Álvaro Brechner

Espectáculos y Cultura > Don Giovanni, por Álvaro Brechner

Álvaro Brechner: "Antes la ópera era popular; la gente salía a la calle y en vez de cantar Rosalía entonaba Las bodas de Fígaro"

El director de cine uruguayo estrena este sábado su versión de Don Giovanni, el clásico operístico de Mozart que llega al Solís
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18 de agosto de 2023 a las 05:01

Este sábado, cuando el farol que está en la punta del Teatro Solís se encienda y pase a indicar que el telón se levantó y hay función, Álvaro Brechner pasará a ser parte de una tradición.

El cineasta uruguayo de 47 años, responsable de películas como Mal día para pescar y La noche de 12 años, se inscribe con la ópera Don Giovanni en una costumbre longeva que ya ha hecho cruzar a otros nombres del cine con ese género cultivado sobre todo en italiano y alemán. Como Michael Haneke, Carlos Saura o Werner Herzog en otras oportunidades, Brechner acoplará la mirada cinematográfica que ejerce profesionalmente desde hace más de quince años y se encargará de la dirección de las dos funciones que esta obra de Wolfgang Amadeus Mozart tendrá en el escenario montevideano.

La misión, dice, le llegó por sorpresa. Tuvo dudas, pensó si aceptar la propuesta del Solís era una buena idea o no, vio que el calendario se le despejaba o al menos era lo suficientemente amable con él para devolver un “sí”, y se tiró al agua. Hubo algo que lo conquistó: además de la música, ahí estaba el desafío. Y la intuición de que accediendo a los entretelones de un registro que solo conocía como aficionado podía hallar algo. Una suerte de revelación.

Es lo más cercano que experimenté, quizás, a la sensación de una fe revelada en tierra. Es algo que integra toda la belleza y toda la humanidad, toda la flaqueza y la grandeza de lo que somos. Es una sensación que no puedo transmitir con palabras. Es casi como una revelación”, dice cuando la charla con El Observador ya recorrió buena parte de los principales desafíos que tuvo por delante, así como también los hallazgos que le deparó involucrarse con esta puesta.

Brechner, que vive desde hace años en Madrid y que desde allí ha impulsado su carrera cinematográfica, volvió a Uruguay para los ensayos con el elenco hace semanas y se sorprendió, entre otras cosas, que pese a la envergadura del proyecto los tiempos de preparación son considerablemente más cortos que los del cine.

No llegó, sin embargo, buscando imponer su voz, apareciendo como la figura a veces autoritaria que indica el arquetipo del director de cine, sino en cambio con varias preguntas y una aviso: que él es nuevo en esto y que está para escuchar. Y para aprender de un elenco que, entre otros rostros y voces, incluye a la reconocida soprano argentina Verónica Cangemi y al barítono Alfonso Mujica como el personaje principal. 

“Fue un desafío inmenso, y al principio tenía dudas. Me acuerdo de discutir con amigos, y hasta el montador de mis películas en España me decía ‘ni se te ocurra agarrar. Le pregunté por qué, si no sabía cuándo me iban a volver a ofrecer hacer una ópera así, y dice ‘si te ofrecen pilotar un avión tampoco aceptarías’. Pero yo vivo mucho a través de los imputs y los desafíos, es parte de mi profesión. Y hay veces que aparecen cosas que te interpelan desde una pasión más interna, que sirven de excusa para sentirte congratulado de estar vivo, que te interpelan como ser humano, no simplemente solo como director, ¿viste? Esto es algo así. Tiene que ver con la técnica, con la forma llevar la ópera, y también con el golpe de la inmersión en Mozart”, dice Brechner, y se detiene un momento ahí: en lo que la creación del compositor le sigue despertando hoy.

“Me hace sentir vinculado a algo superior, a algo inescrutable dentro de los seres humanos, me hace sentir cierto orgullo de la humanidad. Más allá del desafío y el trabajo que conlleva, para mí fue la oportunidad de poder experimentar algo que es más grande que todos nosotros. Solo obligarme a respirar el aire de Mozart una vez al día me hizo sentir reconfortado. Es brutal.”

Cine operístico u ópera cinematográfica

Que tantos directores de cine —los mencionados en el arranque constituyen apenas un puñado— se hayan involucrado en la dirección de una ópera habla a las claras de que existe, en algún punto, una cierta conexión. Sea más general o personal —Herzog dice, por ejemplo, que hacerlo le reporta “equilibrio y alegría interior”—, ahí está el vínculo y el cineasta uruguayo lo siente. De hecho, una de las primeras cosas que hizo fue traducir el texto a un lenguaje reconocible: el texto de la obra se transformó en un guion cinematográfico. Un guion es español.

“Creo que hay un aspecto emocional que conecta el cine con la ópera. En el cine queda más escondido quizás por la cantidad de capas que tiene en lo narrativo y lo dramático, pero está y también es muy único cuando pasa en la ópera. Y así como en el cine muchas veces se detiene el tiempo, la ópera también lo hace. Se detiene porque los personajes nos cuentan lo que pasa pero sobre todo lo hacen a través de lo musical. Las palabras son un vehículo para confundir, mientras que la música de Mozart, por ejemplo, está contando su visión sobre las cosas”.

Así, Brechner identifica en su propia filmografía ciertas esquirlas operísticas que, de forma involuntaria, se colaron en sus puestas en escena. Las detecta por cierto chispazo del momento, por una intuición que une a varias personas, por una idea de fondo.

Siente que, por ejemplo, ya su debut en Mal día para pescar lo dejaba claro.

“En Mal día para pescar, cuando llegaba la lucha, siempre decíamos 'este momento es ópera', porque detenemos el tiempo, están por pelearse y se para la música, de golpe todo se congela. Creo que desde ese lado hay varias cosas en común.”

Eso sí: para Brechner hay un punto en que un proyecto como Don Giovanni, enorme y con sus propios códigos internos, el control característico presente en un set de filmación se esfuma. O, mejor dicho, transmuta y se apalanca en otros rincones.

“Si trabajas con libertad, en el cine podés tomar muchas decisiones, pero el control es algo muy difícil de conducir. Es cierto que se tiene, pero pasa cuando todo funciona orgánicamente. Pero las películas se pueden salir de control. En mi caso, para que no me pase la clave está en los colaboradores. El control no pertenece al director solo, está en toda la visión que cada una de las áreas arrastra. En la ópera, por otro lado, tenés todo muy armado a nivel del área técnica, y después tenés algo que para mí es muy novedoso, que no está en el cine porque hay montaje, y es que en todas las escenas no paran de entrar y salir gente. Tuve que aprender a manejar eso, porque de golpe te cambia la escenografía, y todo se tiene que medir en tiempos. Para mí la gran dificultad del control está en la coherencia que hay que tener cuando el tiempo no se detiene, la unidad dramática que no podés cambiar, la música que no puede esperar”.

En ese sentido, Brechner sabe que viene de un lenguaje popular, porque el cine ante todo lo es, y acaba de aterrizar en uno que, si bien surgió bajo ese concepto, hoy no llega de la misma forma al público y suma cierta dificultad para alcanzarlo. Aún así, el uruguayo abraza las conexiones y el placer que le genera haber sido convocado por el Solís para una tarea de la que habla entusiasmado y que, a pesar de las prisas de los últimos días, evidentemente lo fascina.

Me parece fundamental que se preserven los códigos y la forma en que viaja la obra a través del tiempo”, asegura. “Creo que es un placer poder hacerlo, a pesar de que quizás tenga una dificultad de comprensión por un público que no es que no esté educado en la ópera, sino que hoy en día tiene tantos inputs, y están educados en tantos otros registros, que es más complejo. Antes la ópera era una forma muy clara de un tipo de espectáculo popular, la gente salía por la calle y en vez de cantar, no sé, Rosalía, entonaba Las bodas de Fígaro. Esa cultura hoy no existe, no se puede desconocer que es así, pero tampoco se puede hacer mucho. Pero nada de eso quita que hoy, para mí, esto es un placer.”

La ópera de todas las óperas

Esta producción del Solís pondrá en escena el sábado 19 y el lunes 21 de agosto en su escenario principal a las 20 horas la obra de Mozart —con libreto en italiano de Lorenzo da Ponte— que se basa en El burlador de Sevilla y convidado de piedra, en la que Tirso de Molina introdujo al personaje de Don Juan.
"Abordar Don Giovanni en la actualidad —establece el texto escrito por Marita Fornaro Bordolli para esta producción— vuelve imperativo considerar el tema de Don Juan desde perspectivas contemporáneas. Mozart toma como centro de esta ópera un arquetipo social que es clasificado, dentro de la mitografía, como mito literario. A partir varios personajes, algunos identificados por la historia y la crítica, nace en España la figura de Don Juan Tenorio, reflejo de una sociedad de morales múltiples, de paradigmas enfrentados: el aplauso al “conquistador” que domina sea por los encantos, sea por la violencia, choca con la exaltación de la virtud exigida a la mujer, y a la exclusión de ésta cuando sufre o acepta ser transformada en objeto de esa posesión. Sin embargo, el mito es también moralizante: la estatua que cobra vida es la encargada de vengar al que no cumple con la moral cristiana. Aquí juega el recurso de otro mito, el de la estatua viviente, que no en todas las versiones adquiere la función de venganza. En efecto, se remonta al mito griego de Pigmalión, en el que la estatua cobra vida por amor del escultor. En todo caso, son siempre sentimientos – amor, venganza – los que transforman la piedra en carne viva."

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