Diego Battiste

En Macondo no hay despidos ni inflación

En tiempos de crisis emergen propuestas de ilusión y magia, en una sociedad con un conjunto de creencias que es permeable a ideas de medidas para la felicidad decretada

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09 de mayo de 2020 a las 05:03

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Si hay desempleo, prohibamos los despidos de personal.

Si hay inflación, prohibamos los aumentos de precios.

Si hay falta de vivienda, prohibamos los desalojos.

Si hay tristeza, prohibamos la angustia.

En tiempos de crisis, siempre surgen propuestas de medidas estrambóticas, que pueden ser bien intencionadas pero cuyos resultados frustrantes están probados en la historia.

Es cierto que nadie lo sugiere como el ideal de mecanismo acertado, sino como un salvavidas para salir de un barco averiado y nadar hasta la orilla. Pero al repetirse esas fórmulas de felicidad por decreto, de alguna manera permea en la gente la idea de que lo imposible, es posible.

Y en Uruguay está bastante afirmado en la sociedad, un “conjunto de creencias” que se chocan de frente contra la realidad, lo que termina dañando la capacidad de crecimiento y desarrollo.

Si se cree que es malo ser emprendedor, que empresario es sinónimo de avaro maldito, que no tener ambición (de progreso) equivale a ser mejor persona, que los precios se pueden sujetar como barrilete con menos piola, que la desocupación se frena ordenando a las empresas a que no abusen de despidos, si todo es así, el resultado de largo plazo es de mediocridad. No hay vuelta.

Pero ese sentimiento conspirativo se enreda siempre en el pensamiento de los uruguayos, con la tentación de hallar un cangrejo rengo que rasguña las piedras desde abajo.

Esta semana se conoció el dato de inflación, con una tasa anual móvil que llegó a los dos dígitos (10,86%) y en ascenso; y antes se había conocido que el desempleo también había salido de la franja de un dígito (10,5% en febrero), con empuje para un incremento fuerte en marzo y abril por efecto de la crisis sanitaria. Entonces, desde oposición y gobierno emergieron ideas de ilusionistas.

Leonardo Carreño
Alejandro Sánchez y Gerardo Núñez, legisladores del Frente Amplio, presenta un conjunto de medidas al Parlamento para afrontar la crisis del coronavirus

La bancada legislativa del Frente Amplio puso sobre la mesa propuestas de prohibir despidos, de fijar precios, de suspender lanzamientos y ejecuciones hipotecarias sobre viviendas, y de habilitar el no pago de préstamos para compra de casas.

Divino todo.

“Pepe” Mujica por el arco socialista-comunista; Pablo Ferreri por el ala socialdemócrata, ambos echaron un balde de agua fría a la bancada frenteamplista, con sentido común y lectura de la historia.

***

En la misma semana, el gobierno lanzó una propuesta a los empresarios del comercio para congelar precios de bienes de “la canasta familiar”.

Lo presenta como “acuerdo voluntario”, pero obviamente la “invitación” hecha llgar por un gobierno a representaciones de comercios, implica una presión, y pública.

No es culpa del gobierno que algunos medios de prensa hablen de “control de precios”, cuando no es eso lo que hace, ya que la propia autoridad aclara que es “voluntario” y que no hay “obligación” de vender a determinado valor. Pero es que ese tipo de medidas excéntricas, alimentan esas confusiones.

Como los miembros del equipo económico son conocidos, y se sabe lo que piensan, que no creen en “los controles de precios” como herramientas anti-inflacionarias, hay que “adivinar el parpadeo” de las autoridades. Eso lleva a pensar que se hace algo así por un motivo no cómodo explicar: hay que evitar que la inflación anual suba más y active el “gatillo” de ajuste salarial anticipado. Eso sería más leña a la caldera de la inflación: aumentos de costos para empresas que tambalean y más indexación.

Leonardo Carreño
Azucena Arbeleche, ministra de Economía y Finanzas

O sea, lo que para la gente común aparece como acción contra la inflación, en realidad es una jugada contra el IPC en 12% o más. La medida podría aceptarse como algo necesario para evitar algo puntual.

Es como ir por una ruta en auto y tirarse en contra mano para no chocar contra otro auto: no se hace por creer que es mejor conducir a contra flecha, sino para evitar un accidente.

Dichos “precios topeados” hacen daño al conjunto de creencias de la sociedad: reafirman la idea que se puede atacar la inflación de esa forma, y consolidan una idea maligna de cómo se forman los precios de una economía.

***

La historia va y viene.

En el mayo francés de 1968 estallaron las consignas más apegadas al voluntarismo como fórmula de solucionar todos los problemas, lo que incluso se recogía en algunas pintadas en muros, que perduraron hasta ahora: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”.

En aquella efervescencia, con un impulso de “La imaginación al poder”, emergía también una consigna libertaria y más realista: “¡Prohibido prohibir!” que de alguna manera refleja lo absurdo de querer impedir por decretos de escritorio, algunas cosas de la vida misma, que pasan sí o sí.

Aquel `68 dejó marcas para siempre.

El pensador liberal Ramón Díaz, recordaba siempre que “la congelación de precios de 1968” del gobierno de Jorge Pacheco, en realidad había sido “un truco”, una “estrategia con ingrediente ilusionista”, para ganar tiempo y para hacer las cosas que había que hacer para corregir el problema inflacionario.

Díaz, que entonces era viceministro de Industria y Comercio, recordaba que aquello terminó mal porque los gobernantes se creyeron su propio cuento: “terminaron por confundirse y creer que ella (la congelación) era realmente la que aguantaba la estabilidad, y que la disciplina fiscal era prescindible”.

No asumieron que la congelación era una paloma saliendo de una galera para distraer la atención, sino que creyeron que de una galera podían nacer aves. Absurdo, pero pasó; y les fue mal.

Ahora, sea por buena voluntad, por intencionalidad política o por el propósito de evitar males mayores, el Uruguay reinstala la discusión sobre medidas mágicas, que terminan alimentando ese conjunto de creencias.

En “Macondo” no habría despidos ni inflación, todo podría ser resuelto mágicamente, pero “Macondo” no existe. 

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