Pancho Perrier

El hartazgo y la desidia reaniman al coronavirus en Uruguay

Incertidumbre económica y nuevos confinamientos en el mundo

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21 de noviembre de 2020 a las 05:04

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El martes 17 la cantidad de nuevos casos de covid-19 detectados en Uruguay superó por primera vez el centenar. Demasiados para uno de los pocos países del mundo que parece tener la pandemia bajo control.

El aumento en vertical se inició a fines de setiembre, después que se abrieran casi todas las actividades, y circularan libremente personas infectadas provenientes de los países vecinos.

Buena parte de la sociedad está harta por una situación que parece interminable, y redujo la prevención.

La progresión geométrica de casos, que ya sufrieron muchos otros países, pareció estar a la vuelta de la esquina. Sin embargo en los días siguientes, mientras el mundo padecía el récord de muertes diarias, más de 11.000, el número cotidiano de infectados en Uruguay se redujo un poco.

De todos modos, el jueves 19 había más de 800 casos activos y 69 personas muertas por la pandemia.

Esta semana la cantidad de test diarios llegó a superar los 5.000, todo un récord, aunque nada de otro mundo en una comparativa internacional (110 cada mil habitantes, el mismo nivel que muestran Brasil o Colombia).

Se supone que Uruguay puede soportar hasta unos 300 nuevos casos diarios de convid-19 (promedia 85 en la última semana), y hasta 5 o 6% de test positivos (ronda el 2), antes que su sistema sanitario sea sobrepasado.

Pero lo único seguro es la incertidumbre. El gobierno se prepara para un mal escenario y toma más personal para realizar rastreos, estimula el aumento de pruebas y fuerza una mayor vigilancia sobre las personas obligadas a cuarentena.

Nadie sabe cuánta actividad socioeconómica es demasiada. Tampoco nadie propone seriamente un cierre masivo de las actividades económicas, como se planteó en marzo. Pero un aumento vertical en el número de casos puede afectar la apertura de ciertas áreas, como restaurantes, gimnasios o espectáculos.

En el mundo las cosas parecen mucho peores. América Latina, con unos 430.000 muertos por coronavirus, es la región más afectada.

Los diez países con más muertes por coronavirus en proporción a sus habitantes son Bélgica, Perú, Andorra, España, Argentina, Italia, Reino Unido, Brasil, Chile y México, en ese orden.

Aunque en casi todo el mundo renacieron las fronteras y los controles, incluso en Uruguay, ciertos Estados parecen aceptar implícitamente su fracaso ante la pandemia.

Así, por ejemplo, las autoridades regionales de Cataluña anunciaron la reapertura el próximo lunes de restaurantes y bares, cerrados desde el 16 de octubre, en medio de reconfinamientos y toques de queda.

Buena parte de las provincias argentinas resolvieron aceptar turistas el próximo verano sin exigir test libres de covid-19 ni cuarentenas.

Algunas vacunas podrían estar disponibles antes de fin de año. En términos generales, los primeros en tomarla serán el personal de la salud, las personas de grupos de riesgo y los ancianos. Pero no habrá inmunidad para la mayoría de la población mundial hasta al menos el año 2022. La vacunación masiva será compleja y el costo muy elevado.

En Uruguay transcurren los últimos días de la discusión del presupuesto, una ley fundamental que determina el gasto del Estado por cinco años. El debate ha sido más bien realista y pacífico, teniendo en cuentas las circunstancias.

Las empresas están dejando atrás el trabajo en casa, para ir hacia un sistema mixto, pues la interacción en la oficina mejora los resultados y la capacitación.

Muchos sectores de actividad en Uruguay padecen serios problemas económico-financieros: desde el sistema de salud mutual hasta los medios de comunicación, pasando por hoteles y restaurantes y transportistas. Un número elevado de empresas tienen problemas para pagar sus obligaciones, incluso los salarios.

El sector turístico, muy dependiente de las visitas de argentinos y brasileños, sufre un revolcón. Se espera que el arrendamiento de casas y apartamentos en el área de Punta del Este el próximo verano sea inferior al 50%.

La economía uruguaya caería este año entre 3,5 y 4,5%.

La recuperación es notoria, como en casi todo el mundo, aunque a un ritmo menor al esperado, debido a los violentos rebrotes del covid-19 en Europa y América del Norte.

El desempleo se sitúa entre el 11 y 14%, el más elevado desde la crisis de 2002, mientras caen con fuerza los ingresos en el sector privado. La automatización y los ajustes empresariales reducen la demanda de mano de obra no calificada. Se hace lo mismo con menos personal.

El bajo impacto de la pandemia en Uruguay, y la estabilidad política, pueden favorecer la inversión extranjera. Por el contrario, el país padece costos internos muy elevados, desde la energía a los alimentos, además de una baja productividad. Y la moneda probablemente está sobrevaluada.

No hay trazas de un ajuste consensuado, por lo que, a la larga, se haría de manera más o menos desordenada o abrupta.

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