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El uruguayo que soñó con levantar rascacielos y hoy restaura edificios en EEUU

Amir Kripper cuenta sobre sus trabajos de restauración de edificios en EEUU, entre ellos el de la emblemática tienda Sears en Boston; muchos se convierten en loft o cowork, preservando sus características originales
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19 de noviembre de 2020 a las 05:04

La restauración de edificios tiene mucho de magia en ese darle vida a estructuras dormidas u olvidadas para que dejen sus sombras y se acomoden a la vida de hoy.

El arquitecto uruguayo Amir Kripper, de 43 años, así lo hace desde Boston, EEUU, con Kripper Architecture Studio, su empresa de servicios de arquitectura y diseño full service, fundada en 2011.

Desde sus tiempos en la Universidad de la República, su sueño era levantar rascacielos en Manhattan. Para allí fue, y cumplió. Con el tiempo encontró su pasión en el nicho de la restauración de edificaciones antiguas.

En su haber está la restauración del emblemático edificio de la cadena de tiendas Sears Crescent en Boston, renovaciones de edificios en Clark Avenue, y de otra infraestructura histórica en los alrededores de las universidades de Cambridge, para hacerla habitable.

Kripper es egresado de la Facultad de Arquitectura (Udelar) y master en Arquitectura de la Universidad de Columbia (NYC). Amante de la estética de los años 60, del detallismo de época de la serie televisiva Mad Men (de Matthew Weiner) e inspirado desde el punto de vista empresarial por Steve Jobs y por arquitectos prestigiosos de todo el mundo, Kripper se abrió paso en el país del norte y en entrevista con El Observador también recuerda a su entrañable Uruguay.

¿Qué tanto se aprovecha los edificios patrimoniales en el mundo?

Todas las ciudades, Montevideo, Boston, Nueva York, tienen un inmenso patrimonio histórico con edificios de diferente valor, que hay que rescatar, y gente interesada en esos edificios, ya sea para vivir o para usarlos como oficinas.

Cada vez más se aprecia el valor histórico de esas construcciones, porque no son espacios genéricos, tienen identidad, y desde el punto de vista ambiental, nos hemos dado cuenta de las calidades térmicas muy buenas de sus muros, tanto en EEUU como en Uruguay.

Aprovecharlos también vale la pena porque la contaminación de construir que se genera con el hormigón, el acero, la producción de vidrio y el transporte, es muy grande. Por eso es bueno usar lo que ya tenemos en las ciudades.

¿Se puede decir que esto es una tendencia?

En EEUU, sí. Hay una tendencia a recuperar edificios históricos para diferentes usos. Lo que nosotros hacemos es restaurar la parte existente y la combinamos con elementos nuevos.

Uno de sus trabajos más emblemáticos es el de Sears en Boston, ¿en qué consistió?

El edificio Sears Crescent tiene una historia única. Se trata de un edificio de 5 mil metros cuadrados, el más antiguo de uso comercial que se ha preservado en la zona, construido en 1816.

En la década de los 50, se levantó allí la Intendencia de Boston y a raíz de eso decidieron demoler unas 9 hectáreas en los alrededores, para levantar el nuevo centro cívico de la ciudad. Ahí es cuando la comisión de preservación histórica puso el grito en el cielo y armaron un grupo para cambiar la zonificación y preservar este edificio de Sears.

¿Preservaron el edificio de Sears y también los edificios que estaban alrededor?

Solamente Sears, todo lo demás se demolió. En esa época estaba la idea de traer autopistas a la ciudad y entonces venía bien, desde el punto de planimetría, eliminar todo y empezar de cero.

El edificio de Sears sí quedó y fue utilizado para oficinas y en la planta baja, locales comerciales. Hace tres años contrataron a mi estudio para renovarlos.

¿En qué consistió el trabajo, concretamente?

Primero le sacamos capas y capas de pintura; mi trabajo es como el de un editor. Como arquitecto uno tiende a poner, pero acá hay que relevar todo y determinar qué se va a mantener, qué se va a quitar. Es casi como un trabajo de arqueología.

Cuando se encuentran estas joyas, hay que exponerlas, celebrarlas, preservarlas. Hay que hacer mucha investigación sobre cómo se construyó, encontrar los planos si los hay, ir a los archivos, es un trabajo fascinante. Luego se integra lo nuevo.

¿Podría dar un ejemplo de lo que se suele quitar o dejar?

Todo el mundo quiere ver la estructura original del edificio, que generalmente está tapada: las vigas de madera, el ladrillo, los detalles arquitectónicos. Como ejemplo de las cosas nuevas que se agregan, están las ventanas térmicas de doble y triple aislación, los sistemas de prevención de incendios, a veces se agregan ascensores, gimnasios o bodegas en los subsuelos, parques en las azoteas.

¿Cuánto tiempo les llevó renovar Sears?

Se fue haciendo en etapas, en total dos años. Ahora hay oficinas coworking en los cinco pisos. Las comisiones patrimoniales de la municipalidad deciden sobre cualquier cambio en el exterior del edificio que se quiera hacer, incluyendo los materiales de la fachada.

Pasemos a Webster Street, ¿en qué consistió su trabajo allí?

El edificio de viviendas en Webster Street estuvo dilapidado por casi 50 años. Al igual que en Sears, quitamos las capas para mostrar la belleza de los espacios con las paredes de ladrillos visto, y volverlo adecuado para la vida contemporánea, con cocina nueva y equipos de tecnología. Preservamos las estufas a leña, las molduras originales y los detalles de madera de carpintería que hubo que restaurar, y lo hicimos funcional.

Hace poco comenzaron con Clark, ¿qué están haciendo allí?

Clark abarca una manzana entera construida en 1872, queda en Natick (suburbio cerca de Boston). Fue creado para albergar a la municipalidad. Lo interesante es que tiene un salón de fiestas gigante, tipo palacio, de unos 60 años que está totalmente abandonado. Allí vamos a hacer lofts para oficinas.

¿Quién los contrata para este tipo de trabajos?

Generalmente privados. El promotor de Clark, por ejemplo, es dueño de todo el edificio y, a medida que se van terminando los alquileres, vamos remodelando los diferentes pisos.

Además están trabajando en Cambridge, ¿verdad?

Sí, recién empezamos con un edificio histórico en Cambridge, al lado de la Universidad de Harvard. Eran apartamentos que estaban en desuso, en muy mal estado. Hubo cambio de dueño y nos contrataron para remodelarlos para que vivan estudiantes, profesores y gente vinculada a las veinte universidades que hay en Boston. Unos 500 mil estudiantes vienen todos los años.

¿Qué es lo más desafiante de su trabajo?

Que cuando empiezas a “abrir”, a quitar las capas de un edificio, no sabes con qué te vas a encontrar. Cuando haces un edificio nuevo, tienes todas las variables, pero con un edificio existente, hay cosas que no se saben hasta que se empieza a ver, porque muchas veces no hay datos o planos.

¿Ha perdido contacto con Uruguay desde el punto de vista profesional?

No, para nada, y me gustaría hacer trabajos de restauración allí también.

 

EN URUGUAY
¿Qué tan eficientes son las leyes y medidas para preservar el valor histórico de los edificios?
En Uruguay, a finales de las décadas de los 70 y los 80, se generaron comisiones de patrimonio, justamente porque hubo algunas atrocidades de destrucción de obras importantísimas, especialmente en la dictadura. Sobre qué tan eficientes han sido, es variado.
¿Qué aspectos evalúan las comisiones?
Determinan si hay que preservar –o no- en función de si el arquitecto que construyó era de renombre, de si la obra en sí es relevante en el acervo cultural, o si hubo eventos históricos en la casa, por ejemplo, si vivió un presidente o un personaje de la cultura.
¿Piensa que se destruyeron construcciones valiosas en Uruguay últimamente?
Estuve siguiendo la demolición del hotel San Rafael, que fue un tema muy debatido. La Facultad de Arquitectura se opuso, pero igual lo tiraron abajo para hacer un desarrollo poco interesante y que no tiene que ver con el entorno.
Pienso que en Uruguay, la parte patrimonial no tiene la fortaleza que en Estados Unidos. A veces, hay intereses muy poderosos. A menos que la construcción sea declarada patrimonial, se han hecho cosas muy polémicas.
Otro caso es el edificio donde estaba en la Heladería Cantegril en Punta Carretas, del arquitecto Humberto Pittamiglio. Si bien la comisión de patrimonio intentó preservarlo, perdió la pulseada.
Hubo varios casos recientes de ese tipo; son oportunidades perdidas de reusar esas construcciones y aprovechar sus características invaluables. Aunque no necesariamente sean patrimoniales, son importantes.
¿Qué se podría hacer en Uruguay?
Hay mucho para restaurar en la Ciudad Vieja y en todo Montevideo, donde existen edificios muy buenos de los años 30, 40 y 50, de arquitectos prestigiosos como Julio Vilamajó, que precisan atención.
 
 

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