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Compartir internet y “escuchar” la electricidad: cómo es la vida en la Antártida

La vida en el continente de hielo requiere administrar el uso de internet y una preocupación cuando no se escucha el sonido del generador eléctrico
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19 de agosto de 2019 a las 05:00

Viajar a la Antártida es ir al pasado y también al futuro. No es una contradicción: la tecnología que utiliza la base uruguaya en la Antártida tiene características de fines de los 90 y otras que parecen ser el futuro en la forma en que se produce (y consume) la energía.

Es que la vida en el continente blanco tiene costumbres y rutinas que la hacen diferente a la vida hiperconectada que tienen los usuarios convencionales cuyos celulares están (casi)  todo el tiempo bajando contenidos.

Por ejemplo, en la base uruguaya no hay 3G y mucho menos LTE. “Evitamos instalarlo porque los anchos de banda que nos demanda no los podemos tolerar con los enlaces satelitales que tenemos”, comentó a Cromo Rafael Fraga, integrante del Departamento de Infraestructura y Tecnología en el Instituto Antártico Uruguayo (IAU). En la base hay dos antenas que le permiten contactarse con esos satélites y lograr esa conectividad. 

Hoy esos enlaces permiten descargar hasta 6 megabits por segundo. Hoy un plan básico de fibra óptica para el hogar sextuplica esa velocidad. “Esto lo tenemos como una innovación desde hace dos años. Hace cinco años teníamos 1 mega y medio”, comentó el experto. 

La telefonía urbana, celular y otros datos se transfieren por ese enlace satelital. Por eso, Fraga solicita a los nueve habitantes uruguayos que pasan el invierno en la sede que eviten las videollamadas con sus familiares”. “Si hablan por voz, (la administración de los datos) es muy manejable”, comentó.

Según su opinión, la Base Artigas está “muy bien posicionada” para la velocidad de internet que tienen otras partes en la Antártida. “Somos líderes en la zona”, comentó. “Permitimos que las visitas usen internet”, comentó.

La incorporación de mayor velocidad de internet es fundamental para los científicos que no están tan acostumbrados a la vida sin celular. “Los que nos vamos más días a la Antártida estamos más acostumbrados”, comentó.

“Si todo funciona bien, y la gente es consciente, pueden ver todos juntos una película de Netflix en el comedor. En esas condiciones, si nadie llama por teléfono a la casa, se puede hacer”, agregó. Pero si cada uno está conectado desde su dispositivo se hace difícil la tarea.

Entre generadores, paneles y sensores

La experiencia sensorial representa un cambio muy abrupto para quien pase algunos días en el continente de hielo. Y el sonido del generador eléctrico es indispensable. “Vos te acostumbrás a escucharlo todo el día. Y si escuchás que se apaga estás en problemas”, comentó Fraga. 

Desde hace algunos años, la base busca innovar con energías renovables. Por eso, mira al futuro e incorpora paneles fotovoltaicos que buscan acompañar la transformación de la matriz energética que ya ha experimentado Uruguay. En este sentido, y en el marco del proyecto, “Antártica Sostenible del IAU, la empresa ABB Uruguay donó equipamiento, brindó capacitación técnica a los instaladores y acompañó todo el proceso de configuración y puesta en marcha de la instalación.

El objetivo fue incrementar la generación de energía eléctrica renovable del lugar e ir sustituyendo progresivamente el uso de combustibles fósiles, que hasta el año 2017 eran el único medio de generación de energía. “Con esta instalación, se alcanzan los 7.2 kilowatt de energía fotovoltaica, que representa casi el 10% del consumo en la Base Artigas durante el verano”, señaló la empresa en un comunicado.

La instalación de los paneles de esta nueva planta se hizo sobre una estructura metálica inclinada, fija al piso y diseñada para tolerar las condiciones climáticas adversas de la Antártida, que incluyen rachas de viento de hasta 200 kilómetros por hora, temperaturas por debajo de los -40°C, acumulación de nieve de más de un metro y mucha salinidad en el ambiente.

Los científicos dejan instalados sensores durante cierto período de tiempo para recabar información para un proyecto científico. Por ejemplo, hace un tiempo fue instalado un medidor de la capa de ozono en la atmósfera. “Ese equipo funcionaba automáticamente, transmitía datos y lo hacía gracias a los enlaces satelitales que tenemos”, comentó Fraga.

Hoy sensores de todo tipo: del suelo, de meteorología y algunos que miden la intensidad de radiación solar. “A medida que colocamos paneles solares, les asociamos a cada uno un sensor para medir la eficiencia de cada uno de los paneles”. 

Los sensores a los que se les presta más atención son los que miden la energía, la temperatura y la humedad. “En la Base Artigas tenemos que saber momento a momento cuánto consume cada edificio. Esto te permite leerlos y tomar medidas instantáneas”, comentó Fraga.

Se puede saber cuánto consume de calefacción el living de la base y, con esos datos, se puede definir qué apagar y qué encender. Hay más de 15 colocados en toda la base, que se suben a un sistema informático llamado Scada. 

Valorar lo de acá
"Una de las cosas que te da la vida de allá es valorar lo que tenemos acá. Cuando estás en un sitio donde los recursos son limitados, te hace acordar que asumimos que son un hecho, en realidad no son un hecho. La capacidad de conectarte en cualquier sitio, y que sea casi gratis, eso no existe. Te hace pensar bastante sobre lo que está en tu casa está bueno"

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