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El absurdo de los tanques y la guerra fría

La crisis en Venezuela se intensifica con malas lógicas del pasado
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10 de mayo de 2019 a las 05:02

El pasado lunes se realizó en Finlandia una reunión entre el canciller de Rusia, Serguéi Lavrov y el secretario de Estado, de Estados Unidos, Mike Pompeo. El encuentro se llevó a cabo luego del contacto telefónico entre los presidentes Trump y Putin y tras la visita del canciller venezolano a Rusia. Ambos funcionarios buscaron bajar el nivel de tensiones en una crisis nacional que adquiere ciertos ribetes de guerra fría. Si bien no se dieron detalles de la conversación llevada a cabo en el marco del encuentro del Consejo del Ártico, el canciller ruso adelantó que se trató de una reunión buena y constructiva.

Estados Unidos, junto con gran parte de la comunidad internacional, desconoce el gobierno de Maduro y apoya al presidente encargado Juan Guaidó, el que ha desplegado diferentes estrategias para debilitar a Maduro y forzar su renuncia. Lo cierto es que ya hace varias semanas, diferentes movimientos como la puja por el ingreso de la ayuda humanitaria, el involucramiento de los funcionarios públicos en las movilizaciones de la oposición, así como la búsqueda de una fragmentación del apoyo a Maduro de parte de los altos mandos del ejército, no han tenido el éxito esperado. Incluso el golpe de imagen que se esperaba por la liberación de Leopoldo López, no generó el impacto inicialmente previsto.

Es claro que no será fácil recuperar las instituciones en Venezuela, ya que desde la época del chavismo, los cuantiosos fondos derivados del petróleo otorgaron beneficios que aún llevan al irrestricto y a esta altura irracional apoyo de personas y gobiernos al régimen. La situación se agrava todavía más, cuando se internacionaliza un conflicto por las diferentes estrategias geopolíticas seguidas por algunas de las principales potencias globales. 

Como es sabido, Estados Unidos es un gran comprador del petróleo venezolano como también lo es China, especialmente desde la época del chavismo. Cabe recordar que este último país ha ganado cada vez más terreno en América Latina, cubriendo espacios cedidos por un Estados Unidos, que debió enfrentar el rechazo de algunos gobiernos con un marcado sesgo antiestadounidense. Por otro lado, Rusia, un importante proveedor de las armas adquiridas por Venezuela y más recientemente convertido en el principal financiador de la quebrada economía suramericana, papel que por cierto jugó China durante años país al cual Venezuela le adeuda miles de millones de dólares.

Al respecto de China, si bien aún sostiene al régimen de Maduro, las diferencias con Rusia son evidentes. Es cierto que el país asiático sigue vetando junto a Rusia las resoluciones propuestas por Estados Unidos en el marco del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, pero también muestra preocupación por la crisis, evitando una intervención directa en el país e incluso manteniendo conversaciones con la oposición. Para evitar perder el espacio ganado en Venezuela en los últimos años, China pretende sostener vínculos con los posibles sucesores de Maduro, asegurándose una relación privilegiada y, como no, el pago de la importante deuda generada por el país suramericano en los últimos años.

En un mundo en plena reconfiguración de fuerzas y con históricos regímenes como el cubano o el venezolano en severas crisis que ponen en duda su continuidad, algunas potencias se ven tentadas a volver a jugar con tanques en clave de guerra fría. Al respecto, debe reconocerse que la intervención en Venezuela es una realidad desde tiempo atrás, especialmente con la comprobada presencia de las fuerzas de seguridad cubanas, pero más recientemente, por el desembarco de Rusia lo que termina dificultando aún más la resolución del conflicto. 

De cualquier forma, no es posible imaginar que ninguna de las potencias centrales esté dispuesta a generar un conflicto de mayor escala por Venezuela, no están dadas las condiciones para imaginar ese escenario. Es más, si bien se trata de un país con enormes reservas de petróleo debe tenerse en cuenta que, en términos geopolíticos, no es una prioridad para la política exterior de Estados Unidos, China o Rusia, los que enfrentan conflictos internacionales de mucha mayor envergadura e interés estratégico.

Desde la perspectiva uruguaya, el gobierno debe asumir que sigue aislado en su defensa al régimen de Maduro. Ya no solo por diferir con sus socios del Mercosur, no pertenecer al Grupo de Lima, no acompañar las justificadas resoluciones de la OEA o por el estrepitoso fracaso del Mecanismo de Montevideo. Además, una encuesta reciente, demuestra que la amplia mayoría de los uruguayos considera que en Venezuela no hay una democracia. Las lamentables expresiones del expresidente Mujica sobre los últimos incidentes en el país no hacen más que colaborar con empeorar la ya muy mala imagen que Uruguay ha dejado a nivel internacional.

Como la gran mayoría de los uruguayos, el deseo de que pronto desaparezcan los tanques de las calles venezolanas y queden atrás las absurdas comparaciones con episodios de otra época, las que no deberían tener cabida en los contextos actuales. Para superar el conflicto y dar inicio al proceso de recuperación de las instituciones, el único camino posible es intensificar la pacífica presión interna e internacional, buscando un desgaste del régimen que lleve a la renuncia de Maduro. 

 

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