César Alierta, presidente de Telefónica durante su expansión en el mundo.
Laura García

Laura García

Analista Financiera

Empresas y Negocios > Por Laura García

César Alierta: el chico que inventó Telefónica sin dejar nunca Zaragoza 

Falleció a los 78 años el ex presidente de Telefónica, César Alierta. Estuvo al frente de la compañía ya privatizada, desde el 2000 hasta el 2016. Fue uno de los empresarios emblemáticos del mundo corporativo español. Creó un imperio y también lo vio resquebrajarse. Nunca abandonó su pasión por su ciudad natal y el club de fútbol de sus amores.
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13 de enero de 2024 a las 07:53

En retrospectiva, es siempre tan claro. César Alierta no hubiera logrado nada sin su agudeza, su disciplina, su preparación, su instinto.

Las oportunidades no esperan al que no está listo en el momento justo. Pero la vida tiene que jugar buenas cartas.

Alierta había trabado una amistad cercana durante años con Rodrigo Rato, en la época en que todavía era un broker (paradójicamente hoy una “mancha” por haberlo vinculado a la investigación sobre el patrimonio del ex funcionario). 

Para cuando Rato llegó a la vicepresidencia económica gracias al triunfo de los populares en 1996, se encargó de que su amigo tomara el control de la empresa pública Tabacalera ese mismo año e ingresara en 1997 al consejo de Telefónica, con Juan Villalonga como nuevo presidente. 

Podrá decirse que cultivar los contactos indicados es más una habilidad estratégica que un giro auspicioso de la vida.

Bueno, acá otra buena mano de ésas como para llevarse todo de la mesa, el gran momento de César (o Césareo, en verdad, porque se llamaba como su padre pero seguramente no le gustaba y quién iba a cuestionarlo). 

José María Aznar estaba rabioso. Villalonga era un desastre. Habían sido  compañeros de banco en el Colegio del Pilar, así que se conocían de lejos. En pleno proceso electoral de 2000, se hablaba de Villalonga por sus salidas poco discretas y su estilo farandulero. 

Se sumó el escándalo de los planes de “stock options” para directivos, el intento de fusionar a la operadora española con una empresa pública holandesa en contra del núcleo duro y de buena parte de los independientes del consejo.

Aznar perdió la paciencia cuando el ejecutivo dejó a su mujer, íntima amiga de Ana Botella, esposa del presidente, por una miss mexicana.

Así, Alierta -gracias otra vez a la intervención de Rato- se convirtió en presidente de Telefónica.

Una empresa que comandaría por 16 años, ya entonces totalmente privatizada, primero por el PSOE de Pedro Solbes y luego por  el Partido Popular de José María Aznar.

Y que seguiría controlando incluso en períodos más hostiles como el del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero, con su destreza para hacer lugar a todos.

Entre el fútbol y la filosofía

De chico, decía que quería ser filósofo o historiador. Claro, su madre, Juana Izuel Labad, enseñaba Filosofía. Sabia, ya entonces le decía que esas materias “mejor para los ratos libres”. 

Así fue como se licenció en Derecho en la Universidad de Zaragoza, la ciudad en la que nació en 1945, e hizo un máster en Business Administration en Columbia (EE.UU). 

La influencia de su hogar también es evidente en la figura de su padre Cesáreo Alierta Perela, alcalde de la ciudad de 1966 a 1970 y presidente del Real Zaragoza entre 1952 y 1958, bajo cuyo mandato se llevó a cabo la construcción del Estadio de La Romareda, lo que en esa época permitió la recuperación de la institución deportiva, en una situación muy precaria. 

Curioso como Alierta fue máximo accionista del club hasta mediados de 2002, cuando vendió sus acciones al actual propietario de la entidad.

Pasó luego a formar parte del grupo de empresarios que en el año 2014 tomó las riendas a través de la Fundación Zaragoza 2032, lo que garantizó la supervivencia de la entidad. Un rescate y a la vez casi un mandato generacional.  

Aunque viajaba con frecuencia al extranjero por su cargo, siempre se hacía tiempo para escaparse a Zaragoza, donde vive aún parte de su familia.

De hecho, allí están sus tres hermanos (Araceli, Luis Javier y José Vicente), además de que siente adoración por sus sobrinos. Hasta el 2015 solía ir a visitarlos con su mujer, Ana Cristina Placer. 

Compañera de ruta 

Si pudiéramos preguntarle a Alierta sobre esta teoría del toque de gracia de la vida, del golpe de suerte, de la oportunidad justa o como quieran llamarle, probablemente diría que si existe alguna fuerza vital como ésa - azar o predestinación- en su caso fue su mujer. 

Ana Cristina Placer fue el amor de su vida. Estuvieron juntos desde la década de los sesenta hasta que ella falleció en 2015. Dicen que eran encajaban a la perfección. 

Ana era extrovertida, suelta, divertida. El, reservado, retraído, discreto. Viajaban juntos a todas partes. Les gustaba compartir la intimidad con sus personas queridas. No pudieron tener hijos pero se desvivían por sus sobrinos. 

El celo de Alierta por preservar su privacidad llegaba a tal punto que decía: “Tengo este teléfono (un Nokia muy básico, sin pantalla inteligente, sin acceso a redes sociales ni a internet), una auténtica carraca, y ni Google, ni Apple, ni Facebook saben de mi vida”.

La muerte de su esposa supuso una crisis personal para Alierta, que al poco tiempo se alejó de la presidencia, aunque quedó al frente de la Fundación.

Se volcó a tareas humanitarias. Era, por ejemplo, un gran amigo del Papa Franciso desde que lo conoció a finales de la década de 2000 y colaboraba con sus causas. 

En octubre de 2017, ocurrió una de las peores pesadillas imaginables para un hombre como él: fue protagonista de la prensa rosa. Pero estaba feliz. Se había enamorado de Isabel Sartorius (58), que había sido novia del entonces Príncipe Felipe entre 1989 y 1991. El ex Telefónica siempre fue un gran amigo del Rey Don Juan Carlos.

Se conocieron en un vuelo solidario a Nigeria pero después de casi tres años juntos, la pareja decidió separarse en 2021.

El negocio, en oferta

Para cuando terminó su presidencia (2016), Alierta había convertido a Telefónica en la cuarta operadora más grande del mundo. El ocupaba el quinto lugar en el ranking de ejecutivos más influyentes del planeta y era también el tercero mejor pagado del Ibex 35 (10 millones euros anuales).

Tras su marcha, dejaba una compañía mucho más grande y más diversificada, geográfica y estratégicamente, pero con un preocupante nivel de deuda.

Para la crisis del 2008, la deuda llegó a los 58.000 millones de euros, lo que marcó un punto de inflexión, obligando a recortar posiciones y vender activos para reducirla.

Hasta entonces, se había dado una fase de agresiva expansión. Sus predecesores, especialmente Villalonga, había entrado decididamente en Brasil.

Alierta desembarcó con Telefónica como operadora en México y pilotó la compra de diez compañías latinoamericanas a Bell South, lo que reforzó notablemente su presencia en la región, y le permitió competir por ejemplo en el vigoroso mercado de la Argentina. 

Además, tuvo el coraje de crecer en Europa, coto vedado a sus predecesores. En una audaz operación compró O2, lo que le dio presencia en Reino Unido, Irlanda y Alemania, cambiando para siempre el perfil de la operadora.  

Creció y creció hasta convertirse en un monstruo. También se endeudó. En la primera década, Telefónica pasó de estar en 11 países a tener presencia en 25. El número de clientes se multiplicó por cuatro. 

Su capitalización bursátil había subido desde los 72.000 millones de dólares del año 2000, cuando era el número once por valor de mercado del sector, hasta los 91.000 millones de dólares, y situarse cuarta, sólo por detrás de China Mobile, AT&T y Vodafone y superando incluso a Verizon, el número dos de EEUU. 

Pero sobre todo desde 2012, el nivel de la deuda y la perspectiva de un magro crecimiento de los ingresos por el cambio del modelo del negocio debido a la digitalización, junto con la cruda competencia en la industria, derivaron en un castigo bursátil que obligó a Telefónica a desinvertir.

Hoy tiene presencia en 12 de los 25 mercados en los que operaba hace unos años. 

Y se volvió un activo con el cartel de oferta que atrae extranjeros. Alierta llegó a verlo. En otro momento, probablemente él hubiera sido amigo de los jeques saudíes y ya los hubiera llevado a conocer Zaragoza. Pero la adquisición por la espalda le debe haber dolido. Ahora, además, con el Gobierno encima. 

¿Se cometieron errores? ¿La industria está en plena ebullición? Quizás crecieron mucho, muy rápido. La competencia se volvió sanguinaria. La tecnología cambió demasiado en muy pocos años. 

Y también había tiempos en que la vida repartía cartas ganadoras.

 

 

También, por Laura García

https://www.elobservador.com.uy/nota/el-estado-espanol-decide-volver-a-telefonica-26-anos-no-es-nada--2023122653716

 

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