"Mire, no sé si es una ventaja”, respondió Óscar Washington Tabárez cuando se lo consultó el martes en conferencia de prensa sobre su condición de ser uno de los entrenadores con mayor edad del Mundial. Pero afirmó que en lo que sí sentía una ventaja era en la experiencia. El entrenador celeste ya no se ocupa de aspectos que lo perturbaban.
Antes de salir de Montevideo había declarado en ese sentido. Que en sus anteriores experiencias mundialistas se ocupaba de cosas que le restaban tiempo y que con el paso de los años se dio cuenta de que no aportan nada y de que le restan energía.
El martes respondió a un periodista extranjero que “no hay un Mundial de entrenadores”, en clara alusión a su pensamiento de que nada pueden hacer los técnicos cuando el juez pita. La cuestión está en los que entran.
Entonces, desde lo vivido, apunta a materializar el tiempo del que dispone para preparar al equipo. El hecho de ser uno de los seleccionadores con más edad lo encuentra aplomado.
El éxito de Tabárez se basa en una especie de decálogo de conducción que reúne múltiples aspectos.
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