Diego Battiste

Balance 2021: el Frente Amplio vive y lucha

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11 de diciembre de 2021 a las 05:01

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2020 fue un mal año para el Frente Amplio. Si tuviera que resumir al máximo diría que le costó demasiado aceptar que el nuevo gobierno estaba teniendo muchos más aciertos que errores. Contra lo que esperaban líderes y militantes frenteamplistas, la coalición liderada por Luis Lacalle Pou obtuvo un éxito rotundo en el control de la pandemia y se mostró sensible ante el agravamiento de problemas como el desempleo y la pobreza. Además, la combinación de la restricción de la movilidad con el giro hacia la “mano dura” en el Ministerio del Interior, hizo posible un mayor control de la criminalidad. El nuevo gobierno no solo demostró tener un buen capitán. En general, todo el equipo funcionó bien, a pesar de la salida sorpresiva de Ernesto Talvi de la Cancillería. El resultado de las elecciones departamentales confirmó el retroceso que ya había experimentado el FA en octubre 2019. Sobre fin de año, para colmo de males, los frenteamplistas sufrieron la pérdida de quien fuera durante las últimas dos décadas su principal referente: Tabaré Vázquez. 

Un año después, el panorama es otro. El FA termina el año 2021 mucho mejor que el 2020. Durante el primer semestre logró poner en apuros al gobierno con varios temas. A modo de ejemplo, voy a mencionar solamente dos. El pico de contagios y muertes por covid-19 verificado entre abril y junio permitió que, por primera vez desde que estalló la epidemia en Uruguay, sus críticas a las decisiones de política sanitaria cobraran verosimilitud y tuvieran impacto mediático. Durante dos o tres meses, los voceros frenteamplistas lograron que se debatiera públicamente el concepto de “muertes evitables”. El FA también logró pararse firme y hacerse oír por la opinión pública en el tema del puerto. El acuerdo concretado con la firma belga Katoen Natie (KN), otorgándole a Terminal Cuenca del Plata (TCP) la preferencia en la operativa de contenedores del Puerto de Montevideo por 60 años (hasta 2081), abrió un flanco a la crítica dentro y fuera de la coalición de gobierno. En ambos ejemplos, en el manejo de la pandemia y en la decisión sobre el puerto, el reclamo de diálogo nacional que el FA viene haciendo desde fines de marzo de 2020 ganó audiencia y credibilidad. El gobierno, fiel a su estilo, prefirió “hacerse cargo” y aguantar el chaparrón de los cuestionamientos. 

En ese clima, el FA logró alcanzar una meta importante y un éxito político resonante. A comienzos de julio, la Comisión Nacional Pro-Referéndum entregó casi 800 mil firmas. Hace pocos días, dicho sea de paso, se confirmó que las firmas son válidas y que la consulta popular tendrá lugar a fines de marzo del año que viene. Reunir las firmas en plena pandemia fue una gran demostración de fuerzas, de capacidad de movilización de su militancia de base, y de influencia en poderosas organizaciones sociales que están en su órbita como el movimiento sindical. El FA perdió el poder en la elección nacional de 2019 y el control de tres gobiernos departamentales (Paysandú, Río Negro y Rocha) unos meses después. Pero sigue siendo el principal partido político de Uruguay y, por eso mismo, un actor insoslayable.

El FA termina el 2021 mucho mejor que el 2020 por una razón adicional. Luego de tramitar su autocrítica (a decir verdad, sin ir demasiado a fondo), concretó la elección de sus nuevas autoridades. Una vez más, la coalición de izquierda demostró que sigue “vibrando”, si se me permite utilizar nuevamente la lindísima categoría acuñada por Fernando Rosenblatt. En esta elección votaron casi 130 mil personas. Aunque sigue lejos de sus mejores resultados, el FA logró revertir la tendencia declinante que venía mostrando durante los últimos años. Aunque el resultado final se desconoce, dada la extensa coalición que lo apoyó, es posible que Fernando Pereira se convierta en el nuevo Presidente del partido. Si esto se termina concretando, y sin que esto vaya en desmedro de sus rivales en la interna, el FA tendrá un presidente realmente muy calificado, capaz de moverse con solvencia tanto en el debate público como en las negociones políticas con propios y ajenos.

Por cierto, así como tuvo un buen 2021 puede llegar a tener un mal 2022. Si no logra derogar los 135 artículos recibirá un balde de agua fría y retrocederá varios casilleros. Si la economía se sigue reactivando, si siguen bajando el desempleo y la pobreza, si el gobierno logra seguir adelante con las reformas anunciadas y programadas (seguridad social, apertura comercial, transformación educativa, entre otras), si la coalición sigue firme y unida, si el presidente logra seguir sosteniendo niveles altos de aprobación de su gestión, el FA puede volver a empantanarse. Además, sigue siendo cierto lo que escribí hace un año exactamente en este mismo espacio. Si quiere volver a ganar tiene que cambiar de tono. Ningún partido logra conquistar la confianza de la mayoría sin un arranque de sinceridad, de valentía política, sin decirle a las cosas por su nombre. Debe atreverse a tomar distancia de sus propios casos de corrupción. Debe atreverse a reconocer sus errores y fracasos. Debe atreverse también a reconocer con humildad los aciertos y méritos del nuevo gobierno. Desde luego, ninguno de estos gestos exige que desdibuje su papel como partido de oposición. Sin oposiciones fuertes no hay democracias palpitantes. 

Adolfo Garcé es doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad 
 

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