Opinión > EDITORIAL

El ejemplo de AMLO

Se debe tener respeto a las medidas populistas
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16 de marzo de 2019 a las 05:02

Llama la atención cómo muchos políticos que llegan al poder en América Latina ignoran olímpicamente lo que enseña la historia, inclusive experiencias recientes de la región, sobre el arte de gobernar, en particular, sobre la importancia del manejo responsable de la política económica. Del daño que provocan las medidas populistas bajo el influjo del voluntarismo o la demagogia. 

En ese sentido, es sorprendente la tozudez del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador –conocido popularmente como AMLO–, en construir un camino con las herramientas probadamente equivocadas. Sus medidas de intervencionismo estatal y de aumento del gasto sin el suficiente respaldo financiero y económico, terminan agravando los problemas que él quiere solucionar. 

La economía exhibe problemas a los 100 días de haber asumido la Presidencia. Los últimos datos disponibles muestran una fuerte caída en las ventas minoristas –el nivel mínimo en cinco años– y en la comercialización de autos, en un país donde el crecimiento económico ha estado muy vinculado al consumo interno. Las instituciones financieras coinciden en un crecimiento muy bajo al cierre de 2019 –algunas hablan de 1%, la mitad de la proyección oficial–. Las perspectivas económicas son peores de lo que se creía y por eso es que los empresarios –que habían respaldado al presidente tras ganar la elección con una abrumadora mayoría– empiezan otra vez a tener desconfianza. 

Lo que inquieta a los mercados es un presidente que aumenta las ayudas estatales sin medir las consecuencias de un incremento del gasto, en un contexto de desaceleración de la economía –que afecta los ingresos del Estado federal– que podría comprometer el cumplimiento de la meta oficial de un superávit primario de 1% para 2019 y que pueda sufrir una baja en la calificación de la deuda soberana. Que insista en medidas intervencionistas, por ejemplo, en el influyente negocio de petróleo, que ya han demostrado su fracaso. 

El primer presidente de izquierda de México tenía la obligación de tomar nota de la inquietud que generan sus ideas populistas y nacionalistas que el año pasado se reflejaron en una una disminución de 1,5% en la inversión extranjera y en un aumento de 72% en la fugan de capitales, según el diario Financial Times. 

AMLO todavía disfruta de muy altos índices de popularidad. La gente cree posible que cumpla sus promesas de erradicar la corrupción, mejorar los niveles de vida de los mexicanos y conquistar más tasas de crecimiento económico. Pero los números fríos están mostrando otra cosa, como explicó muy bien la politóloga Edna Jaime: hay una “desconexión entre las expectativas y la realidad”, que no durará eternamente. 

El caso de México es un buen ejemplo para reflexionar sobre la gestión pública en momentos en que partidos históricos como el de los demócratas, en Estados Unidos, o el de los laboristas, en Reino Unido, están cayendo en la tentación populista, en el embrujo de líderes que conquistan el corazón de la gente caricaturizando o falseando la realidad, eligiendo a un enemigo –una persona, grupo o ideas– a quien responsabilizan de todos los males. Pero cuidado porque las medidas populistas terminan por tener la trayectoria de un búmeran.  

 

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