El equinoccio aún no anunció la entrada formal del invierno. Pero en las emergencias pediátricas las consultas por infecciones respiratorias —otrora conocidas como enfermedades invernales— alcanzaron “cifras inauditas para la época” y en las unidades de cuidados intensivos trabajan a “cama caliente”: la ocupación ronda el 75%.
“Los cuidados intensivos todavía no están saturados, pero sí hay una tensión porque estamos teniendo más ingresos en épocas no tan esperables”, explica Nicolás Monteverde, presidente de la Sociedad Uruguaya de Neonatología y Pediatría Intensiva la que, desde la semana pasada, empezó a medir día a día los niveles de ocupación de las camas en los 18 CTI de niños.
Antes —léase en tiempos en que los virus que causan infecciones respiratorias seguían la lógica de las estaciones— las consultas a las emergencias tenían su salto entre junio y julio. Por eso las vacaciones de invierno se habían fijado para entonces, por eso los prestadores de salud planificaban el incremento del personal pasada la semana 23 o 24 del año, y por eso las faltas escolares aumentaban cercano al receso. Pero la catedrática de Pediatría María Catalina Pírez comenta que “este 2023 ya se vio una tasa alta en la semana 18 y 19… más de un mes y medio por adelantado”.
Durante los dos años de emergencia sanitaria del covid-19, los niños se habían recluido y habían estado menos expuestos a la circulación viral. Había aumentado la tasa de vacunación contra la gripe (alcanzó el 39% del grupo de riesgo de niños de seis meses a cuatro años) y hubo “excepcionalmente pocos” casos graves de infecciones respiratorias.
El año pasado, con la emergencia acabada, la epidemiología dio su primera alerta: los virus volvieron a circular como antes, pero la alta transmisión se mantuvo hasta fines de setiembre o comienzos de octubre. Y ahora se adelantó.
“En esta fecha del año recibíamos en promedio unas 200 consultas en la puerta de emergencia del Pereira Rossell (el hospital pediátrico de referencia), mientras que ahora llevamos varios días de 340 o 350 consultas… una cifra de la que no hay registro histórico”, cuenta el jefe de Emergencia, Javier Prego.
En ese sentido, el director del hospital pediátrico, Álvaro Galiana, insiste en que “desde hace un mes y medio las consultas no ceden y no está muy claro si ya se alcanzó el pico: los virus dejaron de estar marcados por una estación”.
Los reportes de la Organización Panamericana de la Salud señalan que en Uruguay está habiendo una alta circulación del virus respiratorio sincitial (más conocido por su sigla VRS) y, en menor medida, de la influenza A H1N1 (aquella que se hizo famosa en 2009) y la influenza B (Victoria).
Chile retornó al uso obligatorio de mascarillas en las escuelas. Así lo dispuso el Ministerio de Salud chileno tras la muerte de seis niños por infecciones respiratorias, nada extraordinario frente a otros años si no fuera por la época en que se dieron. Los modelos de predicción epidemiológica estiman que habrá un nuevo pico en dos o tres semanas. Y los técnicos chilenos hablan del “mayor brote de VRS en años”. La ocupación de camas de CTI pediátricos llega al 87% en el país trasandino, según el último informe publicado este lunes.
Argentina, Paraguay y Colombia han reportado un escenario similar.
“Lo que está sucediendo en la región enciende la alerta, porque es frecuente que Uruguay padezca los mismos fenómenos con cierto retraso”, explica Prego. En el Pereira Rossell, por ejemplo, ocho de cada diez niños internados dieron positivo al diagnóstico de VRS. Y la tasa de positividad en general para los virus respiratorios supera el 40%.
“Hoy se están enfermando los susceptibles acumulados”. Así define la pediatra Pírez a los niños —sobre todo los más pequeños— que no adquirieron la inmunidad natural o por vacunación contra algunos de los virus que circulan. “Podría decirse que estamos viendo parte del efecto posterior a la pandemia”.
Tras la vacunación récord con la gripe en 2020 y 2021, el año pasado solo el 15% de los niños en edad de riesgo se vacunó. Este año, con la campaña todavía en curso, la cifra “es baja y similar a la del año pasado”, alertó una fuente del MSP.
La intensivista pediátrica Alicia Fernández lo resume así: “Estos días estamos viendo varias internaciones de niños por cuadros respiratorios y cuando les preguntamos a los padres si los pequeños fueron vacunados, responden: ‘No’”. Según la especialista “es inadmisible que estemos viendo niños con soporte respiratorio porque no fueron vacunados o porque sus padres no se vacunaron si es que los bebés son menores de seis meses”.
Distinto es el caso del VRS en el que la vacuna todavía no está aprobada para el uso pediátrico. En Estados Unidos sí existe una autorización para mayores de 65 años.
Galiana agrega que “las infecciones respiratorias son potencialmente graves en los niños, sobre todo en los más pequeños” y que hay que quitarse “el mito de que después de covid no pasa nada o que una gripe no mata a nadie”. Según el director del Pereira Rossell “la gravedad no solo debe medirse en el impacto directo de la infección viral, sino en cómo el sistema inmune queda debilitado y luego esos niños son susceptibles a infecciones bacterianas más graves aún”.
La génesis de las vacaciones de invierno no es el turismo. La historiadora Silvia Facal había recordado que, en la reforma educativa de José Pedro Varela en la segunda mitad del siglo XIX, ya se hablaba de un corte de la obligatoriedad de la asistencia escolar asociada a las epidemias de viruela, sarampión y gripe.
En este sentido, el investigador Dusan Martinovic Andrade explicó que la frase célebre de la poetisa chilena Gabriela Mistral, “la letra con frío no entra”, tiene su origen en un reclamo de esta premio Nobel por la extensión de las vacaciones de invierno. Sucedió que, en 1919, “el doctor Abraham Dodds informa a las autoridades el resultado de sus evaluaciones de controles de salud realizados a estudiantes de clase obrera matriculados en los establecimientos fiscales de la región, indicando que 100% de los alumnos de las escuelas de Punta Arenas padecía raquitismo, afecciones broncopulmonares y escrófula” y Mistral, por entonces maestra, queda consternada y propone un receso.
Pero con el correr de los años, y salvo excepciones, las vacaciones de julio fueron adquiriendo una razón turística. Los padres que pueden planifican su descanso, las maestras también. Las escuelas públicas acortaron a una sola semana ese receso, la mayoría de privadas aprovechan el acumulado de asuetos para ofrecer dos.
Según la intensivista Fernández, “una semana es poco tiempo para cortar con la transmisión viral y habría que repensar la vuelta a dos semanas de receso”. Eso mismo se hizo en la emergencia de covid-19 tras la propuesta de esta pediatra que dirigía el programa de Salud de la Niñez.
A su colega Galiana no le preocupa tanto la duración de las vacaciones, sino la época. “Lo ideal para que se cumpla el propósito sanitario sería que existiese flexibilidad y que ni bien se detecta el ausentismo por infecciones respiratorias se fije el corte por una o dos semanas”.
Galiana admite que un sistema flexible podría ir en contra de la organización de los padres, o del turismo, o de la planificación de vacaciones que hacen los docentes, “pero esas son explicaciones que deberán atender otros sectores, desde el derecho a cuidar la salud de los niños lo ideal sería que el corte se ajuste a la situación epidemiológica del año”.
Se sabe que la tasa de vacunación contra la gripe cayó. Se sabe que algunos niños no se expusieron a los virus. Se sabe que hay salones de clase, comercios, lugares de recreación que no se ventilan como debería. Se sabe que aquellas recomendaciones de no visitar a un bebé si se está enfermo (o usar mascarilla) fue olvidándose acorde acabó la pandemia. Pero se desconoce si el cambio climático está incidiendo en la circulación viral fuera de fecha.
“Como hipótesis podría pensarse que la falta de lluvias hace que el aire se limpie menos y, por consiguiente, los contaminantes permanecen más tiempo suspendidos”, teoriza Galiana.
La catedrática de Ciencias de la Atmósfera Madeleine Renom coincide en que “esa hipótesis podría pensarse en ciudades más grande que Montevideo, con mucha polución y poco viento como Santiago de Chile o San Pablo”. Pero, por ahora, “hay un vacío científico sobre el impacto que el cambio climático está teniendo en la salud humana… es un enorme campo a explorar que todavía no tiene respuestas contundentes”.
El Covid-19 había cambiado el paradigma sobre la transmisión de la mayoría de los virus respiratorios. Los científicos empezaron a comprender que la transmisión estaba basada en las pequeñas partículas que circulan por el aire y no tanto en aquellas que se basan en el tacto (como en el caso del cólera en que influye el correcto lavado de manos). Eso no significa que higienizarse o cambiarse de ropa no contribuya a la prevención, solo que no es la medida fundamental si se mantienen espacios sin ventilar, con personas hacinadas y a la que concurren algunas con síntomas de resfrío.
De hecho, entre las recomendaciones que realizó el Ministerio de Salud Pública por la alta circulación de infecciones respiratorias, al menos cuatro refieren a lo mismo:
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