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1 de septiembre 2021 - 5:00hs

Desafortunadamente la regla general es que los deportistas de élite no suelen tomar decisiones inteligentes en materia de inversiones y, mucho menos, proteger sus patrimonios para tiempos en los cuales los ingresos no van a ser tan grandes. 

Inevitablemente, las carreras de deportistas tienen sus vaivenes y son contados los casos en los cuales esto ha sido tenido en cuenta por el deportista en cuestión; o –lo que es más grave aun– por su entorno.

Acá el objetivo no es ni remotamente ayudar a una familia a transferir su riqueza a la segunda o tercera generación o proteger esos bienes frente a terceros o ante situaciones extraordinarias que puedan eventualmente acaecer. 

Se trata, por el contrario, de lograr que al menos queden activos mientras quien los originó siga vivo y el principal riesgo para ese patrimonio, por irónico que pudiera parecer, es justamente quien lo generó.

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La lista de deportistas multimillonarios que en algún momento lo perdieron todo incluye a Boris Becker, Mike Tyson, Allen Iverson, Marion Jones, Björn Borg, Andreas Brehme, Iván Zamorano y muchísimos otros. 

Muchos deportistas –aun los más exitosos– comparten una característica esencial con relación a la generación de riqueza: producen mucho dinero durante una etapa relativamente corta de su vida y precisan que les alcance para un periodo de tiempo mucho mayor, durante el cual sus ingresos disminuyen en forma drástica. 

A muchos deportistas se les suman otras características:

● poseen un bajo nivel de instrucción;

● comienzan a ganar abultadas sumas de dinero a una edad muy temprana;

● adquieren bienes caros que se deprecian rápido  (relojes, automóviles, etc.) y/o otros cuyos costos de mantenimiento son muy elevados (i.e. aviones, yates, etc.);

● asumen la responsabilidad de mantener económicamente a terceros;

● reciben mal asesoramiento a la hora de invertir; 

● no planifican; y/o

● confían en exceso en asesores poco escrupulosos (contadores, agentes, asesores financieros, etc.).

A fin de graficar este último punto, y de acuerdo con la revista Sports Illustrated, se calcula que “al menos 78 jugadores de la National Football League (NFL) perdieron más de $42 millones entre 1999 y 2002 por haber confiado su dinero a personas de mala reputación, como fue el sonado caso de Stanford Financial Group del hoy convicto Robert Allen Stanford, acusado de un complejo fraude financiero.”

Adicionalmente, muchos de ellos no se preparan mental ni económicamente para el retiro, o para el día en el cual sus ingresos disminuyan.

Y para ambos casos, el consejo es el mismo: diversificación (tanto de actividades como de fuentes de ingreso).Realmente los deportistas de élite están en una posición de privilegio a la hora de estructurar sus patrimonios.

No solo por contar con recursos para incorporar las estructuras fiduciarias más complejas y/o novedosas con los mejores proveedores existentes sino también porque en muchos casos tienen la opción de fijar residencia en países muy convenientes para este tipo de cuestiones.

Ojalá, a medida que estos casos de éxito y, por qué no, los ejemplos de fracasos se van haciendo más conocidos, artistas y deportistas tomen más consciencia de las bondades de este tipo de prácticas y comiencen a implementarlas.

Quizás, con el tiempo, las excepciones se transformen en la regla y puedan inclusive inspirar a otras personas no vinculadas al mundo del espectáculo a encarar este tipo de planificación. 

Al fin y al cabo, no es raro que la gente “de a pie” tome de modelo a seguir a las celebrities.

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