En 2022 faltaron ocho días más que el promedio pre-pandemia.

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Asistencia al aula en Primaria está en el nivel más bajo desde que hay registros: mirá por qué

En Uruguay la asistencia a clase está en el nivel más bajo desde que hay registros
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03 de julio de 2023 a las 05:00

Las vacaciones de julio iban a durar una sola semana, pero la presión sanitaria llevó a que se extendieran a al menos dos y se adelantaran en el calendario. Enseguida empezó el griterío: ¿quién cuida a mi hijo? ¿Qué hago con mi licencia? ¿Cómo me avisan tan sobre el pucho? Por lo bajo, en silencio y sin pensar tanto en su “ombligo”, los inspectores de Primaria hicieron un reclamo tenue: no perder más días de clase.

Dicen que ir a clase, todos los días, es el mejor antídoto contra el fracaso escolar. Incluso la Organización de Naciones Unidas para la Educación —más conocida por su sigla en inglés Unesco— sugiere que las escuelas deben funcionar alrededor de 200 días al año y los estudiantes ausentarse —cualquiera fuera la causa— “bastante por debajo del 10%”. Pero en Uruguay la asistencia al aula está en el nivel más bajo desde que hay registros.

El proyecto de Rendición de Cuentas que la Administración Nacional de Educación Pública envió este viernes al Parlamento incluye tres carillas enteras en la que se aborda “un rasgo estructural del sistema uruguayo”: las inasistencias a clase. Los escolares faltaron ocho días más que el promedio pre-pandémico, “que de por sí debe considerarse” insuficiente.

Eso significa que de 180 días lectivos, un escolar de sexto grado se ausentó en promedio 25 días, uno de primer grado faltó 32, y uno de nivel cuatro de inicial unos 48. El escenario es tan grave que, tras su pasaje por toda Primaria, un estudiante acumula un promedio de inasistencias equivalente a un año lectivo entero.

Cuando los inspectores de Primaria conocieron estos datos, en mayo, activaron una estrategia: pidieron a cada autoridad de zona que recolecte información sobre por qué faltan los alumnos, exigieron identificar los casos más extremos, rehicieron un protocolo y pusieron al problema entre sus prioridades para lo que resta del año.

La evidencia internacional y local es contundente: “ausentismo a clase se asocia a mayores riesgos de repetición, peores rendimientos y más bajos aprendizajes”. Por lo cual, si el alumno no está en el aula no hay transformación curricular que valga, ni protección, ni pruebas estandarizadas, ni derecho a la educación.

Superada la pandemia de covid-19 "no estamos siendo conscientes del daño cognitivo que implica la pérdida de clases", explica Alejandro Maiche, profesor titular de Psicología Cognitiva. Como ejemplo, su equipo de investigación está analizando los resultados de una prueba de Matemáticas (PUMA) en la que, una vez considerado el contexto, cien escolares de primer año de Brasil obtienen mejor performance que sus pares uruguayos. La explicación, por ahora, es que "los brasileños empiezan antes las clases y tienen recesos de verano más cortos".

¿Por qué faltan?

De los últimos 37 días hábiles, casi un tercio de los niños de nivel cuatro y cinco se ausentaron al menos 20 días. El dato lo dio este miércoles la directora de Primaria, Olga de las Heras, para justificar cómo la epidemia de virus que causan infecciones respiratorias estaba dejando las aulas casi vacías.

Pero el registro de inasistencia parece demostrar que ese volumen de faltas no es excepcional. Es cierto que los niños más pequeños se enferman más. Es verdad que los alumnos en la etapa liceal puede que se ausenten más porque “se aburren”. Y puede que ahí esté la clave de la diferencia de la asistencia según la edad.

“La inasistencia es el reflejo del valor que los padres les dan a la educación”, entiende la exdirectora de Primaria Irupé Buzzetti, quien comandaba el organismo cuando las vacaciones de julio se recortaron a una semana con la intención de que el calendario escolar tuviera, como mínimo, 185 días lectivos. “Dos semanas de receso era un exceso, más aún si se tiene en cuenta que existe una semana de Turismo, una semana en setiembre, un verano demasiado largo…”.

Buzzetti y su equipo habían identificado en que las inasistencias eran el talón de Aquiles del sistema. Fue entonces que se inició el proyecto “cero falta”, el lema “todos a clase todos los días”, los maestros comunitarios que iban hasta las casas al rescate de los niños y un largo etcétera que, reconoce la jerarca, “no logró todo el éxito que se pretendía”.

Un estudio liderado por Unicef y la vieja administración de Primaria demostró que existen muchas causas por las que se falta: hay contingencias climáticas, enfermedades, mucho de “infancias difíciles” (en referencia a las condiciones de pobreza), y muchas veces una cuestión cultural. El adulto responsable no comprende la relevancia de asistir a clase todos los días, ni que la educación inicial no consiste en “ir a jugar mientras papá y mamá trabajan”, ni que las faltas salteadas también impactan en el acumulado.

Ahora, superada la emergencia sanitaria del covid-19 y ante el incremento de las inasistencias para lo que era el promedio histórico, la ANEP y Ceibal acordaron un experimento que busca revertir, en parte, esa actitud de las familias. A los padres de algunos estudiantes de los primeros grados de escuela, en algunos departamentos cuyos nombres se omiten para no afectar los resultados del trabajo, se les envía por correo tres cartas en el año. En una primera se le muestra las faltas que tuvo su hijo el año anterior, cómo se compara con la moda de su clase, cuánto afectan las inasistencias en la trayectoria educativa. En una segunda se le enseña el ausentismo del primer semestre del año en curso y en una tercera el segundo semestre. Se busca que, con esos pequeños estímulos, algunos adultos cambien su comportamiento.

“Es una intervención puntual, de simple realización, que no pretende resolver el problema en su conjunto pero sí una parte”, explica Irene González, gerenta de Datos y Ciencias Comportamentales en Ceibal.

En los últimos años avanzó en el mundo la estrategia de pequeños estímulos para revertir parte los problemas sociales. Cuando Uruguay impulsó la campaña contra el consumo de cigarrillos, por ejemplo, los expertos estudiaron cómo influía la publicidad y qué color de cajilla era el más desagradable. Lo mismo cuando se enviaban mensajes de texto a las embarazadas para que asistan a sus controles con el ginecólogo. Le llaman economía comportamental.

En 2019 se había intentado una primera intervención con mensajes por las plataformas de Ceibal para que los padres cuyos hijos se ausentaban seguidos tuvieran que acudir a la escuela a explicar el motivo de la falta. Y los resultados fueron prometedores.

“Ahora con las cartas se busca incidir en la toma de consciencia de cómo el acumulado de faltas también importa, no solo aquellas que son seguidas, y para ello se indican con colores del semáforo cómo está situado cada niño”, cuenta González.

Con esta estrategia junto a Ceibal y la apuesta de los inspectores, Primaria busca que el "síndrome del banco vacío" se reduzca en un país en el que cada día nacen menos niños y se requiere cuidar todavía más a cada uno.

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