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Cohen: “Si nos hacen un par de goles en La Paz, ya no levantamos el partido”

El coordinador del GACH relató que están recurriendo a psiquiatras y psicólogos expertos en comportamiento
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14 de noviembre de 2020 a las 05:02

Nos están apedreando el rancho, pero aun no estamos perdiendo el partido, cree Henry Cohen, uno de los tres coordinadores del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) que aconseja al presidente Luis Lacalle Pou respecto a la pandemia. Ilusionado con las vacunas, Cohen relató que el GACH está estudiando con expertos en comportamiento cómo lograr llegar a los grupos que hoy son más reacios a acatar el mensaje de cuidado y distanciamiento social.

Cuando vine a entrevistarlo en mayo traje dos pares de zapatos, y dejé afuera los que usé en la calle. Ahora no me cambié el calzado y creo que son pocos los que aún lo hacen, porque se ha dicho que es un modo muy improbable de transmitir el virus. ¿Qué aprendimos de la pandemia en los últimos meses?
Mucho y a una velocidad asombrosa: desde conocer el genoma del virus a ir identificando cuáles tratamientos sirven y cuáles no. Algunas cosas que deslumbraban al comienzo resultó ser que eran exactamente lo contrario.

Como la hidroxicloroquina.
Por ejemplo. En cambio, otros recursos que teníamos desde hacía mucho tiempo y que son muy económicos, como la dexametasona, demostraron dar un buen tratamiento. 

¿Para qué se usa la dexametasona?
No sirve al comienzo de la enfermedad, pero en algunos pacientes cuando ésta ya evolucionó – es útil para vencer su componente inflamatorio. Se está usando bastante en todo el mundo. Y da resultado.

¿Qué más aprendimos?
Que los lugares cerrados, con poca ventilación, con mucha cercanía de las personas, tienen el riesgo máximo. Que hablar en voz alta, gritar o cantar aumentan mucho ese riesgo. Y también aprendimos que todo ese temor que teníamos al contagio por objetos –si bien lo respetamos y aconsejamos mantener los cuidados- ya no tiene tanta trascendencia. No están allí, ni de cerca, la mayor parte de los casos.

¿Qué pasa con las aglomeraciones en lugares abiertos, con y sin tapabocas, que tanto ocupan el debate público en este momento?
A nosotros nos gusta hablar de niveles de riesgo. No hay un número mágico que diga cuántas personas puede haber en una plaza. Si hay una reunión en un parque y no se pueden mantener los dos metros, hay que llevar máscaras faciales. Y si las llevan, y no están cantando ni gritando, está todo bien. Pero si estás en una fiesta al aire libre, hay una aglomeración, la música está a todo volumen y para comunicarse hay que gritar, las posibilidades de contagiarse son muy altas. Hay que tomar en cuenta todas estas cosas y comunicárselas a la población. 

Está la idea de que si es al aire libre nunca es peligroso.
Lo es en mucho menor medida. Menos del 5% de las transmisiones se produce al aire libre. Pero si van a estar todos juntos, aglomerados, sin tapabocas, el riesgo existe y es ese 5%. Y si cantan o gritan, más. Todo eso no está bien. Es un riesgo que a mi criterio no se debe asumir. Estamos en democracia en Uruguay y se puede haber cualquier tipo de demostración de lo que fuera, públicamente. Pero esa demostración tendrá mucha más fuerza si los que la llevan adelante cumplen con las medidas de protección, hacia sí mismos y hacia la sociedad.

Se legitima el reclamo.
Exacto. ¿Qué puede pensar de esos reclamos el que ve que quien los lleva adelante elige no cuidar al resto de la sociedad?

En la reciente conferencia del GACH usted se dijo que quien se infecta llevando máscara o tapabocas desarrolla la enfermedad de un modo más leve. Me llamó la atención.
Está demostrado. Primero decían que el tapabocas no servía. Luego que servía para proteger a los demás. Después nos dimos cuenta que también servía para protegerse a uno mismo, porque es una especie de filtro. Y ahora sabemos que las personas que se infectaron usándolo tienen muchas veces una enfermedad de menor gravedad. Por eso esa comparación que dice que “el tapabocas es la vacuna” no está mal, porque de verdad nos protege. Hay trabajos científicos, muy bien hechos, que demuestran que el uso de máscaras –de uso social o médicas reduce hasta el 67% la posibilidad de transmisión del virus. Hay un trabajo excelente hecho con hamsters: con y sin máscara. Los que no tenían máscara se enfermaron en un 75% y los que la tenían solo en un 25%. Está súper demostrado, también por situaciones de la vida real que se dieron casi experimentalmente, como lo que ocurrió en una peluquería en New Hampshire. Había un grupo de peluqueros que atendía a los clientes siempre con tapabocas. Pero cuando estaban solos, entre ellos, se los quitaban. Uno de los peluqueros se infectó. Sus compañeros se contagiaron todos, pero ninguno de los clientes. Pasó así y está publicado. El contra ejemplo es un campamento en Georgia donde nadie uso máscaras y se contagiaron una cantidad de chicos y sus monitores.

"Si estás en una fiesta al aire libre, hay una aglomeración, la música está a todo volumen y para comunicarse hay que gritar, las posibilidades de contagiarse son muy altas"

En Asia los tapabocas ya se usaban cuando alguien tenía un resfrío o gripe. También fueron un elemento clave para controlar la epidemia de SARS en 2002-2004. ¿Por qué la OMS fue tan enfática en negar su utilidad al comienzo de la pandemia? Incluso en Uruguay hubo médicos que trataron de tontos a quienes los usaban.
El único motivo razonable que encontré es que había que cuidar las máscaras para el uso del personal de la salud. Luego se vio que las máscaras de tela, comunes, de fabricación doméstica, también servían. Y la evidencia se hizo irrefutable. Será una de esas cosas que se escribirán en la historia, que un día eran un “no” y luego fueron un “sí”. Como la hidroxicloroquina, que era un “sí” y después fue un “no”.

Usar la máscara es un sacrificio muy menor y de una gran utilidad. ¿A qué adjudica la resistencia de alguna gente a llevarla?
Hay gente que no cree que todo esto no es cierto. Otros lo rechazan por su condición psicológica. Los adolescentes son rebeldes por naturaleza y así debe ser. Hay que recordarles que viven en sociedad y que muy posiblemente a ellos no les pase nada, pero quizás sí a mamá, papá, el abuelo o a un vecino. Algunos dicen que en su familia son todos jóvenes, pero de repente hay un obeso, un diabético o un hipertenso y entonces, aunque tenga 30 o 40 años, también estará en riesgo. En Uruguay la pandemia ya lleva ocho meses y se produce esa fatiga: a la gente le cuesta motivarse para llevar adelante las medidas. Y eso que nos ha ido muy bien. Argentina tiene 750 fallecidos por millón de habitantes; Uruguay 17. Es importante volver a motivar a la gente, reconocerles el esfuerzo, volverlos parte de la solución y no del problema.

Europa fracasó en vencer esa fatiga. Países que les había ido muy bien, como Alemania, ahora están en problemas. ¿Cómo podemos nosotros ganarle a la fatiga?
Tenemos la suerte de ver lo que pasó en Europa. Nuestro grupo que trabajó y está trabajando en el tema turismo analizó lo que pasó en más de diez países europeos. Se estudió el caso de Islandia, que es una isla, con diez veces menos población que Uruguay, y que estaba en una situación fantástica respecto a la pandemia. Pero entraron dos turistas franceses y se fueron a 100 casos, que sería como que nosotros tuviéramos 1.000. Ahí vimos lo que no teníamos que hacer. La medida de no abrir las fronteras para extranjeros fue trascendente, porque si no seguro nos iba a pasar lo mismo que a Europa.

¿Qué pasará con los uruguayos que viven en el exterior y quieren venir para las fiestas o el verano?
Es un riesgo, como también la mayor llegada de extranjeros que tienen residencia. Nosotros creemos que hay que regular su llegada basándose en las condiciones propias del Uruguay, que tiene una circulación comunitaria baja. La gente que venga, vendrá de países con circulación comunitaria alta: como Argentina, Brasil, Estados Unidos… Nosotros podemos hacer 8.000 o 9.000 tests PCR por día, y sabemos que estamos usando 3.000 o 4.000 por día para nuestras necesidades. Nos quedarían unos 4.000 tests más para hacer por día. Ahí hay una limitante: como cada persona que entra necesita dos tests, uno al entrar y otro a la semana, eso indicaría que pueden ingresar unas 2.000 personas cada jornada. Instrumentarlo es mucho más difícil que decirlo. Pero estamos trabajando muy fuerte en eso.

"No hay un número mágico que diga cuántas personas puede haber en una plaza. Si hay una reunión en un parque y no se pueden mantener los dos metros, hay que llevar máscaras faciales"

¿Qué otra cosa hizo mal Europa?
Colegas franceses me contaban que los resultados de los tests a veces demoran cuatro días y que, ese retraso, hace que cuando por fin llega el resultado no sea posible seguir la cadena epidemiológica. Quizás también se confiaron demasiado en que lo peor había pasado con la primera ola. 

¿Cómo llegarle con estos mensajes a los jóvenes, que muchas veces están ajenos a las noticias o a los medios de comunicación tradicionales?
Es un problema muy serio. Hay que comprenderlos, están en una situación de rebeldía natural: a mí no me va a tocar, yo quiero divertirme. Hay que explicarles, invitarlos a ser parte de la solución, involucrarse en la sociedad. Hay que decirles: ustedes se pueden divertir, pero tienen también que colaborar para que menos uruguayos se enfermen. El GACH está trabajando a través de un equipo a cargo de Ricardo Bernardi, prestigioso psiquiatra, psicoanalista, profesor de psicología médica de gran nivel, y con gente que no está directamente en el GACH, como Nicolás Bagattini y otros que se han ofrecido, o que hemos ido a buscar, para formar un grupo de estudio del comportamiento, para poder asesorarnos lo mejor posible de cómo debe ser la comunicación en todo orden: con la población en general, pero también con los grupos a los cuales es más difícil llegar. Y así poder recomendar mejor al gobierno nacional en ese campo.

¿Qué tan alentadoras son las noticias sobre la vacuna?
Son las mejores noticias que hemos escuchado en muchas semanas. Me han preguntado varias veces si me voy a vacunar y si voy a recomendar a mi familia que lo haga, y mi respuesta ha sido siempre un sí rotundo. Confío porque hay muchas vacunas en fase 3, se conocen sus protocolos y se van conociendo resultados parciales, como el de hace unos días de Pfizer, que demostró tener eficiencia en nueve de cada diez personas. Nadie esperaba un 90%. Aun no conocemos los trabajos finales, que no están publicados. Cuando lo estén, tendremos más material para evaluar. Pero además las agencias reguladoras internacionales, como la de Estados Unidos y la de Europa, tienen evaluadores independientes. Yo confío en ellos. Y confío en que los datos estarán disponibles para que cualquiera los pueda analizar.

Además de la eficiencia está la seguridad. La única manera de saber que una vacuna no tiene efectos secundarios un año después de dada, es esperar que pase un año desde que se inyectó. La fase 3 comenzó en setiembre. Eso nos llevaría como mínimo a setiembre de 2021. ¿Usted se vacunaría antes de esa fecha?
Sí, yo me vacuno igual. Antes el lapso de espera era mayor a un año. Pero esta carrera desenfrenada, que logró el milagro de que a menos de 11 meses de conocido el virus haya una vacuna en forma inminente, hizo sacrificar etapas. Por eso la aprobación de las vacunas no será definitiva sino provisoria. Serán permisos provisorios. Y habrá muchos ojos mirando lo que pasa una vez que se comience a vacunar. Pero la necesidad de vacunar es importante y los efectos secundarios que se han visto hasta ahora son razonables. Necesitamos más datos y los vamos a tener. 

"Me han preguntado varias veces si me voy a vacunar y si voy a recomendar a mi familia que lo haga, y mi respuesta ha sido siempre un sí rotundo" 

¿Cómo imagina 2021?
Espero que los países con mayor acceso a las vacunas comiencen a recibirla en el primer trimestre. Ese es mi deseo, y que Uruguay esté en la lista lo más próximo posible a eso. Pero el verano lo vamos a pasar sin vacunas. Por eso insistimos tanto en las medidas no farmacológicas. 

La conferencia del GACH fue de tono optimista. Se remarcó que la situación seguía bajo control. Luego de ella se han venido batiendo un récord de casos diarios tras otro. ¿Hoy el tono de la conferencia sería otro?
Dijimos que queremos volver a la zona verde y cada día se nos está haciendo más cuesta arriba. Pero todavía podemos hacerlo. Lo demuestra cómo se controló el brote en Rivera. ¿Cómo? Haciendo perfectamente bien el rastreo, gracias al trabajo de la división de epidemiología de Salud Pública, que no me canso de elogiar. 

Pero hoy hay un problema en Montevideo. ¿Se puede hacer lo mismo en una ciudad de un millón y medio de habitantes, con gente que no cree…?
Todavía se puede. Tenemos que evitar que nos pase lo de Costa Rica, que estaba igual que nosotros en junio y hoy tiene 120.000 casos y 1.500 muertos.

¿Cuál es hoy la metáfora futbolística? ¿Ya nos hicieron el primer gol en la altura de La Paz?
No, seguimos peleándola.

Se me hace que la metáfora no puede ser la misma hoy que, tenemos 80 u 95 casos diarios, que cuando teníamos diez.
El partido termina en el minuto 90 y te pueden estar apedreando el rancho, haberte metido tres tiros en los palos, pero el gol todavía no te lo hicieron. Creo que todavía estamos por ahí. Porque si nos hacen un par de goles en La Paz, ya no lo levantamos.

¿Y qué sería que nos hicieran dos goles en La Paz?
Que pasáramos a tener esas cifras que no queremos, de tres dígitos, durante más de un día. Tuvimos diez, 20 y estábamos cómodos. Pasamos a 30, ya no tan cómodos, pero en la zona verde. Pasamos a 60, a 70… Hubo gente que dijo: en pocos días vamos a estar en 100. Si llegamos a 100, y nos mantenemos en 100, todo va a ser mucho más difícil, porque hay que tener más personal –que precisa entrenamiento, que precisa dedicación. Ayer el ministro anunció la contratación de más rastreadores. Entonces quizás el gol en contra no sea llegar a 100, sino a una cifra un poco más alta.

¿Cómo ve al equipo para lo que resta de partido?
Lo principal en este caso, aunque parezca superficial o cursi, es recordar que no son 11 jugadores, sino que jugamos los tres millones. Tenemos que estar todos involucrados. 

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