El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha iniciado su aproximación hacia el país caribeño directamente con Nicolás Maduro en forma personal

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El acertijo venezolano de Washington

Para Estados Unidos, el gobierno de Venezuela es como el Gato de Schrödinger: puede existir o no existir, y puede estar vivo y muerto al mismo tiempo
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06 de enero de 2023 a las 05:02

Los marineros dicen que cuando el viento sopla del norte, hay que navegar en esa dirección, o muy pegado a ella. Ahora resulta que son varios los que quieren normalizar su relación con Venezuela; algo que hasta hace apenas unos meses nadie hubiera siquiera imaginado.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha iniciado su aproximación hacia el país caribeño directamente con Nicolás Maduro en forma personal; el gobierno de España ha nombrado en estos días embajador en Caracas; el gobierno uruguayo también nombró a principios de diciembre al exintendente de Tacuarembó Eber da Rosa como jefe de la legación diplomática en ese país, lo que en su momento generó un contrapunto con el número dos del régimen, Diosdado Cabello. Y hasta un crucero europeo con 500 turistas abordo ha atracado en el puerto de la Isla de Margarita por primera vez desde que Maduro llegó al poder en 2013.

Las voces que hasta hace nada se alzaban con vehemencia exigiendo democracia en Venezuela, hoy callan. Esperemos que no sea para siempre.

¿Qué cambió tanto en tan poco tiempo?

Simplemente que Washington decidió empezar a levantarle las sanciones a Venezuela para abastecerse del faltante de petróleo que le ha dejado el veto a las importaciones del crudo ruso. La administración Biden le ha suavizado considerablemente el embargo al régimen de Caracas y ha autorizado a la petrolera Chevron operar en ese país.

Hasta ahí al parecer llegan nuestros principios democráticos en el continente: hemos aceptado tácitamente que, como Washington tiene que comprarle petróleo, todo está bien de nuevo en Venezuela y retomamos la vida normal.

Me pregunto cómo se sentirán los más firmes aliados de Estados Unidos en la región, como eran los expresidentes Iván Duque y Sebastián Piñera, cuyos gobiernos se avinieron a recibir en sus países las masivas migraciones de venezolanos para evitar que le fueran a golpear la puerta al país del norte. Y hasta países como Perú, Argentina y Uruguay, adonde llegaron millones de venezolanos huyendo de la miseria y la opresión del régimen de Maduro que este año cumple una década en el poder sin miras de dejarlo.

Es más, ahora que el gobierno Biden les volvió a cerrar, desde octubre pasado, la frontera sur de Estados Unidos a los venezolanos (después de habérselas abierto en abril, provocando un aluvión de emigrantes hacia el norte), el éxodo venezolano ha empezado a retomar su rumbo hacia los países sudamericanos.

Lo que desconcierta en todo esto es la falta de criterio, las cosas hechas al tun-tun; lo cual no es manera de conducir una política exterior.    

Vaya por delante que uno se alegraría si este nuevo tablero de las relaciones en la región ayudara a Venezuela a salir de la crisis, mantener a raya la hiperinflación de la que empezó a salir el año pasado y aliviar la situación de los venezolanos en Venezuela. Yo mismo creo que las sanciones son una pésima idea para sostener cualquier ideal global y luchar por la democracia en el continente. Pero hay que tener un poco de coherencia. Para empezar por el propio EE.UU.

Por un lado, la Casa Blanca reconoce a Maduro en Venezuela para negociar con él y comprarle petróleo, pero por el otro, el Departamento de Estado anuncia que siguen sin reconocer su gobierno como el poder instituido en ese país. Entonces, al mismo tiempo, los activos confiscados de Venezuela en territorio estadounidense, que hasta ahora supuestamente gestionaba Juan Guiadó -cuya presidencia interina acaba de ser “disuelta” por la propia oposición venezolana-, no se sabe quién los gestiona ni a quién pertenecen. Para Washington, el gobierno de Venezuela ahora mismo es como el Gato de Schrödinger -la famosa paradoja de la física cuántica-: puede estar o no estar, puede existir o no existir, y puede estar vivo y muerto al mismo tiempo.

Intrigados, los corresponsales adscriptos al Departamento de Estado en Washington le preguntaron al respecto al vocero Edward ‘Ned’ Price. A todo esto, ¿quién es el presidente legítimo de Venezuela? ¿Es Maduro? ¿Es Guaidó? ¿Quién es? La respuesta no hizo sino enredar más una situación de por sí ya bastante confusa.

“Nosotros reconocemos a la Asamblea Nacional de 2015 como la última institución democráticamente elegida del país, y Juan Guaidó sigue siendo miembro de esa Asamblea”, dijo Price. “Seguiremos coordinando con él como un miembro de la Asamblea del 2015”. Todo esto, mientras leía de un apunte prácticamente sin levantar la vista. 

 

 

Si a usted le parece contradictorio, bizarro, es porque lo es. Lo mismo que nombrar a un embajador, como hizo el gobierno uruguayo, y al otro día decir que quien encabeza el gobierno ante el cual se nombró a ese embajador es un dictador.

Cuestión que para Washington, según la palabra autorizada de Price, Maduro no es el presidente legítimo de Venezuela y seguirán “coordinando con Guaidó como miembro de la Asamblea”. ¿Mientras siguen negociando con Maduro como autoridad del país?, me pregunto.  

Si vamos a aceptar que Estados Unidos lleve la voz cantante en los asuntos del continente, lo mínimo que podemos pedirle es congruencia.

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