Máximo Cancio

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Celestes por adopción

Máximo Cancio es un jugador español que juega por la selección uruguaya de hándbol; a lo largo de la historia varios deportes nacionalizaron extranjeros
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14 de junio de 2012 a las 21:03

Celeste se nace. Pero también se hace. Lo puede afirmar Máximo Cancio, un jugador español de hándbol que la semana próxima defenderá a Uruguay en el Panamericano de Buenos Aires. Pero también lo pueden decir varios estadounidenses que jugaron por la selección de básquetbol o futbolistas de la talla de Atilio García, Juan Eduardo Hohberg o Alberto Spencer.

El fenómeno de nacionalizar deportistas explotó en los últimos años, globalización mediante. Puede verse en la actual Eurocopa de fútbol: el defensor sueco Behrang Safari es nacido en Irán. Un simple ejemplo entre decenas.

El hándbol nacional vive el fenómeno de la nacionalización en su doble manifestación: su mejor jugador, Pablo Marrochi, optó por dejar de jugar por Uruguay y se declaró convocable por Italia.

En contrapartida, el equipo que dirige Jorge Botejara tiene desde 2010 al español Cancio, hijo de madre uruguaya, y acaba de nacionalizar al argentino Gastón Rudich, hijo de padre uruguayo.

Cancio tiene 28 años y nació en Asturias. Su padre llegó a Uruguay en la década de 1970. Se casó con Irma, oriental, en 1976 y cuando saltó la tablita, en 1982, se fueron a Asturias. Dos años después, en Oviedo nació Máximo.

“Vine a visitar Uruguay por primera vez cuando tenía 12 años y tengo recuerdos muy vagos”, contó Cancio a El Observador.

En 2010 lo contactó la Federación y volvió para jugar por Uruguay. “Hasta los 18 años jugué en selecciones formativas de España. Soñaba con jugar por la mayor pero Uruguay era una chance real, lo otro era un sueño y creo que nunca me hubieran llamado”, se sinceró.

La Liga Asobal española es junto a la Bundesliga alemana la más fuerte de Europa.

Cancio jugó en División de Honor B (la segunda) desde el año 2000. La temporada que recién terminó fue su primera en Asobal con el equipo vasco Anaitasuna.

“Soy profesional, vivo de esto y da para vivir bien. En España se paga un promedio de 20 mil euros mensuales con piso (apartamento) pago. Es digno”, afirmó con una sonrisa.

Desde aquel mundo de gimnasios espectaculares, pelotas relucientes, tribunas llenas y salarios en euros, Cancio llegó a Uruguay: “Me chocó la realidad”, comentó.

“Acá la pista no está acondicionado, está muy dañada y los balones son malos”, contó.

En Scuola Italiana se montó una cancha móvil rumana donada por la Federación Internacional en 2010. “La pista está bien, pero si se llena de polvo se pone muy resbaladiza”.

El miércoles llovió a cántaros. La cancha estaba tan húmeda que no se pudo entrenar. Cuando se disponían a hacer físico hubo apagón. Se fueron todos a sus casas.

Por contrapartida, a Cancio le sorprendió el juego de los uruguayos. El estilo. “Tienen mucha diferencia técnica y táctica con varios equipos en la región pero con su competitividad el jugador uruguayo suple muchas cosas; hay muy buenos mimbres, solo falta pulirlos”, dijo el armador que se destaca por tener un gran lanzamiento con ambas manos, algo inusual en este deporte.

“Es un jugador muy astuto”, comentó Emilio Ferraro, pívot uruguayo.

Entre los celestes, Cancio es el “Gallego” a pesar de haber nacido en Asturias. “Me gusta que me llamen así”, confesó.

También le gustó el asado: “La primera vez que vine me salía carne por las orejas”.

También se llevó algunos discos de Jaime Roos a su repertorio. “Sus letras me hablan mucho de Uruguay”.

Así son los tiempos que corren para el hándbol uruguayo. Pero los casos de deportistas extranjeros que defendieron a Uruguay son muchos.

En el primer partido internacional de su historia, la selección uruguaya de fútbol alineó contra Argentina, un 16 de mayo de 1901, al inglés William Leslie Poole.

El argentino Atilio García, el gran goleador de Nacional, se nacionalizó y disputó torneos oficiales. El ecuatoriano Alberto Spencer no se nacionalizó pero jugó cinco amistosos por Uruguay entre 1964 y 1967. El Patrullero Vidal, nacido en Italia, y formado en Argentina, fue campeón mundial en 1950.

El básquetbol, sobre todo con la llegada de extranjeros estadounidenses, siempre buscó nacionalizar. El rugby lo intentó con el hermano del Puma Ignacio Corletto. El atletismo pretende hacerlo con el cubano Aguelmis Rojas. Celestes hechos a fuerza de adopción.

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