Pancho Perrier

Casi 40% de los uruguayos se fue a los extremos

La fragmentación y el auge de las opciones populistas y de izquierda y derecha pondrán a prueba el sistema liberal

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01 de noviembre de 2019 a las 05:03

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Dos caras de una moneda: el Frente Amplio confirmó en las elecciones del domingo 27 su amplia supremacía de los últimos 20 años; pero a la vez sufrió la caída más grande de su historia.

En cinco años la coalición de izquierda perdió casi el 19% de sus votantes. No le había ocurrido jamás: ni tras 12 años de dictadura, ni después de la escisión de Hugo Batalla y los democristianos en 1989.

El Frente Amplio ya no es tan popular en ciertos sectores de alta educación relativa, entre los cuentapropistas y pequeños empresarios, entre los más pobres y los más jóvenes.

Dos de cada tres de sus votantes se ubicaron bien a la izquierda: una proporción muy alta por el debilitamiento de los sectores socialdemócratas o de centroizquierda. Su nueva bancada parece más adecuada para una oposición cerril que para llevar un gobierno sin mayoría parlamentaria.

Ese corrimiento hacia la izquierda, unido a cierto hartazgo de los votantes independientes, le dificultará conseguir el respaldo de al menos otros 185.000 ciudadanos —unos 7,6 puntos porcentuales— que le faltan para ganar el balotaje en tres semanas, el 24 de noviembre (más del 5% suele votar en blanco o anulado). Es Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional, quien tiene ahora las mayores posibilidades de triunfo, como cabeza de una coalición opositora que va del centro a la derecha pura y dura.

El voto de los uruguayos mostró una inusual dispersión entre siete partidos que ganaron al menos una banca en la Cámara baja, y que contienen en su interior una gran variedad de tendencias e intereses. En los próximos cinco años el parlamento será el eje del sistema, más que el Poder Ejecutivo.

Alrededor del 40% de la ciudadanía se inclinó por sectores extremos del arco político: ya sea 11 o 13% que se fue bien a la derecha, hacia Cabildo Abierto, el Partido de la Gente y pequeños sectores blancos y colorados; y cerca de 30% que se recogió bien a la izquierda, hacia el MPP (un sector grande y poco coherente que va de ultras a populistas), el Partido Comunista y sus aliados, socialistas de inspiración marxista-leninista y otras agrupaciones menores, que lograron un amplísimo predominio en su coalición.

El desfonde de los sectores socialdemócratas —salvo el buen registro de Mario Bergara, lo que queda del astorismo y poco más— puede ser un dique para el Frente Amplio en este balotaje, y también a mediano plazo, para disputar las elecciones de 2024.

La coalición de izquierda se encerró en sí misma. Si por ventura gana la segunda vuelta del 24 de noviembre, es improbable que pueda ponerse de acuerdo sobre asuntos esenciales para la suerte del país: ajuste fiscal, apertura comercial, reforma de la gestión de la enseñanza pública y de las empresas del Estado, adecuación de la seguridad social, combate a la delincuencia.

Hubo un significativo corrimiento o trasvase en las preferencias. Unos 181.000 ciudadanos (7,4% del total) dejaron el Frente Amplio y se pasaron a la oposición, principalmente a blancos y colorados, en tanto éstos, a su vez, perdieron votos con Cabildo Abierto (que también captó en forma directa a antiguos votantes de la izquierda). Hay ahora incluso un partido antiinmigración. Cabildo Abierto recoge la opinión moderada o subrepticia, “a la uruguaya”, de ciudadanos contrarios al arribo de extranjeros pobres.

Dos de cada tres de sus votantes se ubicaron bien a la izquierda: una proporción muy alta por el debilitamiento de los sectores socialdemócratas o de centroizquierda.

El fenómeno “extremista” se corresponde con lo que ocurre en buena parte del occidente liberal. Está al límite de lo que el sistema democrático puede tolerar, sin caer en graves conflictos, o el tipo de divisiones y amarguras que padeció Uruguay desde fines de la década de 1960.

La izquierda pierde votos en Montevideo, pero más en el interior. Redujo sustancialmente el respaldo que tenía en algunos departamentos clave, como Canelones, Maldonado, Colonia y Salto.

El Frente Amplio deberá aumentar sus atractivos para retener en las municipales de mayo de 2020 las Intendencias de Río Negro, Paysandú, Salto y Rocha. Pero si el nuevo partido Cabildo Abierto propone sus propios candidatos municipales, entonces la fragmentación favorecerá a la izquierda, que incluso podría aspirar a nuevos feudos, como San José y Florida.

La fórmula presidencial del Frente Amplio no resultó muy atractiva para un segmento decisivo de ciudadanos independientes. El muy políticamente correcto Daniel Martínez es más apto para Montevideo que para el interior, donde es sapo de otro pozo; y Graciela Villar tiene un antiquísimo discurso tópico, que solo puede entusiasmar a los devotos.

Pero, ante todo, el principal enemigo del Frente Amplio son la arrogancia y el conformismo. Su sectarismo durante 15 años de mayoría parlamentaria, y el discurso magistral de muchos de sus referentes, incluidos sindicalistas que hablan todo el tiempo de cualquier cosa, han volado los puentes con otros partidos (y con la mayoría de sus votantes).

Ahora la izquierda pondrá en la primera línea de combate al intendente canario Yamandú Orsi, un hombre ideológicamente menos cuadrado, de talante más amigable y afín al suburbio: esa zona de falla, en sentido geológico, entre el interior de linaje rural y la desmesurada Montevideo.

Si Daniel Martínez resulta derrotado el 24 de noviembre, el Frente Amplio puede tener serios problemas para resolver, por ejemplo, las candidaturas municipales. La lucha también podrá ser fiera por la candidatura presidencial de 2024, a la que se sumarán líderes emergentes como Mario Bergara, Yamandú Orsi, Alejandro “Pacha” Sánchez u Óscar Andrade.

No fue incruento el desplazamiento de Líber Seregni (y Danilo Astori) por Tabaré Vázquez entre 1989 y 1999.

Por el contrario, al blanco Luis Lacalle Pou le vino bien la dura derrota de 2014. Esta vez hizo una campaña casi perfecta, sin bandera. Fue claro y paciente, incluso para decir cosas difíciles o responder agravios; y dulcemente tajante ante los imprevistos devastadores, como el caso Carlos Moreira en Colonia. Y se aseguró de antemano los rápidos respaldos de Ernesto Talvi (Partido Colorado) y Guido Manini Ríos (Cabildo Abierto) para la segunda vuelta y para un eventual gobierno de coalición.

Su talón de Aquiles son el rechazo personal e ideológico que provoca en ciertos sectores, el débil implante del Partido Nacional en Montevideo, donde el Frente Amplio lo triplica, y la variopinta coalición que pretende liderar.

La elección también depende del debate sobre la inseguridad pública, el desempleo, el estancamiento económico, la eficacia del Estado y la escasa o nula rentabilidad de las empresas pequeñas. Y hay una brecha exasperante entre las expectativas, siempre crecientes, y una realidad vulgar.

La disconformidad se canaliza en una campaña con ciertos trazos de caricatura, de reality show de bajo nivel, y en redes sociales que salpican mierda y propaganda basta.

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