Leonardo Carreño

El vacío que deja Larrañaga y los desafíos que le quedan a Heber

Lacalle apostó por la continuidad de tener a un hombre fuerte, de mucha confianza personal y que sea sus ojos en el tema que seguirá siendo de los más sensibles. Opina Gonzalo Ferreira.

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25 de mayo de 2021 a las 05:00

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¿Y ahora qué? Esa es la pregunta que muchos militantes y dirigentes blancos ─y seguramente hasta el presidente Luis Lacalle Pou─ se hicieron por estas horas, tras la muerte de Jorge Larrañaga. 

Es que el  ministro del Interior dejó un vacío muy grande, al menos en tres aspectos.

En primer lugar y más importante que nada, desde lo humano. Todos los que lo conocieron y lo trataron coinciden en lo difícil que es encontrar líderes políticos que sean tan cálidos en el mano a mano, de estar en los detalles más mínimos con sus allegados y hasta en el trato con sus subalternos. Nada más elocuente que el respaldo de la Policía en las últimas horas con decenas de gestos públicos que lo demuestran. Es difícil encontrar un caso similar. 

Jorge Larrañaga

Lacalle lo evocó de esa manera en las palabras de despedida que le dio este lunes en el cementerio de Paysandú. “Son muchos los que lo van a extrañar, por suerte”, dijo el presidente, en uno de sus mejores discursos políticos y que recomiendo escuchar entero.

En segundo lugar a nivel político. En el Partido Nacional Larrañaga deja un hueco muy difícil de llenar. Es verdad que en el último tiempo no tenía casi estructura. Desde el Ministerio del Interior, al que Larrañaga le dedicó el 100% de sus energías, terminó de desprenderse del trabajo político partidario cotidiano que demanda mucho: atender dirigentes, llamar a caudillos locales, solucionar problemas puntuales de un sector que estaba disminuído. Larrañaga se quedó en contacto con su círculo más reducido y apostó de lleno a la gestión. Así fue que muchos dirigentes ya se sentían “libres” dentro de la interna blanca y otros, como Jorge Gandini, habían creado su propio espacio político. 

El liderazgo de Larrañaga encarnó una particularidad que tiene dos caras: hizo crecer a muchísimos dirigentes que tuvieron o tienen proyección propia en la interna blanca, pero todos ellos para crecer y tener mayores aspiraciones decidieron irse de abajo de su ala.
Esa última parte Larrañaga la sufrió bastante en el último tiempo. Algunas de las rupturas las sintió como mezquindades, de esas que la política tiene muchas, de esas que a los dirigentes le van curtiendo el cuero pero que él ya no quería seguir sufriendo. Una de sus dirigentes más cercanas, la viceministra de Educación, Ana Ribeiro, contó este lunes en En Perspectiva una anécdota de la noche de las internas de 2014 que demuestra ese punto. También recomiendo escucharla. 

Camilo dos Santos
La lista 2004 de Alianza Nacional

Pero no es allí, en la estructura partidaria, donde Larrañaga deja su vacío. Lo deja en lo que representaba y encarnaba su figura. El ministro del Interior había logrado ensanchar la base del partido con una figura que le daba a la ciudadanía una alternativa más de centroizquierda dentro de un partido que en su última gestión desde el gobierno (1990-1995) se había volcado un tanto a la derecha.  En 1999 el Partido Nacional tuvo un revolcón histórico. Quedó tercero y lejos. En 2004, con Larrañaga, los blancos empezaron a renacer. Es verdad, Larrañaga no llegó al balotaje y Tabaré Vázquez ganó en primera vuelta, pero sí logró una votación histórica. Incluso más alta que la obtenida por los blancos con Lacalle Pou en octubre de 2019, antes de ser electo presidente. 

Larrañaga también representaba al interior, ese que los blancos habían cedido a la izquierda en parte por la figura de José Mujica, pero que en la última elección recuperaron. Y hoy, si se mira a los liderazgos con proyección de los nacionalistas, son en la mayoría muy capitalinos. 

A la vez, los blancos perdieron a una figura con una espalda política como pocas. Y allí entra el tercer vacío difícil de llenar que deja Larrañaga: su puesto en el Poder Ejecutivo. La seguridad es el aspecto más sensible que puede tener un gobierno. Si lo sabrá la izquierda, que en los últimos 15 años sufrió allí todo tipo de embate.

Pero para esta administración, que desde la oposición cuestionó duramente, la seguridad es un aspecto mega sensible. Larrañaga no tenía previsto ser ministro del Interior. No se lo imaginó hasta que pocos días antes de las elecciones de octubre de 2019 Lacalle se lo planteó. 

Y allí surgió el Larrañaga patriota. El que sin importarle las consecuencias políticas asumió el desafío de ponerle la cara al principal problema de la ciudadanía. ¿Y cómo lo enfrentó? Con muchísimo trabajo. Lo hizo sin importarle las consecuencias políticas. Hasta que murió, este sábado, la nota que le puso la ciudadanía fue muy alta, como reseñan los datos de Equipos divulgados este domingo por Ignacio Zuásnabar. 

Este desempeño de Larrañaga le alivió al presidente al menos un poco de peso en la mochila ya cargada por el manejo de la pandemia. Lacalle había prometido en la campaña que sería “el primer policía” y por tanto el principal responsable de la seguridad. Larrañaga, con su trabajo, asumió ese rol. 

¿Y ahora? Al presidente se le planteó un desafío inesperado y muy difícil: cómo suplantarlo. Y eligió la vía política.
Álvaro Garcé fue, durante mucho tiempo, el candidato cantado para ministro. Cuando renunció en 2014 a su rol de comisionado parlamentario para asesorar a Lacalle Pou se lo veía para ese puesto. Luego en 2019 al pensar en el gabinete, Lacalle apostó a Larrañaga, por entender que esa área necesitaba a un líder político con respaldo propio. 

Ahora apuesta nuevamente a la política con Luis Alberto Heber. Ir por la vía de Garcé, que sin dudas sabe mucho de seguridad a diferencia del nuevo ministro, le dejaba todo el peso político a Lacalle. Perdería el blindaje que tuvo con Larrañaga. Y ese podía ser un problema para el presidente si las cifras de los delitos vuelven a subir en la pospandemia. 

Por eso lo más lógico es que también apueste ahora a alguien con espalda ancha. El problema que tenía para elegir es que en el oficialismo no son tantos los que la tienen. Menos aún si lo reducimos a su propio partido. 

Camilo dos Santos
Heber y García, dos de los políticos de confianza del presidente

¿Quiénes, dentro del PN, podían cumplir con esas características? Son muy pocos los que tienen ese peso político. Álvaro Delgado, Javier García y Heber forman parte de esa lista corta. 

Por tanto Lacalle apostó por la continuidad. Tener un hombre fuerte, de mucha confianza personal y que sea sus ojos en el tema que, aún en medio y después de la pandemia, será de los más sensibles. 
 

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