Por *Santiago Palma Cané -Especial El Observador
En el año 2020, debido a la pandemia, el PIB de EEUU cayó un 3,5%; con un pico de caída en el segundo trimestre del 31,4%. Como es lógico, la pronunciada baja del nivel de actividad provocó un fuerte incremento del desempleo, llevando su tasa desde el 3,5% en diciembre 2019 (prepandemia) a un máximo del 14,7% en abril 2020.
Ante este crítico escenario de recesión y desempleo, las autoridades del país del norte implementaron fuertes políticas fiscales y monetarias de estímulo. En cuanto a las primeras, la Reserva Federal (Fed) llevó su tasa de referencia a un rango mínimo histórico del 0%-0,25% y comenzó a inyectar en la economía sustanciales cantidades de dinero.
Por su parte, simultáneamente, el Tesoro implementó una política fiscal extremadamente expansiva tomando, entre otras, las siguientes medidas: subsidios a desempleados, exención y diferimiento de impuestos, inversiones en obras de infraestructura, planes de salud para combatir el covid-19, apoyo a la educación y financiamiento para el desarrollo de vacunas. Sin entrar en el detalle de cada uno de los programas, basta mencionar que se estima que la suma de ellos ha representado un monto no menor al 30% del PIB.
Ahora bien, a partir de esta inédita combinación monetaria y fiscal, surgen dos cuestiones fundamentales: ¿han tenido éxito? ¿están generando costos colaterales?
Respecto a la primera pregunta, no hay duda que las medidas han sido positivas. En efecto, en lo que hace a 2020 -luego de la ya mencionada caída del 31,4% del PIB- a partir del segundo semestre los niveles de actividad se han ido recuperando con dos incrementos trimestrales consecutivos de 33,4% y 4,3%. Asimismo, y como era de esperar, el desempleo se redujo desde el pico del 14,7% a un 6,7% en diciembre.
Es claro entonces que las medidas han sido las correctas. Más aún, en el corriente año la recuperación ha continuado. En efecto, el primer trimestre arrojó un crecimiento del 6,4% y el desempleo continuó su tendencia decreciente con un ratio a mayo del 5,8%.
En lo que hace a los “efectos colaterales”, la principal cuestión que se planteó desde un inicio fue hasta qué punto las políticas de estímulo no provocarían un incremento indeseado de la inflación por encima del 2% anual fijado como meta por la Fed ¿Qué ha sucedido hasta ahora? A diciembre 2020 la presión sobre los niveles de precios -por las políticas de estímulo implementadas- no habían sido importantes debido, básicamente, a una demanda agregada “aletargada” por la pandemia y a la existencia de una capacidad ociosa que permitió sobrellevar la recuperación sin sufrir shocks de oferta.
Así las cosas, a diciembre la inflación 2020 registró un incremento anual de solo el 1,2%, frente a un 1,6% en 2019. Sin embargo, a lo largo del corriente año, a medida que la recuperación se ha ido consolidando, la tendencia decreciente se revirtió. En efecto, entre enero y mayo, los indicadores anuales de inflación fueron los siguientes: 1,4%, 1,5%, 2.4%, 3,6% y 5%, respectivamente.
¿Tenían razón, entonces, los analistas “halcones” que auguraban un salto inflacionario inevitable debido a la magnitud de las políticas de estímulo? Si ese fuera el caso, la actual estrategia monetaria “laxa” debería comenzar a ser replegada; esto es: la Fed debería subir la tasa de interés e iniciar la absorción de parte de la liquidez inyectada oportunamente. Nadie discute que, en algún momento, será necesario proceder de esta manera, so pena de generar niveles de inflación alejados de la meta del 2% anual.
La cuestión esencial aquí es cuándo y cómo iniciar el “endurecimiento” en cuestión. A este respecto, el difícil equilibrio temporal es necesario se logre respetando los objetivos de la Fed de “pleno empleo con estabilidad de precios”. Un apresuramiento impediría continuar bajando la tasa de desempleo; una demora, un salto no deseado de la inflación.
Resulta clave, entonces, analizar la posición actual de la autoridad monetaria. En su visión; ¿la inflación está contenida o, por el contrario, su tendencia es creciente?
La visión de la entidad, expuesta en las últimas semanas, ha sido muy clara:
Dicho esto, queda claro que la autoridad monetaria considera baja la probabilidad que la inflación se “dispare” y agrega que, llegado el caso, dispondrá de todo el herramental necesario para contenerla. Sus últimas proyecciones, respecto a los niveles de suba de precios para el período 2021/2023, corroboran su visión: 2,4%; 2,0% y 2,1% respectivamente. Más aún, para el “largo plazo” considera que el nivel promedio anual de inflación sería del 2%.
Parecería entonces que el escenario inflacionario es positivo y que no deberíamos esperar mayores sobresaltos en los próximos meses. Será clave seguir la evolución de los datos de inflación que se irán publicado en las próximas semanas para evaluar si la visión de la Reserva Federal es acertada.
*El autor es analista de mercados internacionales
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá