Leonardo Carreño

En la hora más oscura, sensatez

La apuesta del presidente Luis Lacalle Pou de apelar a la libertad responsable parece no dar el resultado esperado; se nota un comportamiento social que revela una mala cara de la cultura ciudadana

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21 de marzo de 2021 a las 05:00

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En la hora más oscura desde que comenzó la pandemia, hace exactamente un año, es claro que el país necesita un viraje. El presidente está un poco desanimado, como se lo percibió en la conferencia de prensa del pasado martes. Su muy razonable apuesta a la libertad responsable parece no dar el resultado esperado. Hay una parte de la sociedad que muestra evidente desaprensión en cumplir con medidas sanitarias básicas para evitar los contagios o de desdén ante la vacuna, que es la máxima protección posible para evitar muertes innecesarias.

Se nota un comportamiento social, por cansancio o por imprudencia, que revela una mala cara de la cultura ciudadana en la medida en que, sin el uso de tapabocas en los espacios públicos o compartidos, sin distanciamiento social ni aglomeraciones ni higiene en las manos, todos quedamos expuestos a contraer el virus y transmitírselo a otros. Las cifras récord de esta semana son prueba de ello.

En una sociedad democrática, de una sana convivencia y guiada por la razón, la actitud que se espera del ciudadano ante una crisis sanitaria como la de la pandemia del coronavirus es que cada uno se cuide a sí mismo y especialmente que cuide a los demás. Es decir, cuidarnos entre todos

Es importante, por supuesto, que el gobierno vele por el respeto al estado de derecho y un ejercicio de poder equilibrado del conjunto de la sociedad –lo que adquiere más relevancia en períodos de crisis como el de la pandemia– y que debe prevenir daños de unos contra otros, al decir de John Stuart Mill.

Mal o bien, el gobierno ha hecho su tarea a través del fortalecimiento del sistema de salud, aprobando un conjunto de beneficios fiscales o sociales, abriendo o cerrando “las perillas”, según las circunstancias. Puede haber reparos al quehacer del gobierno, pero nadie puede decir que se quedó de brazos cruzados.

¿Por qué entonces llegamos al actual estado crítico de la pandemia? Quizá una respuesta posible sea el comportamiento de la sociedad: la libertad responsable que pregona el presidente Luis Lacalle Pou requiere de ciudadanos altruistas y prudentes.

Esta semana, el gobierno informó que, en la educación y la salud, dos sectores considerados prioritarios en la campaña de vacunación porque son de los más expuestos al covid-19, solo se habían vacunado alrededor de 60%. Es decir que 4 de cada 10 trabajadores de la educación y de la salud optaron por no vacunarse, una cifra que no llega al porcentaje mínimo de 70% para lograr la inmunidad colectiva.

Además de la no inoculación total en grupos prioritarios o de gente que atrasó la primera dosis de la vacuna para evitar que la segunda dosis cayera durante la Semana Santa, en la conmemoración masiva del lunes 8 por el Día de la Mujer, en la avenida 18 de Julio, fue notorio el desapego de las mínimas conductas apropiadas contra el covid-19, y de cuyas consecuencias negativas nos empezaremos a enterar en los próximos días.

Las palabras del presidente en la conferencia de prensa del martes 16, en la que anunció una serie de medidas ante el avance del covid-19, aunque mucho más sus gestos, mostraron cierta desazón por el comportamiento de los uruguayos, aun asumiendo toda la responsabilidad del caso.

Y tuvo razón en marcar que, además de las medidas impuestas por el gobierno, “cada uno mueve sus propias perillas”. “Ya todos sabemos lo que podemos hacer, lo que está bien y lo que está mal, lo que ayuda y lo que no ayuda (...) No hay medida que resista la falta de cuidado de una persona y tiene que haber una concordancia entre la situación del país, las medidas del gobierno y la conducta de la gente”, afirmó.

Sin generalizar, hay uruguayos que no están prestando atención a la responsabilidad individual en el manejo de las “perillas” propias. Parece como si prefirieran que se establecieran controles propios de un régimen autoritario, o de medidas extremas de confinamiento total y hasta de toque de queda.

Por suerte, el presidente ha priorizado todo lo posible el valor de la libertad y por ello ha acotado las restricciones, pensando en la salud, y también en la economía, un asunto central de los uruguayos. Las propuestas a favor de cerrar la actividad a cal y canto parecen no tener en cuenta la enorme cantidad de uruguayos que no pueden dejar de trabajar.

Un gobierno hasta en momentos excepcionales defensor de la libertad necesita de una ciudadanía que esté a la altura de las circunstancias, que actúe con responsabilidad y sienta la obligación moral de cuidarse a sí mismo para cuidar al otro. Una situación de crisis solo puede enfrentarse con el compromiso de todos, tanto del sistema político como de la sociedad civil. Por eso, en la hora más oscura, hace falta sensatez, altruismo y solidaridad. Un buen uso, en definitiva, de la libertad responsable, que es la única salida en una nación civilizada.

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