters -personajes muy en boga hoy en las redes- que hay que tomarlas con pinzas.

¿Qué implica su rol como directora de La Dulcería?
Mi oficina está dentro de la planta de producción. Mi mayor concentración de tiempo está en la cocina con el equipo de producción, porque siento que la inversión y el cuidado que tengo que hacer sobre el producto es donde arranca todo. Hay una jefa de producción pero yo trabajo mano a mano con ella. Dedico mis mañanas a esa etapa y las tardes a visitar las tiendas. Ahí soy más como “la mandadera”. Los gerentes me piden lo que necesitan y salgo a comprar un platito que se les rompió, a buscar una pizarra o a imprimir etiquetas. En el medio siempre hay una parte de sicóloga y de mentora. Ese manejo de recursos humanos también ocupa mucho tiempo porque es super importante que la gente esté feliz trabajando en mi tienda.

¿Cual es la clave del éxito en el rubro gastronómico?
Hay que tener un contador y hay que administrar, no existe decir “no me gustan los números”. Si no te gustan, marchaste, tenés que usarlos igual. Y lo que hace que un emprendimiento funcione es el producto. Podés tener todo lo accesorio, la mejor estética, la mayor inversión, pero si el producto no es bueno, la gente no vuelve.

¿Cuáles son sus planes a corto plazo?
Esta segunda mitad del año mi concentración máxima está en las fiestas; hacemos mucha cosa empresarial, dulces navideños y una receta de pan dulce deliciosa, que era de mi abuelo Pedro Carrera (fundador de la confitería Carrera) y que me emociona mucho hacer. Es una buena época para poder inventar, crear, desarrollar. La gente está muy feliz, tiene ganas de probar cosas distintas.
Para Navidad también vamos a lanzar un té propio con el espíritu de La Dulcería, para degustar en las tiendas o para llevar.

¿Cómo compagina la maternidad con todas sus actividades?

Soy de involucrar mucho mi vida laboral y mi vida familiar, no al punto de ser workaholic, pero sí me lo tomo con naturalidad. Creo que es un ejemplo que les doy a mis chicos de que se puede ser feliz trabajando, haciendo lo que uno quiere y tener una familia. No puedo decir a las cinco de la tarde “ahora se cortó y estoy en casa”. Estoy en casa, pero estoy atenta al teléfono, tengo las redes abiertas. Si mi equipo me llama tengo que entender que lo hace porque es una necesidad y no un capricho, si me necesitan voy a estar. Yo lo que más deseo es que a mi empresa le vaya bien.