En la década de 1990, la izquierda chilena de la Concertación en el poder se convirtió en un faro en la región, en particular, porque aceptó de buena manera que el mercado es un motor fundamental de la economía y que el manejo responsable de la política macroeconomía es una condición sine qua non para el combate a la pobreza. Hoy parecería que estamos en el exordio de un fenómeno similar con el gobierno de Sebastián Piñera, de centro derecha, en camino a los nueve meses de gestión.
El miércoles 21, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) difundió un documento que califica de “robusta” a la economía chilena con un crecimiento de 4,1% al cierre de 2018, un guarismo que se ubicará en 3,7 % en 2019 y en 3,4 % en 2020, a lo que se suma una inflación estable de 2,5% y 3%, este año y el próximo, respectivamente.
La OCDE elogió el plan económico del gobierno chileno respecto al ahorro fiscal, el proyecto de reforma de las pensiones, la simplificación tributaria y la aceleración en la creación de pequeñas empresas.
La nueva gestión de Piñera, que ha contribuido a una mayor fortaleza del país trasandino y es más atractivo para los inversionistas, contrasta con la anterior administración de la socialista Michelle Bachelet que dejó una economía de 1,7% de crecimiento promedio, más déficit fiscal y deuda pública.
Al buen desempeño económico, se suma una actitud más conciliadora y proclive al diálogo de Piñera, dos características ausentes en su primera administración, que generan un clima político más apropiado para el entendimiento y que es clave para aprobar reformas imprescindibles de un gobierno que carece de mayorías propias en el Congreso.
Esta semana, el propio jefe de Estado hizo un llamado a todos los sectores de la sociedad chilena “a trabajar juntos” para alcanzar el desarrollo del país –que supone un crecimiento de 5 % anual– y marcó una interesante hoja de ruta con la meta puesta en pensar “en la economía que viene y no la que fue”.
La gestión de Piñera es muy auspiciosa en una región de gran inestabilidad y desasosiego. Pero aún falta recorrer un largo trecho para consolidar el camino recorrido en estos casi nueve meses de gestión.
En ese sentido, enfrenta un enorme desafío con un electorado ansioso por ver en su bolsillo la mejora de los indicadores económicos y que está preocupado por el desempleo y la desigualdad. Una encuesta de la consultora Cadem, difundida el domingo 18, revela que 51% de los chilenos opina que bajo el actual gobierno el país está igual que durante el anterior de Bachelet y su aprobación bajó tres puntos porcentuales (de 44% a 41%).
La conexión de Piñera con los votantes es un importante contrapeso a la falta de mayorías parlamentarias, pero ello no debería influir en eventuales cambios al rumbo liberal de su gobierno. Es bueno recordar que, en su primera administración, los electores reconocieron su gestión casi al final del mandato.
La paciencia, la tenacidad y el diálogo político son los mejores aliados del presidente de un país que, como declaró el ensayista cubano Carlos Alberto Montaner, el domingo 18, “está en el umbral de dar el salto a la prosperidad y al desarrollo del primer mundo”.
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