Presidencia Argentina

Argentina, a punto de cerrar su canje de la deuda: aplausos en los mercados, críticas en la política

El gobierno de Alberto Fernández tuvo que dar marcha atrás en su dura postura inicial, lo cual implicó tener que ceder US$ 15.000 millones más que lo previsto. El mercado reaccionó bien, pero hay ruido político en la interna

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08 de julio de 2020 a las 05:04

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Esta vez, el ministro de economía argentino, Martín Guzmán habló con el bolsillo y no con el corazón. Y, a juzgar por las primeras reacciones de los fondos de inversión y por las subas que tuvieron los bonos y acciones argentinas, el cambio de estrategia resultó más convincente.

Su argumento -la posibilidad de cobrar US$ 15.000 millones más que en la oferta original, de tener menos recorte de tasas de interés y de empezar a cobrar el año próximo y no dentro de tres años- resultó mucho más convincente que la retórica política que había sostenido hasta ahora, con resultados infructuosos.

Guzmán y el gobierno argentino habían presentado en abril una dura propuesta, que reconocía solamente US$ 39 por cada US$ 100 de la deuda original, y planteó la oferta como la única posible. En un acto realizado en la quinta de Olivos, con la presencia del presidente Alberto Fernández y la vicepresidente Cristina Kirchner, se explicó que no había forma de pagar más de eso sin que en Argentina se produjera una situación insostenible desde el punto de vista económico y social.

El gobierno estaba entusiasmado por el apoyo internacional que venía recogiendo, desde el Papa Francisco hasta el mismísimo Fondo Monetario Internacional, que redactó un inédito informe a pedido en el que afirmaba que Argentina no podía pagar y que necesitaba un alivio de US$ 85.000 millones para volver a crecer.

Además, circuló una carta firmada por varias celebrities del mundo económico heterodoxo, como Joseph Stiglitz –mentor del ministro Guzmán en la Universidad de Columbia-, Thomas Piketty, Jeffrey Sachs, Kenneth Rogoff y el premio Nobel Edmund Phelps. La misiva, dirigida a la élite financiera mundial, sostenía que era necesaria una reestructuración de la deuda argentina, y que el gobierno de Alberto Fernández había hecho una propuesta responsable que debería ser aceptada.

Pero la contundencia del fracaso –la primera oferta de Guzmán fue un papelón, con un 15% de apoyo- fue un recordatorio general sobre la vigencia de la célebre frase de Juan Carlos Pugliese, un ex ministro de economía de los años ‘80: no se les puede hablar con el corazón a los que sólo saben responder con el bolsillo.

Fue así que el gobierno argentino debió dar una marcha atrás, que le permitió la aceptación del mercado pero lo dejó mal parado desde el punto de vista político.

Elogios que matan

Uno de los principales motivos de mortificación para los militantes kirchneristas –y de satisfacción para los macristas- es cierta sensación de capitulación en torno a la oferta del canje. A fin de cuentas, el gobierno había sobreactuado una dureza que luego se le volvió en contra.

“Argentina hoy no puede pagar nada”, había sido la frase del ministro en aquella ocasión, al explicar la propuesta de canje que implicaba un fuerte recorte de intereses para los bonistas. Sin embargo, en su última oferta Guzmán terminó reconociendo US$ 53 y medio por cada US$ 100 de la deuda original, lo que implica un monto 37% mayor que el que se había señalado en su momento como máximo posible.

El discurso de Alberto Fernández ese día buscaba transmitir al mismo tiempo dureza y un mensaje de responsabilidad. Tras recordar su promesa del día de la asunción respecto de la importancia del cumplimiento de la palabra, justificó la “amarreta” oferta como un acto de realismo y seriedad, porque no había forma sostenible de aceptar otro esquema de pago.

Y esa “marcha atrás” fue impiadosamente recordada por opositores. Como el del influyente economista Carlos Melconian –siempre considerado “ministeriable”- que en los últimos días había dado un sugestivo consejo a Guzmán: “Arreglá el canje, ya el show de Columbia lo hiciste. Vas a tener que poner la que tenías que poner en enero. Ese tema liquidalo”.

Más cruel aun, Alfonso Prat Gay, el ex ministro que saldó la deuda en default en 2016, no vaciló en meter el dedo en la llaga al afirmar que el gobierno terminó pagando más de lo necesario por haber elegido una posición inicial dura que no pudo sostener.

“Fue la cuarta 'última propuesta': Promesa de pagos por US$ 15.000 millones más que en la primera. Más que un precedente mundial, un manual de cómo no se debe negociar”, castigó el exministro, a quien en los medios K calificaron como “cara de cemento”.

EFE

Pero acaso lo que más hirió al núcleo kirchnerista del gobierno no llegó en forma de crítica ni de chicana, sino de elogio.

Luis “Toto” Caputo, ex ministro de Finanzas macrista, es un personaje al que el kirchnerismo le encanta tener en la vereda de enfrente. Representante de la banca internacional, es el funcionario que más deuda emitió, al punto de  merecer el ambiguo elogio de Cristina Kirchner por ser “el único del equipo de Macri que trabaja todo el día”, y fue además objeto de denuncias por ser parte del entramado ilegal de las offshore en Panamá.

Lo último que el kirchnerismo quiere es que Caputo elogie una medida económica de un gobierno peronista. Y eso fue lo que ocurrió: una vez conocido el canje, el controvertido ex ministro escribió en las redes sociales: “Muy buena propuesta de canje. Con niveles de NPV aceptables para los acreedores y acordes a las posibilidades del país. Muy buen diseño de los incentivos, desalentando el ser holdout. Una propuesta justa que debiera tener una alta participación”.

Pensando en la etapa post deuda

El canje está encaminado, pero ahora le resta al gobierno de Alberto Fernández otra tarea no menos difícil. Tiene que hacer que esta nueva oferta resulte aceptable políticamente para sus socios más radicalizados de la coalición de gobierno. En especial el kirchnerismo, que recuerda como una gesta épica la pelea de Cristina Kirchner con los llamados “fondos buitre”.

La realidad es que, desde el punto de vista político, la confrontación era redituable y le garantizaba apoyo interno. Pero siempre hubo un problema: Alberto Fernández tenía decidido desde el inicio que no quería caer en default.

E incluso cuando, en medio de la pandemia, hubo presiones internas en el sentido de que en el nuevo contexto de crisis global un default ya no sería catastrófico –Jeffrey Sachs había anticipado no menos de 50 países deberán reestructurar su deuda-, Alberto se negó a caer en la tentación del “pagadiós”.

Fue eso lo que llevó a la flexibilización en la postura inicial. El único que se mantiene todavía en una postura dura es el poderoso fondo BlackRock, pero el gobierno cree que finalmente terminará negociando. Hay una especulación política en el sentido de que BlackRock, previendo que por la pandemia puede venir una ola de reestructuraciones, no quiere que quede sentado el antecedente de un recorte de deuda fuerte por parte de Argentina.

Es, paradójicamente, el acreedor que resulta funcional desde el punto de vista político, porque el permite al núcleo duro del kirchnerismo tener un “malo” con el cual confrontar.

Mientras tanto, el objetivo del gobierno es presentar al canje de la deuda como la condición previa para entrar en una fase de recuperación económica. En los últimos días se conocieron informes que prevén en más de 12% la recesión de este año, y hay pronósticos de cierres masivos de empresas.

Por eso se empezó el diseño de un plan. No por casualidad, al día siguiente de la presentación del canje, se anunció una gran moratoria impositiva, que no discriminó por tamaño de empresas.

También se anunció un amplio programa de apoyo a las empresas en la provincia de Buenos Aires y un plan de obras en la región patagónica, que implicarán un costo fiscal adicional de 5.000 millones –unos US$ 70 millones al tipo de cambio oficial-.

Claro, son números que siguen impresionando como menores para las necesidades de la economía argentina –y en la comparación con lo que se cedió a los acreedores de la deuda-. Y es por eso que se está especulando sobre la forma de obtener financiamiento en un momento en que los recursos fiscales se desploman-

Por eso, ya está en la mira la próxima gran negociación que tiene el gobierno luego de arreglar el canje con los acreedores: un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

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