Espectáculos y Cultura > NOVELA GRÁFICA

La historia de un secreto escondido por la iglesia, basado en hechos reales y llevado al cómic

En El enigma del rosario, de Marcelo Acquistapace y Rolando Salvatore, una vieja iglesia de Melilla se convierte en el eje de un misterio sin resolver
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29 de enero de 2019 a las 05:02

En Melilla hay un camino angosto rodeado de pasto y arboles. Y nada más. Hasta que a un costado de ese camino se encuentra un grupo de vetustos edificios. Pertenecieron a la familia de Manuel Oribe, luego pasaron a las Hermanas Vicentinas, que gestionaron allí un orfanato en el que las niñas no podían tener juguetes, y cada vez que se portaban mal eran obligadas a hincarse sobre maíz o a desnudarse y recibir baños de agua helada.

Esos edificios pasaron a manos de la Curia de la iglesia montevideana que, actualmente, lo usa como edificio de retiro; antes lo utilizó como seminario. Allí uno de los estudiantes desapareció misteriosamente en 1953. Ese episodio fue el que inspiró la historia relatada en la novela El enigma del rosario, publicada en 2010 y que ahora ha sido llevada al cómic.

Detrás de la novela y de la versión gráfica está Marcelo Acquistapace, conocido por sus trabajos como vidente e hipnotista. Para él, fue un cable a tierra desde que empezó a trabajar en ella, en 2002. “La empecé en la crisis, que era un momento difícil para mí como empresario, y anímicamente estaba muy mal. Estaba por explotar por los problemas económicos, y me metía en la historia y era un bálsamo. Y ahora verlo así en cómic es un orgullo”.

Si bien en los hechos reales solo desapareció un seminarista –según Acquistapace la Iglesia uruguaya se niega a reconocer este episodio– en la novela son cuatro, y la historia incluye un complot de rituales antiguos, misterio, y una investigación de estos sucesos extraños llevada a cabo por un sacerdote joven. No es una historia de terror, sino de suspenso, y con un protagonista con una capacidad extrasensorial que lo vincula a su creador.

La decisión de agregarle el apellido “gráfica” a la novela empezó en 2014, cuando Acquistapace le compró a su hijo un cómic. “Me encantó la estética, y me puse a analizar que la novela había andado bien, era una historia nuestra, nacional, el lugar existía. Entonces por qué no desarrollarlo así. Era un proyecto ambicioso, y sabía que era difícil pero me puse a buscar a alguien que pudiera interesarse. Me contacté con Horacio Guerriero, Hogue, que lo conozco del mundo de la publicidad, y enseguida me dirigió a Rolando Salvatore, del que conocía su trabajo como caricaturista pero no personalmente. Lo llamé, nos reunimos, le dí la novela. Me interesaba que viera si le gustaba la historia. Le conté mi idea, y a la semana me llamó para decirme que le había encantado la historia y ya la había imaginado”, relató Acquistapace a El Observador.

El primer paso para la dupla de autor y dibujante fue ir a la iglesia de Melilla. El encargado del local no les permitió explorar libremente el predio, pero Salvatore logró realizar algunos apuntes y bocetos, mientras que Acquistapace sacó algunas fotos. Con ese material construyeron los episodios de la historia, con la intención de que todos los espacios que aparecen y los desplazamientos de los personajes estén fundamentados en los lugares reales y sean realistas.

 Al principio, el avance fue lento, ya que Salvatore se desempeñaba como dibujante para El Observador. Luego de su jubilación en 2017, el ritmo se aceleró. De una página por mes llegó a hacer ocho. En todo ese tiempo, unos tres años y medio, las correcciones de Acquistapace fueron apenas tres. “Fueron sobre todo detalles, porque había lugares en los que no entramos. Le mostré el planito que había hecho de la iglesia y los demás edificios y Marcelo me indicaba donde sucedían esos pasajes. Sobre todo cuando aparecen los seminaristas al final”, explicó el dibujante.

A medida que la historia progresa, los colores se van haciendo más oscuros. El edificio va dando miedo, algo que la dupla asegura que se condice con la realidad. Todo eso, afirma Salvatore, está vinculado al tiempo que tuvo para trabajar en la historia. “Mirás los dibujantes que trabajan para editoriales como Marvel y los tipos tienen que hacer una página por día. Terminada. Acá no podés trabajar así. Me tomaba el tiempo de pensar cada cuadro, de bocetar, ampliar, tenía tres o cuatro etapas para trabajar tranquilo, corregir. Por eso llevó tiempo. Fue un trabajo lindo de hacer y Marcelo no me puso plazos, ni me apuró. No hubo presión. Por suerte. Otras veces te pasa que empezás, preparando todo, y después tenés tres meses y tenés que hacer todo rapidísimo. Esto es lo más realista que he hecho. Hubo cuadros que me llevaron mucho tiempo. Los hacía, los dejaba descansar unos días y los retomaba”, contó.

El vidente complementa: “Es un trabajo minucioso. A Salvatore le llevaba semanas, y yo que estaba como gurí chico esperando las figuritas las leía en un minuto, pobre”.

Las celebridades de El enigma del rosario
Para los rostros de los personajes principales, y también de algunos secundarios, Rolando Salvatore se inspiró en caras conocidas. El dibujante, que se define como cinéfilo (y se inspiró además en artistas como Caravaggio y en Alejandro Colucci), tomó al actor sueco Max von Sydow (El exorcista) como modelo para el rostro del padre Rompennheimer, a Jeremy Irons para el obispo, y a Harry Dean Stanton para el capellán de la iglesia de Melilla. En el caso de Bernardo Giovanni, el protagonista, el modelo es el futbolista argentino Javier Zanetti. Y por las páginas del cómic hay un carnicero inspirado por José Mujica. 
El dibujante explicó: "Vos podes dibujar todos los gestos y las caras que quieras, pero si no tenés una referencia de cara es complicado. Los actores son expresivos, y ya en cualquier foto tenés mucho para tomar".

Ficha
El enigma del rosario
De Marcelo Acquistapace y Rolando Salvatore
Precio: $650

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