Los relevamientos indican que el año pasado se cultivaron 40.000 hectáreas de amapolas en Myanmar

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El resurgimiento del opio se suma a la floreciente industria de las drogas sintéticas

Según la ONU, las vulnerabilidades sociales asociadas a la pospandemia y la inestabilidad política en Myanmar dispararon el cultivo en la región selvática donde se unen las fronteras del país con Laos y Tailandia
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20 de febrero de 2023 a las 05:04

En la confluencia de los ríos Ruak y Mekong, en el sudeste asiático, se extiende un área selvática de unos 950.000 kilómetros cuadrados, el denominado “Triángulo Dorado”, la región donde se unen las fronteras de Tailandia, Laos y Myanmar, conocida desde la década de 1950 como un centro de producción de opio que rivalizó durante décadas con la llamada Media Luna Dorada, integrada por Afganistán, Irán y Paquistán.

Controlado y protegido por líderes militares locales que operan en la región como señores de la guerra aliados con el crimen organizado, y luego de un período en que las drogas sintéticas producidas en la zona inundaran los mercados regionales transformándose en el principal negocio ilegal en la zona, los cultivos de la adormidera para la producción de heroína están de regreso.

Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), los últimos datos señalan que el cultivo se incrementó un 33% durante el año pasado y que la producción de opio alcanzó las 790 toneladas, lo que implica un aumento del 88% con relación a 2021 gracias al aumento de la superficie sembrada y de técnicas agrícolas más eficientes. Un récord desde 2013, según el estudio, que se basa en imágenes satelitales.

El informe de la ONUDC afirma que los sindicatos del crimen y los grupos armados reforzaron sus vínculos en los últimos tiempos, “lo que les permitió expandir sus actividades para explotar las vulnerabilidades sociales que dejó la pandemia y, al mismo tiempo, aprovechar la inestabilidad política en Myanmar”, llevando el tráfico ilegal a una escala “asombrosa”.

Los relevamientos indican que el año pasado se cultivaron 40.000 hectáreas de amapolas en Myanmar, con un rendimiento potencial estimado en casi 800 toneladas de opio. Una economía valuada en unos US$ 2.000 millones en el contexto de un mercado regional de heroína valorado en US$ 10.000 millones, según la ONUDC.

Para los expertos del organismo, los efectos del resurgimiento de la producción de opio en las tierras altas del Triángulo Dorado repercutirán en toda la economía ilegal, alcanzando incluso la zona del bajo Mekong y cambiando así una dinámica que hacía de la producción drogas sintéticas la principal actividad desde fines de 2013.

Lo observadores explican que la situación se afianzó después de febrero de 2021, cuando los militares tomaron el poder en Myanmar y desalojaron a la Liga Nacional para la Democracia, elegida democráticamente dos meses antes. El golpe de Estado produjo una severa contracción económica en el país e impulsó a que muchos campesinos retomaran el tradicional cultivo de la opiácea.

"Los trastornos económicos, de seguridad y políticos que siguieron al golpe convergieron", señaló Jeremy Douglas, representante regional para el sureste asiático de la ONUDC. El ascenso de la junta militar interrumpió el flujo de inversiones, luego de que muchas empresas suspendieran o directamente cancelaran sus actividades, lo que disparó el desempleo y la pobreza. La situación también paralizó los programas financiados con fondos del exterior para incentivar a los campesinos a que reemplacen el cultivo por café y té.

"Los agricultores del norte del estado Shan, donde se encuentra el 85% de la superficie dedicada a la adormidera, y de regiones fronterizas no tuvieron más opción que volver a cultivar la opiácea", explica el informe.

Sólo en Myanmar se calcula que la economía de la adormidera moviliza entre US$ 660 y US$ 2.000 millones al año; es decir: entre el 1% y el 3% del Producto Interno Bruto del país. Según el estudio, el precio promedio que reciben los agricultores creció un 69% en 2021 hasta alcanzar los US$ 281 dólares en 2022. Un imán para el 40% de la población, que vive por debajo del umbral de la pobreza, una cifra al alza que rompió con casi una década de avances, según el Banco Mundial.

Los autores del informe agregan otro factor que contribuye a la expansión del cultivo en el Triángulo Dorado: la casi masiva retirada del comercio regional de opiáceos de Afganistán, luego de que los talibanes retornaran al poder tras la retirada de los Estados Unidos, lo que catapultó el precio del opio para la producción de heroína e hizo todavía más atractivo el cultivo.

El informe advierte que el aumento de la superficie cultivada resultará también en un aumento del consumo de heroína en los países de la región, ya que no toda la producción se exporta, lo que a su vez “incrementará significativamente no sólo los riesgos para la salud pública, sino también el lavado de dinero y el tráfico de precursores”, dos cuestiones que ya son un desafío para la región.

Al igual que ocurre en Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú con el cultivo de la hoja de coca para la producción de cocaína, el informe de la ONUDC señala que la producción de la adormidera en el Triángulo Dorado “no se puede desligar de la situación social y económica de los campesinos, ni de la capacidad del estado para controlar la seguridad y la institucionalidad en las zonas de cultivo”. En otras palabras: la economía ilícita llena el vacío.

En ese contexto, la ONUDC enfatiza que la problemática en el sureste asiático amenaza con un “efecto cascada”. Además, advierte que la situación requiere de una discusión franca y del compromiso político de los gobiernos de Tailandia, Laos y Myanmar, pero también la colaboración de todos los países que conforman la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), entre ellos de China.

Según las ONG’s que trabajan en el territorio, la corrupción, factor esencial que facilita el tráfico, tuvo un rol clave en el traslado de los laboratorios clandestinos desde la provincia de Shan, en Myanmar, al noreste de Tailandia. Desde allí, la heroína y las drogas sintéticas son transportadas por tierra para luego ser embarcada en los puertos internacionales, rutas con ramificaciones que llegan hasta Corea del Sur, Japón y Australia.

La ONUDC denunció en reiteradas ocasiones que “en varias partes del sureste asiático el pago sistemático de sobornos en las fronteras se aplica con la fuerza de un reglamento”. También que las ganancias que obtiene el crimen organizado “multiplicaron las operaciones de lavado de dinero”, que “encuentra una forma de blanquear sus ingresos en las industrias de la construcción, el turismo y los juegos de azar”.

Un ejemplo son los casinos de Macao, la región autónoma de la costa sur de China continental que fuera territorio portugués hasta 1999. De allí que los expertos enfaticen en la necesidad de monitorear rigurosamente a las empresas que se desempeñan en esos sectores, pero también a los bancos que realizan operaciones en nombre de los casinos, permitiendo que el dinero asociado al tráfico termine en el sistema financiero regional.

Aunque los campesinos están dispuestos a dejar el opio, recurren al cultivo como último recurso ante la ausencia de opciones, en especial cuando “son incentivados con fuertes sumas de dinero, semillas y fertilizantes, o incluso con sistemas de riego, por parte de los intermediarios que representan a los productores de heroína”, puntualiza el texto. De esta forma financian parte de los costos que descuentan en el momento de pagar por la cosecha.

Al ya de por si complejo tablero del tráfico de drogas, se suman las organizaciones armadas de diversos grupos étnicos que luchan por obtener autonomía. La ONUDC señala que “el tráfico de drogas les proporciona ganancias que les permite comprar armas y establecer alianza con las organizaciones de traficantes”. Algunos de sus líderes utilizan uniformes y levantan reclamos políticos “en un intento por obtener un cierto grado de legitimidad” y llegan a tener “relaciones más o menos formales con las autoridades locales”, según el organismo.

El informe destaca que las políticas de los países de la región, claramente enfocadas a la represión y penalización de los consumidores, no funcionaron. Tampoco el incremento de los operativos para destruir los cultivos. Las estrategias, además, están lejos de abordar el crecimiento de la demanda local y los impactos en la salud y la sociedad.

En síntesis, según la ONUDC, desmantelar el modelo de negocio del crimen organizado requiere interrumpir el lavado de dinero, bloquear el comercio de precursores químicos y brindar alternativas a los campesinos para que no regresen al cultivo de la adormidera, además de voluntad política.

“Hasta el momento, la persecución y las incautaciones, con las que se suele medir el éxito de las políticas antidrogas, claramente no está funcionando”, apunta el informe. "Sin alternativas ni estabilidad económica es probable que el cultivo y la producción de adormidera siga creciendo", alertó Benedikt Hofman, encargado de la ONUDC para Myanmar.

(Con información de AFP)

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