Submarino argentino ARA San Juan. 
Eduardo Espina

Eduardo Espina

El cementerio marino

Las aguas oceánicas son un gigantesco cementerio marino, cuyas profundidades han sido el destino final de miles de cuerpos humanos
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27 de noviembre de 2017 a las 05:00
El 22 de enero de 1949, el dragaminas de la armada argentina ARA Fournier naufragó en las aguas heladas del estrecho de Magallanes. Ninguno de los 78 tripulantes sobrevivió. El 15 de octubre de 1958, el remolcador de bandera argentina ARA Guaraní desapareció en aguas del estrecho de Le Maire, en Tierra del Fuego, Atlántico sur. Los cuerpos de las 38 personas que iban a bordo nunca fueron recuperados. En la mañana del 30 de setiembre de 2015, el carguero de bandera estadounidense SS El Faro partió de Jacksonville, Florida, rumbo a San Juan, Puerto Rico.

El estado del tiempo no era bueno y pintaba para empeorar con el transcurso de las horas. El 1° de octubre, el barco perdió propulsión, quedando a merced del huracán Joaquín. En medio de vientos con velocidad superior a los 185 kilómetros y olas de 10 metros de altura, se hundió al poco rato de enfrentar al violento fenómeno natural. Los cuerpos de los 33 tripulantes jamás fueron recuperados. El 8 de marzo de 2014 un Boeing 777 de la aerolínea Malaysia Airlines, que realizaba el vuelo 370 desde Kuala Lumpur hasta Pekín, desapareció misteriosamente de los radares, como si un agujero negro se lo hubiera tragado. Se supone que la nave –por razones aún desconocidas– cambió de rumbo, habiéndose dirigido hacia el sur, donde se habría estrellado en el océano Índico.

En ese enorme pozo líquido estarían enterrados los 239 ocupantes del avión. Sus cuerpos nunca fueron recuperados. Las aguas oceánicas son un gigantesco cementerio marino, cuyas profundidades han sido el destino final de miles de cuerpos humanos. Se podrían hacer varios volúmenes de libros de historia documentando todos los naufragios y accidentes de otro tipo cuyas causas nunca llegaron a ser aclaradas, como tampoco fueron recuperados los cuerpos de las víctimas, resultado de la furia de la naturaleza o de un error humano. La esperanza, sentimiento en ocasiones antónimo de la razón, ha generado un extraño y angustioso panorama en torno a la suerte de los 44 ocupantes del submarino ARA San Juan. A esta altura, tal cual la realidad así lo amerita, aumenta el número de quienes creen que todos los marinos están muertos y que sus cuerpos jamás serán recuperados.

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