El carbón, que estaba siendo abandonado paulatinamente para la generación de energía en Europa por sus emisiones altamente contaminantes, ha vuelto a estar en la mira de las plantas generadoras debido a la disminución de la provisión de gas ruso por la guerra en Ucrania.
El carbón es la principal fuente de emisiones de CO2 en el mundo y pese a ello existen aún doscientos doce plantas en la Unión Europea que producen ciento once gigavatios (GW) de energía eléctrica. Estas plantas se concentran en Alemania, Polonia y República Checa que suman en conjunto más de la mitad del total.
Hasta la guerra en Ucrania, el uso del carbón tenía una tendencia declinante en Europa debido a los altos precios del derecho a usar ese recurso, medida adoptada para desalentar su uso. Así, el carbón había pasado de representar el veinticinco por ciento de la producción eléctrica en 2013 al trece por ciento en el 2020. Tampoco se registraban nuevos proyectos de construcción de centrales que funcionaran con carbón.
Pero ante la baja de los suministros de gas ruso y el riesgo de sufrir de escasez energética, varios países anunciaron que recurrirían temporariamente al carbón.
En Alemania, por ejemplo, varias centrales que serían desactivadas van a seguir operando con carbón por más tiempo que el proyectado, aunque las autoridades insisten en que la meta de abandonar totalmente ese recurso hacia 2030 sigue vigente. La misma situación se registra en plantas de Italia, Austria y los Países Bajos.
La presidenta de la Comisión Europea ha expresado que es necesario aprovechar la crisis para seguir avanzando en la transición energética sin marcha atrás hacia los combustibles fósiles contaminantes.
Por otra parte, existe preocupación en la Agencia Internacional de Energía por el alza de las inversiones en plantas carboníferas en el mundo, especialmente en Asia, donde han aumentado el diez por ciento en 2021 y se espera un aumento similar para este año.
Con respecto al aumento temporario del uso de carbón en Europa, la agencia ha calculado que un mayor consumo, equivalente a ciento veinte teravatios-hora (TWh) reduciría la demanda de gas ruso en veintidós mil millones de metros cúbicos sin que aumenten significativamente las emisiones.
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