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El cuerpo del verano ha muerto: la presión de la figura ideal se enfrenta al espejo de la diversidad

Cuando suben las temperaturas aparece una frase casi ancestral que suena como una obligación: “hay que llegar al verano” ¿No llegamos todos?
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04 de diciembre de 2021 a las 05:03

La mano que intenta tapar el rollo. El pareo que cubre la cadera. Los músculos que se contraen para meter la panza y tensar las piernas, mientras caminás hacia el agua con la piel y las estrías brillantes por el sol. El relleno del traje de baño que agrega volumen sobre el pecho. La malla que se extiende sobre las cicatrices superficiales. La remera que disimula el volumen de los pectorales. La posición sobre la arena, que disimula tanto lo que “falta” como lo que “sobra”. Las estrategias son innumerables. El cuerpo del verano, en cambio, es irrealizable.

Damos por inaugurada la temporada de la piel. El aumento de la temperatura es directamente proporcional a la cantidad de tela que nos sacamos de encima: más calor equivale a más piel expuesta. Pero la fórmula no es tan sencilla. Hay una variable clave en esa ecuación: la idea del cuerpo perfecto.

Las esperanzas se hacen pedazos cuando empiezan a subir las temperaturas y aparecen, otra vez, los anuncios que te dicen que tu cuerpo “no está bien”. Procedimientos quirúrgicos, dietas mágicas, electrodos para marcar los abdominales mientras te acostás en una camilla sin el más mínimo ejercicio físico. Bronceados artificiales, batidos milagrosos, competencias en las pizarras de algún gimnasio para ver quién pierde más kilos antes de diciembre. Todo “para llegar en forma al verano”. ¿De qué forma hay que “llegar al verano”? ¿No se está acercando el verano de todos modos? A menos que un meteorito impacte directamente en la tierra y dejemos de existir, todos y todas vamos a llegar al verano. O, mejor dicho, el verano va a llegar a nosotros.

Es, de alguna manera, una fecha límite. Así lo explica la psicóloga Victoria Marichal, quien señala que si bien los mandatos estéticos están presentes durante todo el año, cuando se acerca esa estación “todo se pone sobre la balanza”.

“Aumentan mucho más la ansiedad y las inseguridades, y de alguna manera el sistema saca rédito de eso: tener una fecha límite genera que haya momentos de mucha más explotación de esas inseguridades y que se vendan alternativas que son presentadas como mágicas, y que en general tienen efectos nocivos para la salud de las personas”, sostiene. La psicóloga introduce el concepto del "mercado del descontento", en el cual mientras se sigan imponiendo modelos inalcanzables y las personas se sientan mal consigo mismas, tengan inseguridades y el sistema ofrezca alternativas, querrán comprarlas. Cuando de alguna manera se logre determinado objetivo, ya habrá una nueva frontera que alcanzar. Siempre habrá insatisfacción. 

El calendario va llegando al final y cual bootcamp, comienza la “operación verano”. La oferta es infinita y aparece aunque no lo pidamos en todas las redes sociales, las tandas de televisión y los anuncios radiales. Pero últimamente también convive otro relato en las redes: el de mujeres que invitan a celebrar la diversidad de formas y cuerpos. Se trata, al fin y al cabo, de respetar el derecho del otro a existir.

“Todos los cuerpos merecen respeto”

“¿Qué es lo que me está dando vergüenza?”, se preguntaba Valeria Bonet mientras caminaba sobre la arena que la separaba de la orilla. “¿Por qué mi cuerpo me da vergüenza si puedo hacer todo y me da todo? Empecé a hacer ese proceso y lo compartí en las redes y fue impresionante. Les pregunté qué les daba vergüenza y no importaba el talle de las personas, todas tenían un problema: la cola, las piernas, los brazos, cómo me miran los demás o lo que me dicen”.

Bonet es la primera modelo de tallas grandes del país y una activista por la diversidad corporal. En 2011 descubrió que la industria, donde ahora trabaja no solo en Uruguay sino en la región, también tenía un lugar para mujeres como ella, como Ashley Graham y Tara Lynn, o más recientemente Jill Kortleve y Paloma Elsesser. Mujeres hermosas.

Explica que la clave está en que “todos los cuerpos merecen respeto”. Tan sencillo, y tan lejos de la realidad, como eso. “La gente asume que si no tenés cierto tipo de cuerpo no merecés respeto y podés ser totalmente juzgado por tu apariencia, ya sea porque sos más gordo o porque sos más flaco. Empecé a moverme en esa parte del activismo que me resuena mucho y me interesa hablarlo. Está buenísimo, a veces lleva algunos golpes pero vale la pena", cuenta en conversación con El Observador

Ese día en la playa se hizo la misma pregunta que a sus seguidores: ¿Qué te da vergüenza de tu cuerpo?. Le devolvieron una marea de respuestas, desde todos los tamaños, edades y tipos corporales. “La inseguridad no tiene talle”, señala. “Tendríamos que estar orgullosos de estar vivos y hacer las cosas que queremos. Pero nos han dicho tanto que hay un solo tipo de cuerpo que nos han llevado a sentir vergüenza. Basta de ese sentimiento, de tener que escondernos como si estuviéramos mal”.

"Fue un proceso de maduración con la edad. Tengo 36 años y he aceptado miles de cosas y he entendido que hay muchas que están mal. Puedo tener un cuerpo sano y no ser exactamente el que vemos en la revista, y sentirme bien. También está esta idea de que hay un cuerpo que no es 'saludable', ¿entonces no merece respeto? ¿Cuántas personas están enfermas y tienen derecho a vivir dignamente sin ser juzgados?", dice la modelo.

Bonet promueve un estilo de vida saludable, activo y luminoso. Y que, si querés empezar un cambio, es posible hacerlo desde el autocuidado y el cariño cuando siempre nos dijeron que la única forma posible era el desprecio. “Empezar a tener hábitos saludables, comer mejor y moverte, que es básicamente lo que hay que hacer. Tener un hábito, no una semana o dos antes del verano”. 

Es una reivindicación a dejar de odiarnos. Así de crudo. Escrito de esa forma parece sencillo pero tenemos años de odio acumulado en las piernas, en la celulitis, en los brazos, en las estrías, en la cola, en las arrugas, en los pelos y el color de nuestra piel. Odio que llegó desde el exterior, desde la mirada y el dedo señalador del otro, pero que se fue acumulando en el cuerpo. Sea como sea que se vea ese cuerpo: por gordo, por flaco, por blanco, por negro, por peludo, por suave, por bajo, por alto; por quedar por fuera de las pretensiones sociales. Las opiniones sobre el cuerpo generalmente no se piden, pero llegan igual. Y van horadando.

"Caemos en el error, y más en verano porque nos vemos con menos ropa, de opinar del cuerpo del otro: cómo engordó, qué flaco que está, ¿qué hizo?, que me pase la dieta", dice la nutricionista Lorena Balerio y agrega: "Cada uno es único y cada uno con su físico".

La licenciada señala que la cultura de dieta "persigue la zanahoria", en este caso el verano, en una sociedad que te dice que lo mejor es estar más flaco. "Es un círculo vicioso de 'no me veo bien, me someto a una dieta extrema, los resultados no me acompañan o llego hasta ese momento y lo abandono, y vuelvo a arrancar y dejar'. Es una rosca de la que la persona nunca sale. O sale de marzo a setiembre y en setiembre vuelve a eso, porque viene el verano y de vuelta es la misma historia", señala.

Restringir alimentos, comer únicamente frutas y verduras o suplantar todas las ingestas por batidos détox termina, según la especialista, generando un vínculo insano con la comida: "ningún hábito que arranque en la restricción termina siendo saludable". En cambio Balerio señala la necesidad de promover hábitos saludables a largo plazo y valorar la individualidad de cada persona, escuchando su historia y abordando cada caso desde una perspectiva interdisciplinaria. "No hay una fórmula mágica para que cada persona se sienta más cómoda con su cuerpo; pero si hay un manejo del autoconocimiento de qué es lo que nos hace sentir incómodos que es el sentimiento de insatisfacción en todos los ámbitos de la vida".

Las olas y el viento, y los cuerpos del verano

Al verano llegamos todas. “Lo único que tenemos que hacer es tener un cuerpo y estar vivas de este lado del hemisferio donde en diciembre llega el verano, básicamente. Después si llegamos disfrutándolo o no, más que con el cuerpo que tengamos tiene que ver con el vínculo que tengamos con él. No importa cómo seamos, lo que importa es qué es lo que entendemos como el cuerpo ideal”, sostiene la psicóloga, y propone trasladar esas preguntas fuera del plano individual: “entiendo que esto está mal, no porque yo tenga un problema, porque me están bombardeando todo el tiempo con información. Porque si no terminamos responsablizándonos por esas inseguridades, y las inseguridades son creadas por un montón de bombardeos de los medios de comunicación y las redes sociales que nos hacen creer eso. No es que yo me lo inventé”.

Marichal, que coordina el taller Rompiendo espejos: corporalidades en resistencia, señala que en la base de este mandato hay distintas formas de violencia y discriminación hacia los cuerpos, desde la violencia estética hasta específicamente la gordofobia, que desencadenan trastornos de la conducta alimentaria, trastornos de ansiedad e incluso lleva a las personas a no querer salir de sus casas; una situación que, según explica, "se puede confundir con un cuadro de agorafobia, cuando lo que hay es una inseguridad tan grande con respecto al cuerpo que habito, y soy tan violentada en el espacio público por eso, que decido no salir”. 

No es una historia nueva. Durante años nos vendieron que tenemos que “llegar al verano” y ya no es una exigencia exclusivamente femenina. Los hombres también sienten el mandato sobre el cuerpo. Ni que hablar de las disidencias. Tampoco es un tema de edades, ya que la psicóloga señala que, si bien durante la adolescencia es “muy duro”, esa presión se mantiene en la vida adulta.

De acuerdo a una investigación de 2019 patrocinada por la empresa Dove, que se basó en participantes de 10 a 17 años de la ciudad de Montevideo, sólo tres de cada diez niñas y adolescentes considera que su autoestima es muy fuerte y el 63% de las jóvenes no se sienten atractivas. El 43% entiende que debería tener menos peso para lograr un cuerpo ideal, apenas 4% declara que le gusta su cuerpo y el 85% de las consultadas declararon haber sufrido burlas vinculadas a su apariencia física, como su peso, color de piel o forma de vestir.

Como consecuencia de esta percepción, el 40% de las niñas y adolescentes evita usar ropa que le gusta porque siente que no le quedaría bien, un 28% evita mostrar fotos que revelen alguna parte de su cuerpo y el 23% declara haber dejado de ir a la playa o piscina porque se sentía incómoda con su aspecto.

“A medida que crecía, aprendí a asociar el verano con el ascetismo corporal tan común en las adolescentes, pellizcando el exceso de piel de mis muslos y mordiendo hielo mientras todos los demás comían paletas heladas, esperando que una porción menos de postre o una vuelta más en la elíptica, me convirtiera en el tipo de chica playera con un bikini perfecto”, escribió la periodista Emma Specter para la revista Vogue cuando el calor del verano llegaba al hemisferio norte. “Fue un proceso largo y difícil de alcanzar, y este año, mientras veo el peso que gané en cuarentena y que me hizo subir varias tallas de bikini, la tentación de volver a mis días de inseguridad corporal adolescente y obsesionarme por tener un ‘cuerpo de verano’, a veces, se siente abrumadora”.

Después de una pandemia que en muchos casos pasó por la mente y el cuerpo, la temporada de verano vuelve a replantear viejas inseguridades, trae a la superficie otras nuevas, y muchos deciden dejar de ir a la playa. Otros prefieren evitar reuniones sociales. Y hay quienes se niegan a usar cualquier prenda que pueda dejar sus piernas descubiertas, mientras una, dos, tres gotas de sudor recorren la piel debajo del pantalón. “Es el mandato inalcanzable. Más allá del cuerpo que tengamos nunca vamos a sentirnos satisfechas porque siempre va a haber algo que no estemos alcanzando. Porque esa es la trampa del sistema, la idea de que no llegás”, sostiene Marichal. 

Del otro lado del río una campaña del colectivo Mujeres que no fueron tapa se propone “hackear el operativo bikini” y suplantarlo por uno nuevo: “Hermana soltá la panza”. Mujeres de todas las edades relataron experiencias que muestran claramente lo opresivo que se torna por momentos intentar alcanzar y sostener un ideal inalcanzable. 

“Más allá del cuerpo que tengamos y las posibilidades que nos otorgue, porque no son las mismas para todo el mundo y está bien, lo que sí nos permite es estar vivos y vivas, y eso ya hace que nos merezcamos poder disfrutar del cuerpo que habitamos en verano, en inverno, con más pelos o menos, más bronceadas o menos bronceadas, más gordas o más delgadas”, sostiene Marichal. Ella habla de entender que merecemos el disfrute ahora, con nuestros cuerpos como son en este momento. No esperar a bajar o subir kilos, tonificar o suavizar nada, para hacer aquello que deseamos.

“Quizá nunca logre estar totalmente cómoda al ver fotos mías en bikini, y está bien. Nadie se siente contento con su cuerpo, todo el tiempo. Ni siquiera las modelos en la portada de la Sports Illustrated. Pero lo que quiero para el resto del mundo y para mí, es estar en una condición física que no se sienta normativa o sacada de un molde”, concluye Specter.

Si la mayoría sentimos que no encajamos en el paradigma del “cuerpo del verano”, ¿no será que el cuerpo ideal no existe? Y vos: ¿cómo vas a caminar hacia el mar este año?

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