JUAN MABROMATA / AFP

El gobierno argentino cambia la estrategia y “plancha” al dólar para frenar la inflación

Aprovechará un ingreso extra de dólares para mantener la estabilidad hasta las elecciones

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13 de febrero de 2021 a las 05:04

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En n los últimos días ocurrió un hecho inédito en Argentina: en una reunión con empresarios, un ministro de economía de un gobierno peronista fue largamente aplaudido por la concurrencia. Era el mismo día en el que se confirmaba que, por segundo mes consecutivo, la inflación se ubicaba en 4% mensual –lo cual lleva a una proyección anual de 60%, cuando la meta oficial es 29%-. Y lo más raro es que la reunión se producía en el contexto de un acuerdo de precios y salarios, bajo amenazas de intervenciones oficiales para trabar las exportaciones ante el boom de precios agrícolas.

¿Qué era, entonces, lo que llevaba a los empresarios a aplaudir al ministro Martín Guzmán? La respuesta es simple: lo ven como el representante del ala ortodoxa dentro de un equipo económico lleno de nostálgicos de la intervención estatal.

El día anterior, Guzmán había causado gran revuelo al advertir sobre el riesgo de los excesos de emisión monetaria porque puede causar una aceleración inflacionaria. Una frase que en  cualquier país habría resultado obvia, pero que en Argentina de hoy es todo una rareza, porque hay una corriente de pensamiento económico que afirma que está demostrado que no hay conexión entre emisión e inflación, y que la prueba de ello es que durante 2020 se duplicó la cantidad de dinero en Argentina, y sin embargo la inflación fue inferior a la del año anterior.

Lo cierto es que Argentina está en un momento particular, en el cual, contra todos los pronósticos, Guzmán ha logrado que la explosión del dólar que todos anticipaban no ocurriera. Y sigue enviando señales “market friendly” desde el punto de vista fiscal, al afirmar que se recortará el gasto público en al menos dos puntos del PIB y que no habrá subsidios de tarifas para todos sino sólo para los más necesitados.

En cambio, sí hay inquietud por los aumentos de precios, pero Guzmán ya anunció que aplicará algunos antiguos remedios ante ese peligro: volver a usar al dólar como ancla.

En el mercado se empieza a debatir si el ministro es el más astuto y logrará que la economía argentina salga de la crisis sin turbulencia o si apenas está comprando tiempo para que se llegue con relativa calma hasta las elecciones legislativas y luego sobrevendrá la crisis.

Lo cierto es que, con una mezcla de ortodoxia y medidas oportunistas, Guzmán está consiguiendo algunos logros que parecían imposibles. Por ejemplo, que ya promediando febrero no haya explotado el dólar y que probablemente se pueda transitar el “puente” hacia los meses de otoño en los que se produce el ingreso masivo de divisas producto de la exportación agrícola.

El puente para pasar la sequía

La calma del tipo de cambio –en un momento del año en que típicamente sobran pesos y faltan dólares- se dio por una combinación de motivos. El primero consistió en acelerar el deslizamiento del dólar oficial. De esta forma, se restaba tensión a la brecha con el dólar paralelo –está hoy en torno de 70% cuando en su peor momento había llegado a 140%- y, además, se daba un mensaje a los exportadores, en el sentido de que no tenía sentido especular con una devaluación brusca.

Así, se logró que la exportación agrícola fuera mayor a la normal para esta época del año. Y el Banco Central pudo darse el lujo de comprar dólares en vez de vender. De hecho, en las últimas cuatro semanas lleva comprados más de US$ 200 millones –una cifra que no impresiona si se compara con las escasas reservas de US$  39.000 millones, de las cuales apenas un 1% es de libre disponibilidad–, pero al menos quiebra la tónica de lo ocurrido en 2020.

La otra medida fundamental es que el Banco Central echó mano a sus bonos y los vendió baratos en el mercado, con lo cual reprimió el dólar paralelo en sus versiones bursátiles –las que surgen de comprar un bono en pesos y revenderlo en dólares. No fue gratis, claro, porque implicó un desplome en la cotización de los bonos soberanos argentinos, pero la cartera del Banco Central tiene US$ 15.000 millones en bonos y decidió usarlos para lograr el cometido de corto plazo.

Y el tercer factor está por comenzar. Es de índole impositivo: gracias al impuesto extraordinario a las grandes fortunas –que fue denostado por la oposición y corre riesgo de ser judicializado por incurrir en doble imposición– el gobierno espera un fuerte ingreso fiscal en marzo.

Potencialmente, si todos pagaran en fecha, el fisco tendría un refuerzo equivalente a unos US$ 4.500 millones. Se descuenta que el ingreso será menor, dado que muchos apelarán ante la justicia.

Pero aun así, se estima que casi la mitad pagará para evitarse problemas. Y, como la mayoría no tiene efectivo en pesos sino dólares, tendrá que vender en el mercado para poder pagar. De esta manera, se cree que en marzo el Central recibirá un inesperado refuerzo de otros US$ 1.000 millones.

A partir de allí, inicia la etapa de la gran liquidación de maíz y soja, un “cuatrimestre de oro” en el que entrará la mitad de la exportación agrícola, que este año podría superar los US$ 35.000 millones.

Una ventana inesperada

Es ante esa situación que Guzmán ganó margen para resolver el problema al que el gobierno todavía no le encuentra solución: el de la inflación. Y con una situación más desahogada en el plano cambiario, decidió que su solución consiste en abandonar la estrategia de deslizamiento del dólar y volver a usarlo como “ancla”.

Una medida usada muchas veces en la historia reciente y que suele tener como contrapartida el riesgo del retraso cambiario. Pero gracias a la devaluación de los meses anteriores y al boom de los precios agrícolas en el mercado global, hoy ese riesgo a la sobrevaluación del peso no es algo que implique un riesgo inmediato.

Guzmán le puso números, como si se tratara de las denostadas “tablitas cambiarias”. Un 25% de inflación anual, lo cual de inmediato desplomó las expectativas devaluatorias, como lo demuestra el mercado de futuros del dólar.

Hasta hace pocas semanas, la suba implícita que esperaba el mercado llegaba hasta 70%, mientras que ahora se ubica en 44%.
La mejor parte de todas, para Guzmán y el Banco Central, es que de esta forma no tuvieron que subir las tasas de interés, una medida que el mercado venía reclamando pero a la que el gobierno temía por su potencial de frenar la economía. Claro, se preguntaban los analistas, ¿quién quiere mantener su dinero en plazos fijos a una tasa del 2,8% cuando el dólar y los precios suben al 4%?

Por lo pronto, con el cambio anunciado por Guzmán, la tasa que los ahorristas reciben en los plazos fijos ya pasaría a ser más del doble de la devaluación –dado que el dólar se movería a un ritmo promedio de 1,3% mensual–. Es decir, al planchar al dólar se logra, en forma indirecta, la suba de tasas, y se evita una corrida cambiaria.

De momento, Guzmán recibe aplausos. Claro, hay un problema, los analistas ven a estas medidas como medidas de corto plazo destinadas únicamente a calmar la economía hasta las elecciones legislativas.

Los analistas más influyentes del mercado son optimistas sobre los resultados a corto plazo y pesimistas sobre lo que ocurra en el futuro.

“El Estado va a tener superávit, y además van a entrar dólares, con lo cual se abre una ventana de tranquilidad. Le pusieron un freno de mano al dólar y a las tasas. Hasta agosto, hay garantía de que funcione bien. Pero dura lo que dura”, advirtió Salvador Di Stefano en una videoconferencia.

En tanto, Marina Dal Poggetto, apunta: “No importa si esta estrategia de congelar precios y tarifas complica la consolidación fiscal que estaban empezando a mostrar y requiere un acuerdo con el FMI. Ni si tiene consecuencias monetarias en el manejo del programa financiero, ni mucho menos las distorsiones en el funcionamiento de la economía que se puedan generar. No pareciera haber una lógica económica detrás, la lógica es política”. 

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