Vivió solo 39 años y las penurias económicas nunca dejaron de acompañarlo, pero el pintor e ilustrador uruguayo Rafael Barradas (1890-1929) se convirtió en uno de los referentes de la vanguardia española de las primeras décadas del siglo XX, influyendo a artistas de la talla de Salvador Dalí, tras partir con apenas una formación como autodidacta rumbo a Europa. Después de conocer el futurismo y el cubismo en Italia y Francia, incursionó en el vibracionismo, el clownismo, el planismo y el neoclasicismo, además de realizar ilustraciones y de trabajar como diseñador de escenografía y vestuario de teatro.
Cuatro décadas después de la última retrospectiva del artista en el país –realizada en 1972 gracias a la donación de la familia de la obra de Barradas en 1969–, el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) presenta una muestra con 200 trabajos del maestro, seleccionados del acervo de 503 obras que posee la institución. La exposición recorre los distintos momentos de la vida de Barradas, desde sus inicios en Montevideo, su paso por el hervidero vanguardístico de la España a principios de siglo –donde conoció a Federico García Lorca y Luis Buñuel– y su crepuscular regreso a Uruguay, meses antes de morir de tuberculosis.
A la entrada de la muestra hay un video con imágenes documentales del artista y una estación de audio donde se puede escuchar la música de cámara de Carmen Barradas, hermana del pintor. En el primer piso hay, además, un sector especial para las ilustraciones infantiles de Barradas.
La muestra, que comenzó el 15 de marzo y continuará hasta el 9 de junio, es producto de una investigación a cargo de María Eugenia Grau, el diseño museográfico es de Eduardo Muñiz y la coordinación general es de Enrique Aguerre, director del MNAV. Además de la exposición para la que se espera una afluencia de 30 a 35 mil personas –alrededor de la mitad de las que recibe el museo al año–, la institución presentará en mayo un catálogo de 350 páginas sobre el artista, que será colgado en PDF en la página web del museo.
La pregunta sobre por qué se tardó cuatro décadas en volver a montar una muestra de uno de los artistas más significativos de Uruguay es “difícil de responder”, según Aguerre. “A una exhibición como esta la gente la ve colgada y piensa que solo la sacamos de nuestros almacenes, pero hay una investigación, producción, restauración, base de datos; está el tema de la vigilancia, los seguros de las obras y la iluminación”, explicó el jerarca del MNAV, que tiene el mayor acervo del país, con 62 mil obras. No obstante, explicó, “la muestra de 1972 fue tan impresionante que la gente no se animaba a enfrentar una empresa de estas dimensiones”.
En la exposición se pueden ver series como Los magníficos (los cuadros en los que Barradas retrata con una estética rústica a los pobladores rurales de España), Los místicos, de evocación religiosa, y los Estampones nativos, las últimas obras que realizó poco antes de su fallecimiento y que están cargadas por la nostalgia de Montevideo, el lugar al que siempre quiso volver. Otro punto fuerte de la muestra son los retratos de sus compañeros tertulianos, miembros de la élite de la literatura y el teatro.
Hay otras obras menos conocidas pero igualmente impresionantes en las que el pintor muestra su habilidad para definir una persona en pocos trazos. También se encuentran algunas de sus primeras pinturas antes de viajar a Europa, entre ellas el óleo Los emigrantes, que realizó con 22 años, y sobre la que los expertos aún se preguntan cómo pudo ser realizada con los recursos y formación que tenía su autor.
La familia de Barradas tiene también un lugar importante en la muestra, especialmente su mujer, Simona Láinez, a quien el pintor llamaba Pilar. Cuenta la leyenda que se conocieron después de que ella, hija de pastores, lo encontrara tirado en la nieve y muerto de hambre cerca de Zaragoza, cuando el pintor realizaba su mítico recorrido a pie de Barcelona a Madrid.
“Barradas no solo recibe la modernidad sino que la asimila, la digiere y la produce”, señaló Aguerre. Su legado, no obstante, va más allá de aquel momento histórico-cultural. “Su influencia es enorme y no está cerrada”, su poesía visual, estimó el director del MNAV, “nos va a afectar a todos más de lo que parece”.
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