Los 39 escalones

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Facundo Arana: "Si tengo que hacer televisión para poner comida en la mesa no lo dudo, pero hoy me puedo dar el lujo de elegir"

El actor regresa a Montevideo con Los 39 escalones junto a Maxi de la Cruz
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18 de marzo de 2023 a las 05:03

Un recuerdo vuelve claramente. Tenía 15 años y aplaudía de pie. No era un teatro ni un recital: estaba solo, en su cuarto adolescente, y le dedicaba ese sonido que interrumpía la dominancia del silencio como un goteo itinerante a Miguel Ángel Solá en la pantalla de la televisión. Una televisión en la que cimentó parte de su carrera. Pero solo una parte.

Facundo Arana atiende el teléfono y habla con calma, pausado y con una dicción casi teatral. Propone cambiar el rumbo del comienzo de la entrevista y en lugar conversar desde el principio de su participación en la obra, empezar por el final: “Gracias”. La última semana visitó Uruguay para promocionar la obra de teatro que lo traerá de nuevo a la capital y ahora quiere agradecer porque ya agotó tres funciones.

"Te juro que lo más importante es poder agradecerles un montón, porque ya todo lo que viene pasando es muy lindo y es muy maravilloso, pero no tenemos mucho la posibilidad nosotros de volver a agradecer", enfatiza para contar la situación.

Arana vuelve a Montevideo con Los 39 escalones, la adaptación argentina de un clásico de Alfred Hitchcock, y se presentará –junto a Maxi de la Cruz, Guillermina Valdés y Freddy Villareal– en el Teatro Metro entre el 24 y el 26 de marzo con cinco funciones. Antes del estreno habló con El Observador sobre la obra, su carrera televisiva, la paternidad y la importancia de “perderse en el tiempo”. A continuación un resumen de la entrevista.

Los 39 escalones

Cruzás seguido a este lado del Río de la Plata, ¿cómo es tu vínculo con el público uruguayo?

Me reciben como en casa. Es muy lindo cuando cuando sos recibido con tanta onda. Del primero al último, con cada persona que me voy cruzando son todos tan amables y tienen ese señorío que los caracteriza y que pondero tanto.

¿Cómo llegás a Los 39 escalones y cómo fue tu proceso de construcción del personaje?

Los 39 escalones es este thriller de suspenso y acción escrito por Hitchcock hace tanto tiempo. Me llega de la mano de Javier Faroni a través de Lito Gras, porque yo iba a ir este verano a Mar del Plata a pasar con mi familia. Gente amiga que quiero con el alma me empezaron a decir "¿qué obra vas a hacer?". Podía llevar el unipersonal pero ya había ido alguna vez con En el aire. Hablo con Lito Gras y me dice "¿sabes que está Los 39 escalones?" Eso me recordó que Nicolás Escarpino me había dicho que yo tenía que hacer la obra y que el personaje era exacto para mí. Lo mismo me dijo Fabián Vena. Imagínate que si Escarpino y  Vena en diferentes tiempos que dicen "este personaje de esta obra es para vos", lo menos que puedo hacer es subirme y hacer la experiencia. Le dije a Lito "de acuerdo al elenco que armes yo estoy arriba" y de golpe aparece con Maxi de la Cruz, Freddy Villarreal y Guillermina Valdés. Me tiré de cabeza de un cohete espacial a un vaso de agua, sabía que había agua y que esto iba a ser una experiencia maravillosa. Lo lindo de esas experiencias es que el techo que uno le pone siempre se queda corto. Cuando estábamos promediando la temporada Maxi nos miró y dijo ‘che, vamos a llevarla a Uruguay’. Maxi está no descomunal, lo siguiente. 

Hasta ahora no habían compartido el escenario

Yo sé quién es Maxi de la Cruz, sé de qué familia viene, sé todo. Lo que pasa es que por más de que vos sepas quién es Dalí, ponerte a pintar al lado es una locura. Maxi es eso. Maxi es un geniecillo maravilloso, una cosa es verlo y aplaudirlo, pero otra es pararte arriba del escenario y poder hacer arte con él. 

Los 39 escalones

Te habían dicho que este personaje era para vos, ¿lo viviste de la misma forma? ¿Encontraste una conexión con Richard Hannay?

Lo que hice fue tirarme en mi cabeza, adueñarme de esas líneas y empezar a jugar con eso. Mi personaje es el que trata de mantener cierta coherencia en torno a esta locura que empieza a ocurrir en Los 39 escalones. Esta versión es una comedia maravillosa, una pieza de relojería que va a una velocidad y de golpe estos otros artistas empiezan a hacer personajes, personajes, personajes, personajes. Y empiezan a ocurrir cosas que hacen que ese reloj se convierta en una cosa hilarante. Richard Hannay quiere hacer Shakespeare, entonces empieza a ver un contrapunto. No creas que tuve que hacer ningún esfuerzo, porque el solo hecho de estar parado arriba del escenario siendo testigo de las genialidades que hacen mis compañeros ya es suficiente para que se dé por entendido en la obra que el personaje lo único que hace es no quitarse nunca el saco de Richard Hannagan. 

¿Cómo evaluás la situación del teatro en Argentina en este momento?

En este momento está en un auge absoluto. Hay mucha expectativa por el resurgimiento post pandemia que hay en el teatro. Lo veo muy bien. Argentina tiene diferentes plazas y son todas super ricas. La plaza teatral de Buenos Aires tiene una cantidad de espectáculos, desde la más renombrada hasta la obra que te parezca que está más perdida. Son demasiados espectáculos y demasiados artistas, incluso en la ciudad como Buenos Aires y las plazas del interior del país que también son extraordinarias. Es una usina de arte tan grande, entonces empiezan a salir de gira. Ahora están empezando a preparar todas las giras porque la plaza de Buenos Aires está saturada.

Los 39 escalones

Si bien explorás diferentes expresiones artísticas desde hace años, de alguna forma tu presencia en televisión y tu trabajo en telenovelas sigue muy presente en la memoria del público. ¿Pensás en volver a la ficción?

Todo el tiempo. Lo que pasa es que antes tenía una vida más ordenada porque un año hacía una telenovela, al año siguiente hacía una obra de teatro, al otro una telenovela y así me iba manejando. Para que incluso el público pudiera descansar. Si había hecho Muñeca Brava descansaba y después hacía Buenos Vecinos, descansaba, hacía Yago, descansaba, 099 Central, descansaba, Padre Coraje, descansaba, Sos mi vida, descansaba, Vidas robadas. Así fue pasando el tiempo. Hoy tengo tres hijos adolescentes y el hecho de poder tener la libertad de levantarlos a la mañana, desayunar con ellos, llevarlos al colegio, acompañarlos y comer con ellos a la noche solamente es posible si estoy haciendo teatro. Si hago una ficción a las 7 de la mañana estoy afuera de casa y llego a eso de las nueve de la noche. Me perdería un año entero de la vida de los chicos. Si lo tengo que hacer para poner un plato de comida en la mesa no lo dudo, es lo que hace el común de los mortales y es lo que he hecho toda mi vida. Ahora, si ya tengo esa parte resuelta y me puedo dar el lujo de elegir qué rama del arte me alimenta como para poder pasar más tiempo con los chicos y con mi compañera, que es la vida que hemos elegido, la verdad es que en este momento es inmejorable. Ser padre es mucho más que una imagen ausente. A mi viejo le costó mucho encontrar eso; mi papá era abogado, juez, profesor de la Universidad, entonces realmente estaba siempre muy ocupado. Yo pude encontrar la forma de ocuparme pero logrando que la mano que hay sobre el hombro de mis hijos esté de verdad. Con las buenas y con las malas, pero que tengan un papá presente. Poder serlo es una bendición que no todos podemos tener, entonces trato de hacerlo con toda toda mi alma.

Mencionabas algunas de las telenovelas en las que participaste y muchas fueron grandes éxitos. ¿Qué te pasa cuando mirás esa etapa en perspectiva?

¡Uh, es un flash! ¿Sabés qué es lo lindo también? Yo soy muy memorioso. Empecé a trabajar en la televisión en el año 93 y Chiquititas llegó en el 98, pero en esos cinco años yo había tenido tiempo de trabajar con Alejandro Doria con María Herminia Avellaneda, en programas de Canal 9 como Alta Comedia; había tenido una súper experiencia y había podido aprender, entonces cuando arranqué, no paré nunca más. Recuerdo perfectamente a ese chico que miraba hacia adelante y decía ‘¿será que yo puedo hacer una carrera y sentirme orgulloso de eso que voy a hacer cuando sea más grande? ¿Será que puedo vivir del arte?’ Yo quería ser artista. Claramente quería ser actor. Quería hacer música. Quería ser dibujante. Quería escribir. Después vino el tiempo. Si uno no pierde el tiempo, entonces después el tiempo te da la posibilidad. Pude dibujar, pude escribir, puede actuar, puede tocar mi saxo, pude cantar, me puede ir desarrollando en todas las áreas que quise y, te juro, no sabés lo feliz que me hace ver todo ese camino recorrido. Me gusta mucho poder mezclar todo lo que me ha gustado en la vida y hacer una linda aventura toda llena de mí mismo con mi familia y mis afectos. Porque cuando me acuesto en la cama y apoyo la cabeza en la almohada no sabes la cantidad de recuerdos maravillosos que tengo.

Siempre planteás la vida desde ese punto de vista: una aventura. En la televisión, en el teatro o regresando a una montaña para llegar a la cumbre.

Un día tuve sentado en frente mío en el teatro a un crítico y yo ya sabía lo que el crítico iba a escribir porque él no podía soportar que yo hiciera telenovelas y después tuviese el tupé de pararme con Pepe Soriano en el teatro. Un tipo que se disfraza de Borges. De gente que levanta el dedo para señalarte puede estar lleno del mundo porque somos 8 mil millones de personas. Es imposible que uno pueda hacer cosas que le gusten a todo el mundo entonces lo mejor que uno puede hacer, dado que esa es una realidad inequívoca, es hacer lo mejor para agradase a uno mismo. Porque lo que nosotros hacemos es arte. En la montaña el éxito nunca estaba en la cumbre. 

Es muy lindo haber dicho "¿y acá que estaba haciendo? Acá no estaba haciendo nada, acá me estaba perdiendo en el tiempo". Lo entendí con mi papá. Nos fuimos un día a los médanos de Cariló en la costa argentina, mi papá que no podía perder ni un segundo de vida porque para él el tiempo era muy importante estaba por cumplir 80 y fuimos a manejar la camioneta a los médanos. Nos sentamos a tomar mate mirando el mar. Vino el tema del tiempo. Y entendimos que no es lo mismo perder el tiempo que usarlo para perderse en él solo o con quien uno ama.

Los 39 escalones

Hablabas de aquel crítico que no soportaba que fueras galán de telenovelas y actor de teatro. ¿Te enfrentaste mucho a esos estereotipos durante tu carrera?

No porque me llevé por delante todo. Este crítico se ufana de su amistad con lo cool y es como un cliché. Este cliché lo encontré también, aunque no tan remarcado, en la música, lo encontré en la literatura, lo encontré en todo aspecto que fui investigando. Y me encontré que todos tenían una cosa en común: ninguno había querido ser crítico. Aquello que criticaban era lo que ellos habían querido ser. No habían tenido el valor de subirse arriba de un escenario a contar una historia, entonces se escondían detrás de una butaca disfrazados de aquello que admiraban. Pasaba con la música, con el arte, con el dibujo. Pero rápidamente me di cuenta de que cuando lo que hacés lo hacés con toda tu alma, y realmente es lo mejor que vos podés hacer, cuando estás hablando de arte es algo que te gusta o no te gusta, es incuestionable.

¿Cómo ves la evolución de las telenovelas en los últimos años? ¿Creés que alguno de esos títulos que nombrabas antes podrían sobrevivir en este contexto social? 

Podrían vivir perfectamente. Participé de una ficción que se llamó Pequeña Victoria en la que mi personaje, Antonio, era un pediatra que tiene una vida cliché, super formal y "normal" entre muchas comillas. El tipo está casado con su compañera de facultad, tienen hijos adolescentes, él es médico y ella es una súper investigadora que escribe papers de medicina. Y de golpe este señor en su vida completamente conservadora se enamora de una chica trans. Vio que se lo llevó por delante un tsunami de emociones que no tenía ni siquiera en su más recóndita fantasía que le podía llegar a pasar. Le pasa y se lo lleva por delante. Contar todo eso llevó un montón de meses, hicimos un trabajo magnífico con Mariana Genesio para poder contarlo y de golpe yo –que soy un tipo que me siento súper bien formado, educado, que en mi casa me han criado con otro idioma que era el de hace 30 años, pero que hoy camino muy tranquilo y crio a mis hijos– una noche decía ‘¿cómo puede ser?’. Yo necesitaba poder justificar a mi personaje, ¿por qué este tipo en su vida tan metódica se enamora de esta chica trans que viene con su bebé?’ No me cerraba, no entendía qué podía darle al personaje más que actuar porque sí. Pero eso no te deja contento como artista. Una noche llamo a Mariana en un exabrupto a la una de la mañana. ‘Marian, perdóname. ¿Estás durmiendo?’. ‘¿Qué pasó?’, me dice. Y le digo ‘ya sé por qué este médico se enamora de esta chica trans y no puede hacer nada al respecto’. Me pregunta por qué y le digo ‘Marian, porque el amor no tiene género’. Esto que te estoy diciendo es una obviedad. Una vez que está dicho es una obviedad, pero yo nunca lo había dicho porque tengo una vida en la que me enamoré de María [Susini], tuvimos nuestros chicos, pero nunca se me ocurrió pensarlo. No fue que choqué contra mi propia verdad, mi propia realidad o cómo me criaron, yo fui por el camino por el que voy pero nunca se me había planteado. Bueno, el amor no tiene género. El alma no tiene género, la naturaleza no tiene género. En ese momento tenía 48 años y fue algo que mutó para siempre. Fijate cómo mi yo artista, mi vida en el arte, ha modificado cualquier cosa que tenga que ver con la crianza de mis hijos a partir de entonces. Lo bello fue poder ficcionar ese cambio de paradigma. Recuerdo haber aplaudido de pie cuando tenía exacto 15 años a Miguel Ángel Solá vestido de mujer cuando hacía de acompañante de una señora de la tercera edad, con todo el bullying que se comía esa familia por si era tipo o no era tipo, y hace un parlamento al final de ese capítulo que con 15 años terminé aplaudiendo de pie en la soledad de mi cuarto frente a la televisión. Yo ya estaba estudiando teatro. No me olvido de nada de eso. Quién te iba a decir que muchos años después iba a estar trabajando en la tele que aplaudía. Hay algo de temas que se tocan. Que van interpelando a la sociedad, la van preparando y la van haciendo entender. No saber no es pararse con un fusil a tirarle a aquello que no sabes. Saber, a veces, lo único que requiere es una explicación con amor. Y uno comprende que el amor no tiene género.

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