Leonardo Carreño

Esperando la ilusión

Sobra el malhumor en esta ciclo electoral y a medida que se acerca el 27 de octubre el tono de la polémica va empeorando

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09 de octubre de 2019 a las 05:03

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Sobra malhumor. A medida que se acerca el 27 de octubre el tono de la polémica va empeorando. El resonante debate entre los candidatos del Frente Amplio y del Partido Nacional no ayudó a mejorar el clima. Diría que, por el contrario, contribuyó a incrementar la rispidez. Los frenteamplistas se sintieron atacados porque Luis Lacalle Pou insistió en destacar las promesas de campaña incumplidas por el gobierno para, sobre esa base, cuestionar la credibilidad de su adversario. No tenían por qué ofenderse. Esto es exactamente lo que cabe esperar: la oposición tiene la obligación de tomarse el trabajo de obligar al partido de gobierno a rendir cuentas sobre promesas incumplidas. Los de Lacalle Pou, a su vez, se vieron sorprendidos por el tono confrontativo asumido por Daniel Martínez. Los entiendo. Yo también quedé perplejo. El candidato del Frente Amplio es un hombre afable. Hace una semana nos encontramos, en cambio, con un Daniel extraño, resbalando al modo Twitter, bordeando la calumnia, blandiendo “motosierras”, agitando fantasmas. 

Alguien está disfrutando esta campaña electoral? Tengo mis dudas. Es una pena porque se trata de una instancia clave en cualquier democracia. Es el momento en el que los partidos deben rendir cuentas ante los electores. Es el breve lapso en el que la ciudadanía tiene la oportunidad de hacerse escuchar. Es también el momento en el que los candidatos deben explicar sus propuestas de gobierno. Es el minuto de la ilusión, el cuarto de hora de la esperanza. Debo confesar, sin embargo, que esta campaña se me está haciendo demasiado larga. No me gusta el tono de la discusión. Lo encuentro cada vez más agrio. Innecesariamente agrio. Una responsabilidad especial, en este sentido, le cabe al Frente Amplio. Encuentro, además, que tanto el partido de gobierno como los de oposición están en deuda con la ilusión. Una responsabilidad especial, en este sentido, le cabe a quienes proponen la alternancia.

Nadie debería sorprenderse del ascenso ulterior de la temperatura. Una cosa lleva a la otra y para muestra alcanza un botón: Martín Lema (Partido Nacional) y Alejandro Sánchez (Frente Amplio), dos diputados de primera línea y amplia trayectoria, derrochando sin piedad virtudes cívicas, anduvieron a los empujones el lunes pasado en un canal de televisión. Es un hecho. El nivel de la campaña tiende a bajar. En lugar de lo que realmente es, una competencia entre proyectos diferentes pero igualmente legítimos encarnados por elencos distintos, la campaña parece tender a convertirse en una batalla medieval entre el bien y el mal. Para “juego de tronos”, con dragones y suplicios, francamente, me quedo con el de la ficción. De todos modos, rescato y destaco, porque me parece absolutamente evidente y justo, el encomiable esfuerzo de Lacalle Pou por mantenerse en el tono correcto y evitar descender al zócalo de los agravios.

Falta ilusión. Ni el FA ni la oposición logran despertar entusiasmo. Que al partido de gobierno le cueste revivir el sueño no es tan llamativo. La mayoría absoluta de la ciudadanía depositó en la izquierda una enorme esperanza en 2004. Aunque el primer gobierno frenteamplista estuvo a la altura del desafío, hubo frenteamplistas decepcionados. Mujica, con su magia, logró revivir la ilusión durante 2008 y 2009. Luego, los hechos pudieron más que las palabras, para citar la frase manida. El segundo gobierno concretó mucho menos de lo que el propio Mujica soñó. De todos modos, a Tabaré Vázquez le alcanzó con el buen recuerdo dejado durante su primera presidencia para volver a ganar en 2014. Los frenteamplistas, reunieron lo que les quedaba de esperanza y, como quien reza, dijeron “Uruguay no se detiene”. La designación de un gabinete de leales al presidente Vázquez enfrió el entusiasmo de quienes ya reclamaban renovación. Entre el cambio de clima en la economía y la peripecia de Raúl Sendic hicieron el resto. En todo caso, el gobierno de Vázquez no colmó las expectativas de sus electores. Es en ese contexto que Daniel Martínez ha venido desenvolviendo su poco lucida campaña electoral. Después de quince años tan duros, después de cinco años con gusto a poco, es muy difícil invitar a soñar.

Me llama mucho más la atención que tampoco la oposición consiga encender la llama de la ilusión. ¿Qué esperan? Hay que decirlo con claridad. Hoy por hoy, cuando se los escucha, cada uno por su lado, entretenidos en el roba montón de los votos de los electores cansados del Frente Amplio, todos tomando distancia de todos, resulta poco creíble que puedan gobernar juntos. Parece que Ernesto Talvi y Lacalle Pou no pueden debatir entre sí porque no hay manera de prever las consecuencias. Hay que hacer un esfuerzo demasiado grande para imaginar a Mieres compartiendo gabinete con Manini Ríos. Por eso mismo, me cuesta cada día un poco más imaginarlos unidos, gobernando con un poco de armonía, en el marco de una coalición estable. Si, como sugieren las encuestas, Lacalle Pou termina disputando el balotaje con Martínez, tendrá una prueba de fuego. Si no logra construir en noviembre una coalición con mayoría en las dos cámaras su credibilidad como posible jefe de gobierno puede quedar seriamente dañada.

Más agresión de lo deseable. Menos ilusión de lo esperable. No hay que sorprenderse si la ciudadanía no se entusiasma con la política.

Adolfo Garcé es doctor en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR

adolfogarce@gmail.com

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