La gente se aglomeraba contra el tejido. Las discusiones subieron de tono. El flanco de los insultos era el técnico de Peñarol. Era agosto de 2018 cuando Diego López escuchaba una lluvia de ofensas: “Volvé a Italia. Esto es Peñarol. Estás robando la plata”, era las más livianas, por tildarlas de alguna manera.
La gente tenía fresca la humillación sufrida con Atlético Paranaense en la Copa Sudamericana. Las críticas llovieron. Que no entendía el medio, que no conocía a los jugadores, que era un técnico que llevaba 20 años radicado en Europa.
Peñarol era un polvorín por donde se lo mirara. Cachila Arias se había ido abriendo aún más la herida. Era un hombre querido por la hinchada.
Para colmo de males el argentino Carlos Matheu, contratado para suplir a Cachial, no dio la talla cuando fue llamado a jugar.
Nacional era dueño del Apertura y del Intermedio. Viajaba en coche.
El golpe internacional había sacudido los cimientos del club.
La derrota generó hasta movimientos, discusiones, insultos en las tribunas del Campeón del Siglo donde algunos dirigentes no la pasaron bien.
La gente cantó a coro: “Dirigentes, no jueguen con la gente, el club es de los socios y los que estamos siempre”.
Meses después López borraba los insultos por aplausos. Se fue haciendo a la medida del mercado uruguayo con el paso de los partidos. Revivió viejas historias de su etapa de jugador. Pero ante todo, demostró una enorme altura cada vez que se plantó a declarar ante la prensa.
Mostró un buen manejo de las situaciones complejas como suplir la baja de Walter Gargano. No le tembló el pulso para sacar del equipo al mundialista argentino Maxi Rodríguez y no dudo cuando tuvo que colocar en cancha el doble 9 de Viatri y Gabriel Fernández.
No dudó en darle la titularidad al botija Busquets cuando se quedó sin Guillermo Varela.
Está claro que su equipo depende en gran medida del Cebolla Rodríguez. El Peñarol de López, sin ser un gran equipo, cumplió con su obligación de estar en la definición. Su entrenador hizo honor al tatuaje que luce en su brazo: “los guerreros nunca se rinden”.
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