Saná, la capital de Yemen, conoció el esplendor con el comercio de especias, marfil, ébano, seda y café que se embarcaban hacia el Mediterráneo desde el puerto de Moka.

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El frustrado camino hacia la paz en Yemen, el país más pobre de la península Arábiga

Dominado por sucesivas civilizaciones, el territorio yemení quedó divido hacia el final de la Primera Guerra Mundial e intervenido desde entonces por las potencias regionales
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15 de febrero de 2024 a las 05:00

Ptolomeo, que vivió en Egipto durante entre los siglos I y II a.C, se refirió a Yemen, que en árabe significa “prosperidad” o “bendición”, como Eudaimon Arabia, término traducido al latín como Arabia Felix, o Arabia Feliz en español, por sus tierras relativamente fértiles y el clima húmedo, que facilitaron los asentamientos permanentes.

Hoy, la otrora Arabia Feliz vive desgarrada por una guerra civil entre el gobierno, respaldado desde 2015 por una coalición militar liderada por Arabia Saudita, y los rebeldes hutíes cercanos a Irán y que controlan partes enteras del país, además de su capital Saná.

El país devino en el más pobre de la península de Arabia, pero no siempre fue así. Entre los siglos XII a.C y VI d.C, la zona fue dominada por sucesivas civilizaciones dedicadas al comercio; entre ellas el famoso Reino de Saba, con su misteriosa reina y su relación amorosa con el rey judío Salomón.

Mientras tanto, los pueblos del Mediterráneo, que veían llegar caravanas cargadas de incienso, mirra, casia, cinamomo y láudano, o riquezas como oro, ébano, marfil y seda, deducían que se trataba de una tierra de fábula.

El Islam llegaría hacia el 630, cuando la región pasó a integrar el Califato árabe, y así continuaría hasta que en 1517 la mayor parte quedó integrada al Imperio Otomano. La leyenda de la Arabia Felix resurgiría en el XVII, cuando los comerciantes europeos oyeron hablar de una bebida: el "oro negro", el café que se exportaba desde el puerto de Moka.

La presencia otomana estuvo marcada por varias invasiones, como la que protagonizó a finales del siglo XVIII la dinastía wahabita, antepasado de la actual casa reinante en Arabia Saudita. También por la británica a inicios del siglo XIX.

Como resultado, el norte del Yemen quedó en manos de los otomanos y ganó su independencia cuando los turcos fueron derrotados en la Primera Guerra Mundial. El sur, en tanto, continuó bajo la dominación británica hasta 1967.

El surgimiento del panarabismo

En 1962, revolucionarios yemeníes derrocaron al centenario imanato zaidí chiíta para fundar la República Árabe de Yemen (RAY), un estado nacionalista árabe en la mitad noroeste del actual Yemen. Sin embargo, una población significativa del norte, incluidos los grupos tribales que hoy apoyan a los hutíes, permaneció leal al imán depuesto.

Casi de inmediato, los líderes revolucionarios se encontraron en guerra con una oposición militante. Incapaces de defender la naciente república por sí mismos, pidieron ayuda al gobierno egipcio y, finalmente, El Cairo envió 70.000 soldados y un tercio de su fuerza aérea.

El entonces presidente egipcio Gamal Abdel Nasser vio una manera de reforzar sus credenciales regionales como líder del panarabismo. La oposición tribal del norte, a su vez, buscó el apoyo de Arabia Saudita, que temía la presencia de Nasser en la Península Arábiga.

Ya en 1963, los nuevos líderes de Yemen luchaban por contener la insurgencia respaldada por Arabia Saudita y requerían un mayor apoyo egipcio. Al mismo tiempo, cuanto más crecía la presencia militar de Egipto, más se erosionaba el apoyo público a la novel república.

Los funcionarios egipcios, con poca confianza en los comandantes militares y en los políticos yemeníes, asumieron la conducción de las operaciones militares y la administración de las finanzas, pese a los onerosos costos económicos y diplomáticos producto de la intervención.

Riad, en tanto, hacía sus propios cálculos. Calculaba el alcance de su apoyo a las tribus del norte. El gobierno saudí sólo estaba interesado en evitar un triunfo de Egipto. No buscaba una restauración del imanato yemení, que tenía un historial de conflictos con Arabia Saudita.

A medida que quedaron bajo la influencia de los poderes regionales, ambos bandos perdieron contacto con las necesidades de la población. Como resultado, en 1965, un pequeño pero creciente movimiento de oposición, conocido como la Tercera Fuerza, comenzó a surgir dentro de la república de Yemen.

Aliados diferentes, la misma situación

En septiembre de 1967, Egipto y Arabia Saudita acordaron poner fin a las hostilidades y retirarse. Un mes después, Tercera Fuerza depuso a los líderes proegipcios y nombró presidente al jurista musulmán Abd al-Rahman al-Iryani, que negoció con los grupos del norte, a los que se les otorgó la misma representación en la Asamblea Nacional.

En 1970, el último imán de Yemen y su extensa familia fueron enviados al exilio, siguiendo los pasos del liderazgo pro-egipcio, que ya se había exiliado. Desde ese momento, la coexistencia durante la década de 1970 entre la tradicionalista República Árabe del Yemen (RAY) y la República Popular Democrática (RPD) de orientación marxista estuvo marcada por recurrentes enfrentamientos.

En 1972, la RAY invadió la RPD con el apoyo de Arabia Saudita, mientras que la RPD era apoyada por la entonces Unión Soviética. El enfrentamiento se mantuvo hasta la intervención de la Liga Árabe, cuya mediación estableció las bases para una futura unificación.

El acuerdo, no obstante, fue boicoteado por los dos estados hasta que en la Cumbre de Kuwait de 1981 ambas repúblicas firmaron un proyecto de Constitución para un estado unificado. Tras una década de negociaciones, en 1990, el norte y el sur se unificaron con el nombre oficial de República del Yemen, con capital en Sanaa.

Sin embargo, más de tres décadas después, Yemen se encuentra en una situación notablemente similar a la de los años sesenta. Una vez más, un gobierno que se autodefine “republicano” lucha contra una oposición tribal del norte y, aunque los aliados son diferentes, cada bando está respaldado por fuerzas externas.

Hoy, los beligerantes enfrentan los mismos desafíos políticos que sus predecesores. Como sucedió con el gobierno revolucionario respaldado por Egipto y su enemigo respaldado por Arabia Saudita en la década de 1960, después de años de lucha, ni el actual gobierno yemení ni el movimiento rebelde hutí lograron una victoria decisiva.

La crisis en el mar Rojo

Los ataques de los hutíes en el mar Rojo y el golfo de Adén, respondidos con bombardeos estadounidenses y británicos, paralizan ahora los esfuerzos para poner fin a la guerra civil y amenazan a su necesitada y exhausta población.

El conflicto entre la coalición militar respaldada por Arabia Saudita y los hutíes, recostado en la ayuda que les proporciona Teherán, dejó en forma directa o indirecta cientos de miles de muertos y provocó una de las peores crisis humanitarias del mundo, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El país presenta en la actualidad una de las "tasas de malnutrición más altas jamás registradas", con "17,6 millones de personas enfrentadas a una inseguridad alimentaria aguda en 2024". La tregua negociada en abril de 2022 por la ONU aportó algo de sosiego, pero los analistas advierten que las hostilidades derivadas el conflicto en la Franja Gaza pueden descarrilar el esfuerzo.

Por "solidaridad" con los palestinos, los hutíes lanzaron en los últimos meses decenas de ataques contra buques que consideran vinculados a intereses de Israel. En respuesta a estas acciones con importantes consecuencias en el transporte marítimo mundial, Estados Unidos y Reino Unido realizaron numerosos bombardeos sobre las posiciones hutíes.

Una puerta “al infierno”

Las complicadas negociaciones para la paz avanzaron hasta diciembre. La ONU anunció entonces que los beligerantes habían acordado "la reanudación de un proceso político inclusivo". Sin embargo, con la crisis en el mar Rojo "el plan de paz ya no está sobre la mesa de discusiones", advierte Majid al Madhaji, del Centro de Estudios Estratégicos de Saná.

Según el analista, el gobierno yemenita, respaldado por Riad, buscaría ahora "una oportunidad para revertir el equilibrio de poder" a su favor. "El camino hacia la guerra estaba cerrado, pero ahora la puerta del infierno está reabierta", agrega Farea al Muslimi, investigador del grupo Chatham House, para quien "la paz en Yemen requiere compromisos internacionales y regionales diferentes a los que existen actualmente".

Houssein al Ezzi, un alto responsable de los hutíes, evocó recientemente "obstáculos" en el camino hacia la paz, que atribuyó a Estados Unidos, Reino Unido y el gobierno yemenita. “No obstante, Riad y Saná tienen el coraje de superar estas dificultades", agregó.

Por su parte, altos responsables del gobierno yemenita pidieron en enero respaldo extranjero para una operación terrestre que acompañe los ataques aéreos de Washington y Londres contra los hutíes. Para muchos, el peor de los escenarios posibles. La “puerta al infierno” de la que habla Muslimi.

Arabia Saudita, al margen

“No vamos a tomar esa vía", declaró días atrás Gerald Feierstein, antiguo embajador estadounidense en Yemen. “Estados Unidos recibe fuertes presiones para no hacer nada que pueda dañar las negociaciones de paz”, afirmó.

En la misma línea se expresó el general retirado Joseph Votel, ex jefe del comando central de Estados Unidos, para quien es "más importante arreglar la situación en Gaza y restaurar cierta forma de disuasión con Irán".

Arabia Saudita, aliada de Estados Unidos y que intenta salir del conflicto en Yemen, no se unió a la coalición marítima internacional creada por Washington para proteger la navegación en la región. Riad expresó además "gran preocupación" después de una primera serie de bombardeos estadounidenses y británicos contra los hutíes, al tiempo que reclamó "moderación".

“La monarquía petrolera seguirá de cerca hasta dónde irá Washington, pero no se implicará en ninguna batalla con los hutíes a menos que estos ataquen su territorio", estima el investigador Farea al Muslimi.

No obstante, incluso si Arabia Saudita se mantiene al margen de las tensiones en el mar Rojo, "la comunidad internacional es menos proclive a respaldar un plan de paz en Yemen por temor que se pueda leer como una recompensa a los hutíes por sus ataques contra el tráfico marítimo”, concluye Mohamed al Basha, del centro de investigación estadounidense Navanti.

Por lo pronto, las fuentes implicadas en las negociaciones señalan que ni los hutíes ni el gobierno apoyado por Arabia Saudita son populares entra la población. Coinciden en que cualquier líder efectivo de un Yemen de posguerra deberá demostrarle a la población que el gobierno es representativo y no está en deuda con poderes externos, cuyos estragos deberán abordarse.

En última instancia, y más allá de las responsabilidades históricas de otros países, Arabia Saudita e Irán deberán ser considerados responsables de contribuir a una guerra y una crisis humanitaria que provocaron la muerte de más de 300.000 yemeníes.

 

(Con información de agencias)

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