Carina Infantozzi

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Carina Infantozzi, la artista visual que encontró en la fotografía una forma de procesar la pérdida de su visión

La docente y artista encontró en una aplicación de alto contraste para personas con baja visión una forma de redescubrir el mundo
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03 de diciembre de 2023 a las 05:00

Levanta la mano izquierda y dobla las falanges de los dedos hasta formar un círculo a la altura de su rostro. “Yo veo un tubito, todo lo demás es como borroso y después se hace oscuro el mundo”.

Carina Infantozzi está sentada en un banco de la Universidad Católica. Arriba, un árbol frondoso deja que se cuelen algunos hilos de luz entre sus hojas. Atrás, un mural de colores que pintaron sus estudiantes se extiende en toda la pared. Debajo, un labrador negro aprende a ser un perro guía. Pero no los ve.

“Yo apenas te puedo ubicar un pedacito así y después te me perdiste. Mi mundo es así. En algunas de las imágenes pasa eso también, aparece un poquito de algo y muchas veces están desenfocadas por la distorsión de la luz. Muchas veces incluso corridas de encuadre, porque mi mundo está corrido de encuadre todo el tiempo”, explica y deja correr una sonrisa tranquila.

Infantozzi es docente de Artes Visuales y artista, aunque le cueste reconocerse como lo segundo. “Decí vos si soy artista”. Desde pequeña tuvo la inquietud del arte, la exploración de las técnicas y la obsesión por la teoría, la curiosidad por entender el mundo. Ese mundo que aprendió a ver de diferentes formas. Ahora, mediante la fotografía.

“Siempre vi con un ojo solo pero eso no necesariamente es discapacidad visual, yo hice una vida incluso sin darme cuenta. Y eso no es menor, siempre hubo algo ahí en mi conexión con lo visual y la imagen, creo que ahí hay algo de querer entender, sublimar o sacar por catarsis. Hacer algo con algo que a mí me genera cierta angustia”, cuenta a El Observador.

A los 13 años comenzó a tener problemas de visión esporádicos. Episodios en los que no podía ver absolutamente nada y solo podía esperar unos minutos a que se revirtiera. Desde entonces comenzó un viaje de alternancias en consultorios médicos y consultas con especialistas, pero hace cinco años la pérdida de visión se vuelve más permanente. 

Carina Infantozzi

Si bien había vivido toda su vida con una condición que afectaba su visión, llegó un momento en el que se dio cuenta de que su dificultad visual era grave. “Cuando la pérdida de visión es progresiva y lenta no te das cuenta de que no ves. Como es tan de a poquito que te vas acostumbrando. Yo ahora voy entendiendo pila de comportamientos míos, que eran porque tenía mi campo visual cada vez más reducido. Llegó un momento en que eso lo empecé a sentir mucho”.

Los especialistas le dijeron que tenía una afección en el nervio óptico, pero nunca llegaron a la causa. Ella tomó la decisión de no esperar por el diagnóstico. “No querer saber qué es lo que tengo fue una manera de liberarme a seguir mi vida”, recuerda ahora y cuenta que desde ese momento empezó un proceso de adaptación. Un proceso de idas y venidas, con complejidades y varios frentes, que fue transcurriendo a la par de un viaje de autodescubriemiento.

“Ese poder dejar ir y esos duelos de pensar 'hasta acá fui algo y ahora empieza una vida distinta'. Ahora siento que algo de la Carina que había está obviamente pero también tuve que rehacerme, recrearme, aprender. Y estoy en eso”.

Se contactó con la Unión de Ciegos del Uruguay y comenzó a orientarse en la rehabilitación en el Centro Tiburcio Cachón. Y le puso nombre: tiene una discapacidad visual.

"Comprarme un bastón verde y empezar a usarlo, usarlo como bastón y usarlo como una forma de decirle 'tengo baja visión' al mundo. Para mí eso fue lo más difícil de todo”, recuerda, aunque reconoce que esa fotografía que ella proyecta desde el exterior está vinculada a preconceptos sobre la discapacidad. El bastón fue una herramienta de independencia.

En paralelo encontró la fotografía como una forma de darle un nuevo significado a lo que pasaba a su alrededor. “Todo esto de empezar a producir imágenes fue junto con la pérdida de visión. Encontré de casualidad esa necesidad porque obviamente se me puso en jaque eso: estoy perdiendo mi mundo visual amado. Y justamente en ese proceso conecté con la creación de mi propio lenguaje".

 

Infantozzi desbloquea su celular, un Samsung A10 que tiene hace varios años, y toca la pantalla sobre un ícono con una lupa. Lo que se despliega es un acceso a la cámara del celular y una serie de controladores de contrastes y luminosidad. Todo se ve en blanco y negro. 

La herramienta, pensada para generar situaciones de alto contraste que le permita leer con mayor facilidad, fue la puerta de un campo de experimentación. Un día estaba usando la aplicación para leer el cuaderno de su hija, para poder distinguir la definición del lápiz, y empezó a prestar atención a cómo veía las cosas a través de esa pantalla y buscar las situaciones visuales. Empezó a sacar fotos.

"Desde dos años hago fotos con esa cosa inventada, porque ni es un buen celular ni es una herramienta de fotografía. Lo que busco en la imagen es la distorsión", cuenta y advierte que no se siente fotógrafa aunque le gustaría profundizar en los aspectos técnicos de la práctica.

Sus fotos den cuenta de un universo en blanco y negro de alto contraste, que deambula entre lo figurativo y la abstracción. Una búsqueda personal que acompaña un proceso de transformaciones. La construcción de un espacio seguro y una invitación a aproximarse a su forma de ver el mundo.

Esa cacería, como la llama Infantozzi, es algo que espera intensificar desde que tomó la decisión de incorporar a Thor a su vida, un cachorro labrador que le cedieron desde la fundación Fundappas y recién se están conociendo. “Tomé la decisión de tener un perro guía. Me pareció que había pila de cosas que me iban a ayudar a seguir abriéndome camino, rearmándome. Voy a poder confiar en él para poder explorar. Lo poquito que veo siento que lo puedo traducir. No es literal lo que termina siendo la imagen pero pasa algo ahí que a mí me da una satisfacción muy particular".

El arte, en el caso de Infantozzi, fue un catalizador para un momento de cambios. En otro momento de su vida había encontrado ese espacio de arrojo en la escritura, ahora se volcó a un lenguaje visual. "Cuando uno se siente satisfecho es una liberación, es placentero, es algo que te hace bien, es un mimo cuando estás angustiado y el mundo que se te desordena todo y no sabes para dónde estás yendo (literal y simbólicamente). ¿Y esto cómo se hace ahora? A mí nadie me enseñó a tener una discapacidad. Es catártico por un lado y el ordenador por el otro. El arte para mí es mucho de eso".

“Es paradójico lo que me pasa. Logré algo que antes me costaba más, que creo que nos pasa a muchos, que es querer la vida que otros quieren que tengas o lo que creés que tenés que ser. Tiene que ver con la fotografía: hacer las cosas porque me gustan, no por parecerme a lo que debería ser”.

 

En noviembre fue seleccionada por el programa Arte y discapacidad del Ministerio de Educación y Cultura para exponer sus fotografías en la sala Hugo Balzo del Sodre. Para ella fue una ventana para animarse a contar lo que hace, pero también una forma de visibilizar la actividad artística de personas con discapacidad y destruir algunos preconceptos.

Infantozzi quiere ser un agente de cambio. Desde la Unión de Ciegos participa en talleres de sensibilización de ceguera y baja visión en centros educativos y piensa en habilitar un espacio de exploración en las artes visuales. "No voy a esperar a que el mundo cambie. Desde mi lugar y mi entorno capaz que puedo aportar, sobre todo a desmitificar. Tener ceguera o baja visión no implica que no puedas producir imágenes. Eso es un mito. Capaz que a vos no te gustan las imágenes pero hay un montón de gente que hace imágenes que tampoco me gustan. Esa no es una medida".

El arte es ahora un espacio de liberación. Una forma de ordenar el ruido y una invitación para acercarse a su forma de ver el mundo.

"Siento que hay algo de liberación. Yo nací con un problema de visión y hay algo de ese peso de haber vivido queriendo estar en un lugar que no era el mío. Por más duro que parezca –y lo viví de una forma muy dura– también pierdo algo que tiene que ver con un peso: querer parecerme a algo que no puedo. Me llevo bien con la creatividad, entonces vamos a ver qué es esto mío. Por primera vez me doy esa oportunidad. Y que el mundo elija".

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