Oli SCARFF / AFP

En defensa de lo innecesario

Fuera del alimento, el vestido y la vivienda, que pueden tener miles de formas desde lo más frugal a lo más exótico hay muchas cosas más que se han incorporado a nuestras vidas

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10 de mayo de 2020 a las 05:00

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Pilita Clark, editora asociada de la sección Negocios y Empresas del Financial Times, publicó esta semana una columna sobre todas las cosas que, en su cuarentena en Londres, había descubierto como superfluas o innecesarias y que dudaba si volvería a gastar en ellas una vez pasada la pandemia.

Por ejemplo, salir a cenar a un restaurante los viernes o ir a un bar los sábados. Ir a un cine, ahora que se podía conformar con mirar Netflix en su casa. También notó que podía pasar lo más bien sin ir a las grandes tiendas a comprar ropa, como solía hacer. E incluso había sustituido su ida a un costoso gimnasio por paseos en bicicleta y caminatas alrededor de la manzana. En uno de esos paseos vio una tienda que siempre le atraía, pero a la que ya no piensa volver.

Y así supone que ira menos a la tintorería, a la peluquería, y a la zapatería. Y tendrá una vida con menos viajes, con menos compras, con menos comidas, con menos esparcimiento. En fin, esas cosas que “no son necesarias”.

El hombre es capaz de adaptarse a casi todas las circunstancias. Los uruguayos que vivieron 72 días en Los Andes esperando el rescate se conformaban con muy poco y no pedían mucho.

Porque necesario, necesario, es el alimento, el vestido que abrigue y un lugar donde vivir aunque sea una caverna, una tienda en el desierto.

Pero ¿qué es realmente lo necesario? Fuera de esas tres cosas -alimento, vestido y vivienda- que pueden tener miles de formas desde lo más frugal a lo más exótico, hay muchas cosas que se han incorporado en nuestras vidas.

Las medicinas -la penicilina, por ejemplo, y ahora una vacuna o una cura contra el covid-19- y los cuidados médicos; todo lo vinculado con la enseñanza desde primaria a la universidad; la lectura y la música; el arte; el gobierno -aunque su ámbito se haya extendido mucho más de lo que tenía el jefe de la tribu-; la justicia; la seguridad. Y cada uno podrá agregar otras cosas que considere necesarias: un buen sistema de transporte, un buen sistema de saneamiento, una ciudad limpia, aire descontaminado, posibilidad de viajar a otros países ya sea por trabajo o por turismo, el entretenimiento.

Muchísimas cosas son necesarias: Luis XIV en Versalles con toda su pompa no tenía ni luz ni saneamiento ni televisión ni internet ni automóvil ni tantas cosas que hoy están al alcance de miles de millones de personas. No las conocía. Por tanto, no eran necesarias para él. Bastaba tener criados que lo atendieran, súbditos que lo respetaran y pagaran impuestos y su corte y sus cortesanas.

Unsplash

Lo necesario varía de época en época, de persona en persona y de sociedad en sociedad, de país en país, de caso en caso. El hombre es capaz de adaptarse a casi todas las circunstancias. Los uruguayos que vivieron 72 días en Los Andes esperando el rescate se conformaban con muy poco y no pedían mucho. Ni siquiera pedían que los vinieran a rescatar y se buscaron la salida por sí mismos.

Por eso, cuando muchos critican el excesivo consumismo deberían tener cuidado porque hay mucha gente que tiene un trabajo gracias a que hay gente que “gasta de más”. Si la señora Clark va menos a la peluquería y a la tintorería y al gimnasio, y otras personas siguen su ejemplo, sin duda los peluqueros, tintoreros y dueños de gimnasios perderán sus negocios y tendrán que dedicarse a otras cosas. Y en la medida que “las necesidades se achiquen” menos cosas tendrán a las que dedicarse. Es lo que estamos viendo, en vivo y en directo, durante esta pandemia. Taxis sin pasajeros, restaurantes cerrados y con el personal en seguro de paro, peluquerías cerradas o con la mitad de los clientes, gimnasios lo mismo pero a cal y canto. Y así sucesivamente. Y ello afecta sobretodo a los trabajadores independientes, a los informales, a los formales que dependen de que la gente salga a caminar o a trabajar o a comprar, a tomar una copa de más, etc.

Que en el mundo hay sociedades donde existe lo que podría llamarse un “excesivo consumismo” no cabe duda. Y que esa gente tiene más de lo que “necesita”, también. Pero hay una cadena de trabajo que a su vez mueve la economía. Cristiano Ronaldo y Lionel Messi, para poner dos ejemplos conocidos, tienen sendos aviones privados. ¿Son necesarios? No lo sé. Quizá para ellos y sus compromisos y el uso más eficiente de su tiempo sí. Otros deportistas de elite podrían tenerlos y no los tienen. Viva entonces la libertad, siempre que actúen dentro de la ley.

Cristiano Ronaldo y Lionel Messi en la previa de la entrega del balón de oro 2013

Por eso, cuando se oye a mucha gente decir que hay que aprovechar el confinamiento para vivir dentro de “nuestras necesidades” tengamos cuidado. Porque muchas veces, so capa de volvernos más frugales, están predicando una vuelta a la época de las cavernas. Eso sí, viviendo en las cavernas con la medicina del siglo XXI y con internet del siglo XXI (5G si fuera posible) y con Netflix y el delivery de Amazon .No nos engañemos, estas cosas que consideramos “innecesarias”, requieren millones de personas trabajando fuera de sus cavernas, desplazándose en autos, estudiando y fabricando e inventando. No caen de los árboles. Son producto la acción humana como decía Von Mises. Y esa es la que hay que estimular y no restringir.   

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