Opinión > EDITORIAL

El juicio a Trump

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20 de diciembre de 2019 a las 21:04

La acusación al presidente Donald Trump por parte de la Cámara de Representantes de Estados Unidos (EEUU), de los cargos de abuso de poder y obstrucción al Congreso, abre un proceso de juicio para su destitución en el Senado, que solo un milagro explicaría su aprobación. Más allá del desenlace final, el caso en sí genera preocupación porque es una muestra descarnada acerca de la profunda polarización política de la principal potencia en un contexto de una enorme incertidumbre en el mundo.

La Cámara Baja, controlada por el Partido Demócrata, imputó al jefe de la Casa Blanca de haber abusado de su cargo por pedir al gobierno de Ucrania que investigue a su principal rival electoral, Joe Biden, y de bloquear las investigaciones del caso en el correspondiente Comité Judicial.

Hay documentos y testimonios recogidos tras dos meses de investigaciones que prueban que Trump retuvo una millonaria ayuda militar a Ucrania que es clave para enfrentar la amenaza de los separatistas prorrusos. El presidente estadounidense pidió a su colega ucraniano, Volodymr Zelensky, durante una conversación telefónica, que abriera una investigación a Biden, con un hijo que era miembro del directorio de una importante compañía de gas en Ucrania, mientras era vicepresidente del gobierno de Barack Obama. Además, la investigación legislativa descubrió una invitación a Zelenski a la Casa Blanca siempre y cuando investigara a los Biden.

Nancy Pelosi, la jefa de los demócratas en el Congreso, que ocupa el tercer puesto más importante de EEUU, entiende que la aprobación del juicio fue un paso triste pero necesario porque si se legitima “que un presidente siga por este camino, le estamos diciendo adiós a la república y hola a un presidente rey”.

Para Trump, que cuenta con la cerrada defensa del Partido Republicano, la acusación de la Cámara Baja “no es nada más que un intento de golpe de Estado ilegal y partidista” que socava a la democracia.

Las disputas y desconfianzas son de tal grado que los legisladores dejaron Washington el viernes pasado por su receso de fin de año, sin un acuerdo sobre cómo manejarán el juicio político en el Senado que deberá comenzar en enero próximo. 

El impeach se desarrollará, además, en un contexto de campaña electoral, de cara a las presidenciales de noviembre de 2020, y en las que ya es oficial la postulación de Trump por el Partido Republicano.

En ese sentido, no hay evidencia de que el juicio político favorezca al partido opositor y tampoco de que perjudique a Trump. 

Menos de la mitad de los estadounidenses dice que el presidente debería ser removido del cargo, de acuerdo a un sondeo de Reuters/Ipsos publicado el jueves 19.

Con una economía fuerte y sin los votos en el Senado para una eventual destitución, Trump tiene grandes posibilidades de continuar en la Casa Blanca por otros cuatro años.

Lo único seguro, y sin especulación alguna, es que el impeach profundizará el clima de polarización, en un contexto mundial que necesita de la serenidad de EEUU por su papel protagónico en la guerra comercial con China y su influencia en los conflictos en Medio Oriente, en la seguridad europea y en la gran incertidumbre que existe en torno a la carrera armamentista nuclear, entre otros desafíos muy complejos de cara a la nueva década que se aproxima.

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