Cuidar a la Policía

Sobra la evidencia de los problemas que significan para las naciones la prostitución de la policía, amenazada y tentada por las bandas delictivas a mirar para el costado en lugar de actuar y reprimir. Las decenas de ataques a uniformados en los últimos días en Uruguay son parte de un proceso que ya se vivió en el nefasto Triángulo del Norte, integrado por los tres países centroamericanos mencionados. Así empezó todo, advierte Guarteche.

Los índices de asesinatos, rapiñas, secuestros y chantajes que hoy son moneda común y parte de la cotidianidad en esas naciones comenzaron cuando la policía empezó a sentirse desamparada ante la violencia con la que se la atacaba, la falta de respeto a su investidura y la ausencia de respaldo institucional. Todo esto sumado a los salarios muy bajos de los uniformados, que muchas veces viven en los mismos barrios que los delincuentes, atenta contra la confianza de quienes deberían cuidar a la sociedad. Nada bueno puede surgir de ese caldo de cultivo nauseabundo donde al final resulta más fácil no jugarse la vida por proteger a la sociedad y sí ceder a la presión del mundo delictivo para de alguna manera volverse cómplice, o directamente, pasar a ser como ellos.

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Son demasiadas las señales del deterioro, han sido innumerables las advertencias del menoscabo de la seguridad pública y de la situación en las cárceles que se convierten en verdaderas universidades para el crimen, donde en lugar de ir para readaptarse a vivir en sociedad, se consiguen verdaderas maestrías en cómo ser más sagaces y precisos a la hora de delinquir. Muchas alarmas sonando al unísono con escasa reacción.

Al final todo lleva a la desestabilización de los sistemas democráticos y nada bueno es lo que viene después. Promesas de mano demasiado dura, reacciones radicales como el “hay que matarlos a todos”, y lo peor, sociedades violentas que viven con miedo y desconfiando de todo y de todos.

Por lo antedicho, apostar a la seguridad humana como plantea Guarteche debería ser el rumbo. Apostar a la educación, a los valores de convivencia, al respeto y a la cultura es fundamental para evitar caer en la espiral tan temida. Pero antes hay que apoyar decididamente a la policía en la valorización de su persona, la salud de su psiquis, el entrenamiento, equipamiento para defenderse y sobre todo que sienta que el Estado y la sociedad que protegen la quiere, valora, respeta y necesita incorruptibles.

Apoyar y cuidar a nuestros policías debería ser una causa nacional. Empatizar con ellos y con sus familias en momentos de dificultad debe ser tarea urgente del próximo gobierno, como hacía el ministro Stirling al acompañar a la familia de cada policía caído en combate. No es solo apoyo material sino también un reconocimiento personal a su tarea, a sus personas y a sus familias. Algo que faltó en este gobierno.