Comprendiendo a Manini

Durante estos meses, Manini Ríos se las ingenió para cooperar con el gobierno que integra y, al mismo tiempo, dejar la huella de sus convicciones en el debate público. No cuesta mucho imaginar que algunas de sus posiciones deben haber generado fastidio entre sus socios. Es sabido que el presidente hubiera preferido que fuera ministro de Salud Pública y no senador. No le debe haber hecho mucha gracia al equipo económico que Manini se pronunciara, en marzo, a favor de la postergación del aumento de tarifas públicas. Su iniciativa más reciente, el proyecto de ley para derogar la ley interpretativa de la Caducidad, volvió a elevar la temperatura en la interna de la coalición multicolor. Sin embargo, no sería justo decir que ha sido una piedra en el zapato. No lo sería, entre otras razones porque quedado claro que el ministro Daniel Salinas, hombre de confianza de Manini Ríos, ha estado a la altura de la crisis sanitaria.

Soy de los que piensan, siguiendo a Max Weber, que la acción social es una mezcla cambiante de convicciones y cálculos, de rutinas y pasiones, de circunstancias y tradiciones. “Santa María, San Berenito, todo mezclado”, al decir de Nicolás Guillén. Comprender a Manini, ponerse en sus botas, es cada día un poco más necesario para cualquiera que intente seguir la marcha cambiante del tablero político uruguayo. Paso a compartir lo que he podido ir aprendiendo sobre este nuevo actor que, para mi gusto, llegó para quedarse. Lo haré siguiendo cuatro dimensiones analíticas: biografía, ideología, ambición y dilemas.

No hay forma de comprender al líder Cabildo Abierto sin empezar por dos datos básicos de su biografía. Manini es un Manini, y Manini es militar. “La fruta cae cerca del árbol” dijo, en plena campaña electoral, Luis Lacalle Pou al hacer referencia a su propio padre. No hace falta saber demasiado de historia para recordar que su abuelo, Pedro Manini Ríos, hace algo más de cien años, fue capaz de enfrentarse por razones estrictamente políticas con el hombre más poderoso de su tiempo, José Batlle y Ordóñez. Su padre, Alberto, a fines de la década del cincuenta, como siguiendo un mandato genético, se enfrentó con Luis Batlle. Pero Guido, en su juventud, no eligió la carrera política sino la militar. Este dato es también muy importante. Ninguna institución se hace solamente de reglas. Tan o más importante que las normas son las convicciones y tradiciones que la vertebran. La familia militar es una corporación en el sentido etimológico del término: el cuerpo es más importante que cada parte.

La familia militar, en todos lados, cultiva al menos tres valores: orden, jerarquía, patria. Los militares uruguayos, además, rinden un culto muy especial a José Artigas. Su biografía ofrece, por tanto, pistas heurísticas para profundizar en el terreno ideológico. Guido Manini Ríos es, por donde se lo mire, nacionalista. En su juventud, se identificó con el combate a la guerrilla en nombre de la patria. Medio siglo después, ese mismo nacionalismo se manifiesta, por ejemplo, en sus posiciones sobre política económica (en su crítica al contrato con UPM) o en su rechazo a los dictámenes de tribunales internacionales (como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos). Su nacionalismo, vaciado en el molde del artiguismo, ayuda a entender su permanente referencia a los más “frágiles”. El nacionalismo, desde luego, lo acerca a la tradición blanca. Pero tanto por su ascendencia familiar colorada como por su formación militar, Guido Manini Ríos tiene un sentido del Estado distinto al del Partido Nacional. No hay colorados sin sentido del poder. El líder de Cabildo Abierto no oculta su ambición presidencial. Pero vale para él también la metáfora automovilística que usé, en distintos momentos, para analizar las restricciones de Ernesto Talvi. Manini Ríos fundó su propio partido. Sospecho que esa plataforma política no es lo suficientemente potente como para llevarlo a la Presidencia. Para llevar hasta las últimas consecuencias su ambición precisa un partido más grande, con más historia, con más estructura. La pregunta que ya empieza a circular es si Manini Ríos no estará condenado a reencontrarse, tarde o temprano, con sus genes, con su historia familiar. Tiendo a pensar que, más allá de diferencias “océanicas” que pueda tener con otros sectores del Partido Colorado, cabildantes, ciudadanos y batllistas todos tienen mucho para ganar si convergen. Antes, como pasa siempre, tanto colorados como blancos intentarán minimizar la creciente influencia del inesperado desafiante. Pero dejemos esto para otro fin de semana. 

Adolfo Garcé es doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República

adolfogarce@gmail.com