Luciana fue caminando a sacarse la ficha médica. No tenía plata para el boleto. Su padre, obrero de la construcción, estaba en el seguro de paro. Y el único dinero que entraba en el humilde hogar de los Mascaraña era el que cobraba su mamá como empleada de una fábrica. Con mucho esfuerzo inició el curso de árbitra ante la incredulidad de sus dos hermanas.
Mascaraña tenía que tomas dos ómnibus. Y muchas veces, en aquellos días de tormenta donde caminaba con su bolsito a cuestas, se le pasó por la cabeza si valdría la pena aquel esfuerzo.
Mientras tanto en Pan de Azúcar la crisis del año 2002 golpeaba duro a una de las tantas familias de la zona. El almacén, que era el sustento familiar de los Umpiérrez, no daba para más. Lo cerraron. Y se mudaron a Atlántida para volver a empezar. Un día la menor de los Umpiérrez vio un aviso en la televisión y no lo dudó. Se fue a inscribir para cursar como árbitra de la Asociación uruguaya de Fútbol (AUF).
En el viaje, Claudia Umpiérrez y Luciana Mascarañas se encontraron en unos de los tantos caminos que conducen al fútbol profesional. Se hicieron amigas y colegas inseparables. No fue sencillo el recorrido. Estuvo plagado de dificultades.
“Te puedo contar mil cosas…”, dice Claudia Umpiérrez a Referí antes de ingresar en su historia de sacrificio y lucha contra los prejuicios de ocupar un lugar en un ambiente machista.
“Fue una persistencia de años… Pensé en retirarme, pero algo me decía que tenía que seguir. Mirá, cuando me acerqué a ser árbitro de Primera no me daban las oportunidades. En ese lapso tuve a mi hija y ahí fue el esfuerzo más grande”, comenzó narrando para entrar en la historia.
“En 2012 pensé en retirarme. Llevaba muchos años en Segunda y quedaba en la puerta del ascenso y no iba. No me retiré, pero en 2014 quedé embarazada en medio de un proceso en el que fui seleccionada al Mundial femenino Sub 20 y me llevó al doble de esfuerzo”.
La cesárea implicaba 45 días de inactividad. Recién en marzo pudo volver a trotar y la prueba física la tenía que rendir en junio. Era una carrera contra el tiempo. Pese a las dificultades dio la pelea. Se esforzó. Pero Umpiérrez no pasó la prueba física y quedó excluida del Mundial. Fue un golpe durísimo.
En ese momento alguna persona le dijo a Claudia que el nacimiento de su hija le cortaría la carrera. “Pero le demostré a esa persona que lejos de cortarme la carrera, mi hija fue un motor”.
“A finales de ese año Jorge Larrionda me llamó para saber cómo estaba y que capaz que existía la posibilidad de ir al premundial a ver si pasaba la prueba física. Me maté entrenando. Pude ir, la pasé y con Luciana y Mariana Corbo quedamos seleccionadas”. Era abril de 2015 cuando las tres uruguayas fueron nominadas para el Mundial femenino de Canadá.
Con el impulso del Mundial, Claudia Umpiérrez decidió que era tiempo de encarar las cosas de frente con el Colegio de Árbitros.
Se apersonó ante los dirigentes y preguntó qué le faltaba para ser designada como árbitra de Primera. “Tenés que pasar la prueba física de varones”, el dijo alguien en tono desafiante. Claudia empezó día y noche. Entrenar y entrenar. Aquel año 2015 fue inolvidable. Se concretó su ascenso a Primera.
“Siempre con mucho sacrificio. Por momentos con palos en la rueda y mi postura, pese a todo, fue siempre hacer foco en mi preparación, en mi familia y en disfrutar los partidos”, expresó a Referí.
Mascaraña salía de su casa cuando le cayó un mensaje de WhatsApp a su celular. Era su colega, la ecuatoriana Mónica Amboya. Cuando leyó el mensaje se refregó lo ojos. Sola, en su vehículo, los ojos se le llenaron de lágrimas. Y empezó a llorar, desconsoladamente. De la emoción. Recibía la noticia por la que tanto luchó: había sido designada al Mundial sub 17 masculino. Un hecho histórico para una mujer en América.
“No paré de llorar. Se me pasaron muchas cosas por la cabeza. No me olvido de dónde vengo. Cuando empecé me fui a anotar y no tenía ni para el boleto. Yo no tenía recursos. De la época de los primeros partidos esperando el ómnibus que venía lleno y no me paraba y me volvía loca mirando el reloj porque llegaba tarde”, contó la maestra de una escuela del barrio Colón a Referí.
“No podía manejar. Yo entro a la escuela a la 1 y eran 12.20. Pero no podía creer la noticia y me temblaban las manos para manejar”, reveló Luciana agregando a la historia: “Pensaba que éste era mi último año, que ya no daba para más”.
Claudia y Luciana llegaron al Mundial. Primero Canadá. El último Francia. Allí donde el destino les tenía deparada una nueva sorpresa.
El reconocido árbitro mundialista, el italiano Pierluigi Collina, leyó sus nombres para el partido inaugural del Mundial femenino volvieron a llorar como niñas. “Esos momentos son imborrables. Que vengan todas tus colegas a abrazarte y llorar no tiene precio, es un reconocimiento al trabajo”, dijo Umpiérrez a Referí.
Mascaraña contó que en los torneos de Conmebol comparten habitación con Umpiérrez pero que en el Mundial cada juez tenía su propia pieza.
Antes de empezar el torneo recibieron todo el set con la indumentaria deportiva. Los escudos de la FIFA vienen sueltos y se pegan con una plancha.
Y acá viene el detalle. A Umpiérrez no le gusta perder la concentración en el partido. Entonces aplicó la gran “uruguaya”, y le pegó unas puntadas con aguja para asegurarlo a la camiseta.
A la hora de salir a calentar la preparadora física de FIFA les pregunta a las juezas qué canciones quieren para la sesión de calentamiento.
“El rock me encanta y las canciones que cantan con respecto a Uruguay me llegan a alma. Nosotras optamos por la de Jaime (Cuando juega Uruguay) que habla de esa cuestión de 'asomando por el túnel', porque son sensaciones que uno vive cuando sale. Otra es la de No te va a gustar, que dice 'hay algo que sigue vivo' (Cielo de un solo color). Y en algún momento una de David Bisbal (No amanece) que habla de que ese es el momento para dejarlo todo, es esa oportunidad”, contó Umpiérrez a Referí.
Y de pronto, Claudia y su compañero Luciana, se encontraron en el mismísimo Parque de los Príncipes, donde juegan Edinson Cavani, Neymar, Kylian Mbappé. Donde jugó Zinedine Zidane, Michel Platini y tanto otros.
“La miré a Luciana y le dije: Del Parque Batlle al Parque de los Príncipes. Sí, yo no reniego de mi lugar, de mi ciudad, de mis canchas”.
Luciana Mascaraña no tiene hijos, pero Claudia Umpiérrez tiene una nena de 5 años. Esa fue otra experiencia. Desprenderse de la nena. Cada noche el llamado por teléfono era desgarrador. Para colmo su niña se enfermó estando en pleno Mundial.
“Muchas veces tenés la mochila de la culpa. No estoy por los torneos llorando por los rincones porque no veo a mi hija. Estoy ahí luego de 4 años de esfuerzo, de pasarla mal, entonces ir a no disfruta no está bien. Claro que la extraño. En pleno Mundial ella estuvo unos días enferma y eso te hace preocupar y no sabés qué tan mal están las cosas, Gabriel (Popovits, su esposo que es árbitro asistente) se hace cargo de todo, es un gran padre. Pero claro, lo más común es que el padre viaje y la madre se quede con los hijos. Pero ella se ha quedado con los abuelos cuando salimos los dos a arbitrar torneos. Eso la hizo madurar más rápido y es una niña independiente que se queda en la casa de los tíos y te dice: ‘mamá se fue a trabajar’.
Claudia acota con orgullo: “Pero lo que pienso y espero que ella cuando sea grande lo valore, es el esfuerzo que hice. Yo la voy a ayudar y motivar a hacer lo que quiera hacer. Que ame lo que hace. Yo no lo tomo como un trabajo el arbitraje. Si pudiera vivir del arbitraje viviría pero para mí es un disfrute”.
Del Mundial se trajo la camiseta del primer partido como recuerdo imborrable y la de la final, pero con un detalle, la hizo firmar por todas sus colegas. Además de la pelota del partido inaugural que le tocó dirigir entre Francia y Corea del Sur.
Luego de cumplir el sueño la vida vuelve a la normalidad. Luciana Mascaraña sale de la escuela a las 17 horas y se va volando a su casa. Toma el bolso y sale rumbo a la casa de una compañera para llegar sobre la hora al Complejo Celeste donde entrenar desde la hora 18.30.
Después de llorar por recibir la noticia de volver a un Mundial a hacer historia el fin de semana Claudia Umpiérrez no se comerá un asado para brindar por la designación. No. Saldrá de trabajar a las tres de la tarde y se irá manejando hasta Maldonado donde a las 19 horas tendrá que dirigir un partido de la B. Al finalizar el partido, cerca de las nueve de la noche, se pegará una ducha y se volverá a subir al auto para regresar a Montevideo cerca de la medianoche del día siguiente.
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