Nicolás Tabárez

Nicolás Tabárez

Periodista de cultura y espectáculos

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Estela Magnone, las canciones con Mateo y cómo es convertirse en referente

La cantautora lanzó Siestas de mar de fondo, que reúne las canciones de Eduardo Mateo a las que puso música a lo largo de su carrera
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13 de junio de 2019 a las 05:00

Es el verano de 1983. En el estudio La Batuta se está grabando el disco Ni un minuto más de dolor, del trío Travesía, integrado por Estela Magnone, Mariana Ingold y Mayra Hugo. Por ahí, en la vuelta, está Eduardo Mateo, a quien las tres artistas conocen desde el año anterior, cuando se lo cruzaron en la grabación del disco Siempre son las cuatro de Jaime Roos, en el que cantan en Quince abriles. Ellas son de las pocas voces femeninas de la música popular uruguaya de ese momento, él todavía no es el mito ineludible pero ya es un referente de la canción local.

Magnone se anima y lo encara a Mateo. Le pide una letra. Mateo saca un cuaderno de hojas cuadriculadas y le da una con un texto en letras imprentas mayúsculas negras. La canción se llama Polaroid, y Travesía la interpretará aunque nunca llegará a grabarla en el estudio; puede escucharse en la cuenta de Soundcloud de Magnone, dentro del registro de la presentación en vivo de Ni un minuto más de dolor.

Mateo le dio más letras a Magnone. Le daba de a dos, de a tres. No fueron tantas veces, pero si le dejó unas cuantas. Siempre en esas hojas cuadriculadas con letra imprenta mayúscula. “Se ve que las tenía ahí y me las daba, no era que las hacía específicas para mí. Las tenía en el cuaderno y las primeras que agarraba me las daba”, dice Magnone y se ríe.

Es el otoño de 2019. Estela Magnone acaba de estrenar un nuevo disco, que se llama Siestas de mar de fondo, y en el que están registradas las nueve canciones que le dio Mateo y ella musicalizó. Ahora le toca a Magnone ser referente de una camada de artistas más jóvenes – en particular de mujeres –. De hecho, fue una de ellas, Florencia Núñez, la que durante una charla le dijo: "¿Por qué no hacés un disco con todas las canciones?".

“Y dije ‘bueno, si, está bien’. Eran ocho canciones, lo que ya era un buen número, y formaban una obra entera. Y ahí empecé a trabajar en el disco”, dice Magnone en el cuarto de su apartamento del Barrio Sur donde trabaja sus canciones. Por ahí hay teclados, un acordeón, una guitarra, discos, hojas, equipos de grabación, una computadora y un piano que alberga unas partituras de Chopin. Es una habitación en la que puede pasar horas, a veces sin moverse ni para comer, trabajando y dando vueltas y vueltas a lo que esté trabajando en ese momento, esos días en los que no le sale nada.

Así le pasó con este disco, y en realidad con estas canciones, que empezó a reunir en 1983 y recién en 2018 terminó de ponerle música a todas. Las retomaba, las abandonaba. Las retomaba, las volvía a abandonar. “Capaz es un poco más difícil ponerle letra a la música de otro. Porque uno tiene que respetar la música propia de la letra, y capaz que tenes un poco más de respeto por la voz de la otra persona. Pero a mí lo que me pasa es que se me ocurren muchas más músicas que letras”, cuenta Magnone, riendo otra vez.

De las nueve canciones de Siestas de mar de fondo, -la novena canción es un viejo ensayo entre Magnone y Mateo- algunas recibieron su música correspondiente prácticamente de inmediato, en cuanto Mateo se las entregó. De hecho, el disco está dividido en dos partes, primero vienen los cuatro temas inéditos, y luego los cuatro que Magnone ya había grabado en discos anteriores (o Sueño del escritor, que la grabó Laura Canoura), aunque reversionadas y cohesionadas a la estética íntima con toques de electrónica del disco.

“Algunas me costaron muchísimo porque estaba prendida a la versión anterior”, explica la artista. “Después hay otras como Lago, que en mi disco anterior, Telón, tiene una versión acústica, un piano con un cuarteto de cuerdas, entonces esa era más fácil de llevar a otra sonoridad. Eso fue cuestión de probar cosas, ver lo que me iba gustando. Por suerte hoy tenemos estos aparatos que te permiten grabar en tu casa y probar, probar y probar. Porque no soy alguien que agarre la canción y de una tenga la idea sonando, tengo que investigar”, señala.

El noveno track es diferente. Es una canción que Magnone ya grabó, es la que le da nombre al disco, pero en cuanto empieza a sonar el disco sale del estudio. “¿Tá grabando ya?”, pregunta Eduardo Mateo. “Si, si”, contesta bajito Magnone. Y arranca la guitarra.

Es un ensayo casero, grabado por Magnone en casete hace 35 años. Es del día que Mateo le presentó la canción por primera vez en la que por entonces era su casa, en la calle Tapes, en el barrio Bella Vista. “Me pareció interesante que estuviera Mateo mismo en el disco. Lo que si estuve pensando fue si hacerle un arreglo sobre el ensayo, cosas electrónicas o teclados, o bajos, o lo que fuera. Y me pareció que iba a ser un pastiche, una cosa forzada. Era mejor como documento. Incluso suena bien. Es un cierre”, explica sobre ese bonus track, uno que Mateo nunca grabó, pero si Magnone en el disco Vals Prismático, de 1993.

Ser referente

Magnone resalta el crecimiento de la participación femenina en la música uruguaya. “Cuando empecé éramos muy pocas mujeres: Vera Sienra, que ya venía de antes, había estado en su momento Amalia de la Vega, que recién este año se empezó a rescatar su figura, que es muy desconocida y es una autora y cantante increíble, y como autoras, aparte de ellas dos estaba Sylvia Meyer. Ahora también hay mayor presencia de mujeres en otros ámbitos, pero en la música me parece que hay muchísimas más. Y en cosas que antes no veías. Hay más bateristas, percusionistas”.

Y plantea como ejemplo la banda Seda, un proyecto que inició en 1995 con la idea de que fuera integrado solamente por mujeres. Estaba Malena Muyala como cantante, Cinthia Gallo y ella como tecladistas, y Shyra Panzardo como bajista, pero en batería y percusión fue imposible, y esos puestos los terminaron ocupando Nelson Cedrés y Edú “Pitufo” Lombardo.

De todas formas, aclara que aún hay otros territorios por conquistar en la música, como las grillas de los grandes festivales, con ejemplos recientes como la Semana de la Cerveza de Paysandú. “Estamos mucho mejor, pero hay ámbitos en los que falta”, considera. “Pero tengo la idea de que en esos eventos, sobre todo en el interior, más que falta de mujeres, tampoco hay números nuevos de hombres, como que son siempre los mismos”.

En los últimos años algunas artistas más jóvenes han resaltado a la figura de Estela Magnone. Los premios Graffiti le otorgaron en 2018 el galardón a la trayectoria. “Es un tema también de generaciones, yo también tengo como referentes a los que vinieron antes. Es el ciclo natural. Y me pone contentísima, pero a la vez me parece un poco solemne”, dice al respecto. Y agrega que prefiere compartir con esas generaciones más jóvenes instancias como escenarios y grabaciones. “La música es un aprendizaje permanente. Hacer música con otros te mueve”, afirma.

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