El viaje espiritual de Kevin Jakter: "No se pierde rentabilidad por ser felices"

El presidente de Rotunda está por publicar un libro en el que cuenta su recorrido de los últimos siete años en búsqueda del “equilibrio dinámico”

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15 de enero de 2021 a las 12:58

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Hace unos siete años a  Kevin Jakter le empezó a doler levemente el pecho. Tenía 22 años. Estudiaba y trabajaba en la empresa de su familia. Hoy reconoce que en ese momento estaba inmerso en una vorágine de “estudio, trabajo y ambición”, de productividad y “libros de magnates” . 

El dolor se intensificó. Un día fue demasiado fuerte, e incluyó uno de sus brazos. Visitó varios médicos, y todos los estudios daban bien. Él, en cambio, estaba cada vez peor. A veces no sentía las piernas. No lo sabía, pero eran crisis de ansiedad.

Después de tres meses, un conocido le recomendó una terapeuta (a la que siempre nombra simplemente como “Ceci”).  Se encontró con un lugar con “inciensos y cuadros medios extraños” y una mujer “totalmente en paz”.

En la tercera sesión,  se puso a llorar “como un niño” y ese es el momento que Jakter marca como el inicio de un viaje de introspección muy profunda.

Aprendió a relajarse y meditar. Cambió sus lecturas sobre millonarios por libros de espiritualidad. Investigó terapias alternativas y sabidurías ancestrales de Oriente y Occidente.

“Desde ese momento fui consciente. Desde mi punto de vista, somos seres cocreadores. En algún momento me fui al extremo de estar todo el tiempo meditando hasta que me di cuenta de que el equilibrio dinámico era donde había que caminar”, dice en un reciente video en su cuenta de Youtube.

En su búsqueda, descartó conceptos e incorporó otros tantos, hasta que, hace dos años dio con la Kabbalah, la antigua disciplina hebrea que él entiende se aplica al desarrollo emocional, se le completó el puzle y se convirtió en su pasión.

Jakter es hoy presidente de Tribu (que engloba a las marcas Rotunda, Pappolino y Ora) y director en Fidocar.

Ha comenzado a dar cursos de Kabbalah en forma presencial y virtual. Al verlo en acción en esos talleres, impacta su amabilidad constante y cualidades de comunicador sobre temáticas complejas a partir de ejemplos cotidianos.

En esos encuentros y en entrevistas cada tanto se cuela un “con la bendición de Dios” o “desde mi humilde punto de vista” o “creeme o no me creas nada, tomá lo que te resuene”; o conceptos como que estar feliz con lo que uno tiene no implica no ambicionar más; o frases de cabecera como “Sabio es el que aprende de toda persona”.

A principios de febrero lanzará su primer libro en el que describe esta búsqueda espiritual de siete años y que tituló Extremos: el encuentro con el equilibrio (podrá encontrarse en librerías y en kevinjakter.com desde donde también propone otras actividades).

Para conocer más de su cambio y cómo se conjuga con su vida empresarial, conversamos con Jakter.

A los 22 años dice que fue su “despertar”. ¿Despertar de qué?

De muchos años en modo automático. De que la vida tenía que ir para el lugar del condicionante social, familiar y del entorno.

Me empecé a cuestionar que estaba yendo para un lugar que no era la esencia de mi alma. Por algo mi cuerpo me avisó.

A muchas personas les sucede eso con más edad.

Desde mi punto de vista, las famosas crisis de los 40 son un poco esto. Uno tiene muchas cosas resueltas, todo lo que pensaste que tenías que resolver lo resolviste, y ¿ahora qué? Capaz que viviste mucho tiempo sin cuestionarte demasiado si lo que estabas haciendo era lo que resuena con tu ser o era lo que debías hacer.

A partir de su crisis, ¿qué empezó a cambiar?

Lo primero fue redefinir el éxito. Veía que el exitoso era el megaempresario que tenía millones y  muchas empresas. Siempre en la buena ética: no el mafioso, sino el buen empresario que hacía las cosas bien.

Estudié administración de empresas, y siempre los casos de éxito eran empresas prósperas y grandes. Pero, ¿cuántos de esos empresarios “exitosos” son felices? ¿Y qué es la felicidad?

Empecé a observar personas millonarias no tan desarrolladas emocionalmente y, desde mi punto de vista, con bloqueos emocionales o que se retiraban y no sabían lo que hacer, les venía un vacío.

Para mí ser exitoso es ser amable, ser honesto, ser amoroso, ser feliz con lo que uno tiene, compartir.

El otro día conocí a una persona que vive del surf y del arte, no tiene millones pero se lo ve exitoso, porque está feliz, presente con sus hijos. Transmite alegría. Está alineado con lo que quiere su alma.

Esta búsqueda interior y la autenticidad que pregona parece contraponerse con una postura más de apariencia de, por ejemplo, las redes sociales, y más aun con una imagen de frivolidad que suele estar asociada a la industria de la moda en la que usted está inserto. ¿Cómo se maneja con esto?

El desarrollo de la autoestima, que es muy importante para estar en paz y ser feliz, tiene mucho que ver con un proceso de sanación interior y no tanto del exterior.

Muchas veces buscamos el reconocimiento en el exterior. Queremos caer bien o pertenecer. Hay una falsa creencia de que se puede construir la autoestima desde el exterior hacia el interior. La autoestima se tiene que trabajar desde el interior, y el exterior es un añadido.

Cuando uno se acepta y se ama a uno mismo —sin pasarse al extremo de la soberbia—, cuando uno está feliz de estar vivo y se perdona las equivocaciones, después el reconocimiento exterior no es una necesidad.

Un halago o un like no me define. La crítica no me toca si estoy bien parado en mí mismo. Partiendo de esa base, cuestiones como las redes son casi como un juego. Las utilizo si me divierte o como una herramienta de trabajo.

¿Y con lo de la moda?

Con mi esposa Sofi (Domínguez, fundadora de Rotunda y socia), que tiene también su desarrollo espiritual, nos empezamos a hacer estas preguntas. En 2014 nos planteamos un sueño y llegamos a un montón de cuestiones empresariales muy lindas y a un ambiente de trabajo muy humano y ameno. A nuestro equipo le llamamos “tribu”, porque cada uno pertenece, porque puede ser quien es. Era nuestro sueño y estaba super aplicado, pero había algo que nos estaba haciendo un poco de ruido.

Sí, es verdad que la moda se puede ver como algo frívolo y es una de las industrias más contaminantes del mundo. Empezó a haber como un cortocircuito entre nuestra vida personal y nuestra empresa, que es nuestro emprendimiento, casi como un bebé. ¿Cómo hacíamos con esto tan lindo que armamos pero que tenía fisuras con nuestro modo de vida?

En el mundo, las empresas de mayor tendencia son de triple impacto: impacto social, económico y ambiental. Y pensamos que nuestra empresa tiene que ser de cuádruple impacto. Le agregamos el impacto espiritual. Dependiendo de la audiencia, a veces hablamos de desarrollo humano.

De verdad se puede vivir en el mundo de las empresas desde el cuádruple impacto.

No vamos a perder rentabilidad por ser más felices y poderlo compartir y hacer un mundo mejor.

Cambiemos nuestra estructura mental de que la empresa es para hacer plata. La empresa es el segundo grupo social más grande después de la famila. Imaginemos si todas trabajaran con cuádruple impacto: el mundo sería totalmente diferente. En lugar de cambio climático, el mundo estaría floreciendo. En lugar de pobreza, estaríamos creando abundancia por doquier.

En enero de 2020 creamos el departamento de cuádruple impacto que es transversal a todas las áreas. Todo se mira desde las cuatro ópticas.

También soy director de Fidocar. Con mis hermanos nos alineamos en esto. Firmamos con Fidocar y Tribu un compromiso internacional que de acá a 2050 vamos a tener huella de carbono cero.

¿Cómo se aplica la vertiente espiritual a la interna de la empresa y con los actores externos?

Si bien el departamento de cuádruple impacto empezó en 2020, junto a Sofi el desarrollo humano lo venimos transitando desde 2014, a medida que íbamos desarrollándonos nosotros. No es el mismo estado de conciencia el que tenemos hoy que el que teníamos en ese entonces. Fuimos tratando de evolucionar el liderazgo de nuestra compañía.

A veces lo hacemos desde lugares sutiles y se propaga por toda la organización. Por ejemplo, tenemos reuniones con líderes de área y no se arranca a hablar de trabajo.

Lo primero que le pregunto a la persona es cómo está. Podemos estar quince minutos hablando de eso. Ya eso es espiritual, es poner a la persona primero que a su rol. No podemos disociarlos. Son falsas las creencias de que estoy mal pero dejo todo de lado y en el trabajo estoy bien. No es cierto porque somos uno. Esos líderes también tienen personas a su cargo, que reciben también desde ese lugar.

Trabajamos con amor, con libertad, con que cada uno pueda expresar quién es y cómo es —y desde ahí va a poder brillar su luz— y con responsabilidad.

¿Cómo es eso?

Yo no le voy a decir a un jefe de área a qué hora quiero que venga o se vaya él o su equipo. Que lo maneje como quiera. Si logra la fórmula de trabajar desde Indonesia, por mí, encantado. Ahora, con responsabilidad. Las cosas se tienen que cumplir, porque, si no, confundimos libertad con libertinaje.

En estos siete años, ha habido personas que no entendieron el mensaje o yo no me expliqué bien, y nos fuimos para otro lado, y si no trabajamos no podemos crear el valor económico para sostenernos. Hay que encontrar el equilibrio dinámico. Libertad, amor, la persona es lo primero y responsabilidad.

Lo trabajamos en talleres y capacitaciones emocionales, pero viene mucho de la cultura que fuimos armando, y de que los líderes lo lleven.  Siempre buscamos que haya alegría y armonía con mensajes auténticos.

No hay nadie más que nadie.  Mi rol, el de un diseñador y un vendedor son diferentes pero igual de importantes. Todos somos pilares fundamentales.

Gentileza Rotunda

¿Y cómo es la interacción con lo externo, los proveedores, la competencia?

Empecé a cambiar algunas palabras que estaban en mi vocabulario, como “la competencia”. Ya no quiero hablar más de competencia. Quiero verlos como colegas, quiero colaborar con ellos. Vamos a impulsarnos juntos.

Si te ponés a pensar un minuto, también están trabajando mucho para que su empresa sea próspera para alimentar a su familia y pagar los sueldos. Empezás a ver todo desde otra óptica.

Con los proveedores, obvio que si no me sirve un precio se los digo, porque uno tiene que rentabilizar la empresa. Son conversaciones sinceras. Hay que sacarse las caretas y ser más sinceros.

A veces nos encontramos con personas que se rigen por antiguos paradigmas. Y podemos enojarnos o decir “él aprendió así”. Por ejemplo, el que quiere sacar ventaja por un alquiler. En pandemia vi un Uruguay muy colaborativo. Fueron meses desafiantes. Pero de repente había una persona que no estaba en sintonía. Trato de no hacer negocios con él, pero no me enojo. El aprendió de esa manera.

Hay dos emociones madres: el amor y el miedo. Todo lo que es solidaridad, colaboración, abundancia va desde el amor. Todo lo que es competencia, escasez, enojo va desde el miedo.

Si hay amor y abundancia, que le vaya bien a él y a mí. Yo aprendí de caminos espirituales muy lindos a trabajar desde el amor. Pero me di cuenta de que hay personas que quieren o pueden aprovecharse de eso. Aprendí en un modelo kabbalístico que también hay que trabajar el límite. El límite también es amor. Si no pongo un límite, me termino dañando y sería un amor que no me doy a mí mismo.

¿Cómo pone esos límites?

Hay distintos grados de límites. Trato de oscilar entre dos tipos: amor con límites (un límite muy suave) y límites con amor (te pongo un límite de manera amorosa, dando otra oportunidad). Si algo se pasa, entonces tengo que poner límites con límites (que es firme, por ejemplo, no podemos trabajar más juntos porque no nos estamos entendiendo). Pero todo dentro del equilibrio. Si me enojo, me desequilibré. Si le hablo mal a alguien, me desequilibré. 

Entonces si el enojo es un desequilibrio, ¿nunca se puede estar enojado?

Todas las emociones son válidas. Si tratamos de reprimir el enojo estamos bloqueando energía que no va a fluir. Si a mí me viene el enojo, está bien. Es neutro. Ahora, enojarme y trasladárselo a otro, es un desequilibrio. Me puedo enojar, pegarle a un almohadón, pero no trasladárselo al otro. Sí puedo estar insatisfecho con el otro y marcárselo con más amor o con más rigurosidad, pero no desde el enojo. Espero que se me pase y después marco, porque desde el enojo no salen cosas buenas.

¿Por qué decidió escribir un libro?

Desde que conocí a Ceci, mi terapeuta durante mucho tiempo y mi gran maestra de vida, y después con centenas de libros, conferencistas, maestros espirituales de todo tipo y color, me di cuenta de que había mucho para compartir.

Empecé el libro hace como cuatro años. Lo dejé y después lo retomé. Y lo dejé de nuevo. Y el año pasado me dije “lo quiero hacer y compartir”.

Esto es muy importante y también tiene que ver con algo kabbalístico: somos como vasijas que reciben luz. Si recibo mucha luz y la retengo para mí, no recibo más. Ahora, si la comparto y me vacío, recibo más. A mí me hace bien compartir y que cada uno vaya compartiendo sus aprendizajes para crear un mundo mejor.

Estamos transitando un cambio de era. Se están rompiendo muchos paradigmas; otros están viniendo y muchas personas están despertando con diferentes ópticas.

Empecemos a compartir —no desde el ego, sino desde el amor— y dejemos de retener y eso de “yo retengo la información porque tengo el poder”.

El libro habla de mi recorrido de siete años hasta mi introducción a la Kabbalah, de la que hablo muy poco. Porque si me ponía a escribir de Kabballah tenía que hacer otro libro. Y seguramente sea el próximo.

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