Pedro Sánchez y Felipe Gonzalez.

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Felipe González y Pedro Sánchez: duelo al sol y a la sombra, de un PSOE en ebullición

La posibilidad de una amnistía a cambio de la investidura que intenta el presidente, ha abierto una profunda pulseada interna en el partido gobernante.
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20 de septiembre de 2023 a las 17:44

A Felipe González le hacían eco las voces que le calentaban la oreja para que saliera a dar un respaldo público a la campaña de Pedro Sánchez. Los sondeos anticipaban un estrepitoso fracaso en las urnas del socialista y cualquier ayuda era poca.

El ex presidente socialista hizo oídos sordos y no dijo una palabra sobre su compañero de filas (ni buena ni mala). Tampoco acudió, como sí hizo José Luis Rodríguez Zapatero, a ningún acto, ni se dejó entrevistar para animar a los votantes a apoyar a uno, en teoría, de los suyos.

En vísperas de las elecciones del 23 de julio, hace menos de dos meses, el silencio de “Felipillo”, como se referían a él en algunos diarios de Sudamérica en sus buenos tiempos, tenía una lectura clara y transparente: era su modo de protestar por lo que Sánchez ha hecho y está haciendo con el PSOE (Partido Socialista Obrero Español).

El grito mudo del sucesor en la Presidencia de España de Adolfo Suárez, vino acompañado del de otros miembros de un partido histórico que atraviesa su peor crisis desde la democracia.

Las voces ahora se alzan y los pataleos se escuchan dentro y fuera de la madrileña calle de Ferraz, una sede que hace tiempo dejó de ser lo que era.

La reacción del nuevo caudillo del PSOE fue fulminante con un miembro histórico del partido: expulsó a Nicolás Redondo Terreros, hijo del sindicalista que cedió, a Felipe González, el primer puesto en la lista de las elecciones generales de 1977, tras la dictadura de Franco.

Redondo Urbieta, el padre, lo hizo porque entendía que él era un obrero sin preparación para dirigir España. 

La expulsión de su hijo, de forma poco ortodoxa, porque hasta hoy no ha recibido la comunicación oficial, llevaba implícito un mensaje para todos los socialistas de carnet: o estás conmigo o te echo a patadas.

La purga estaba anunciada y le había elegido a él, un emblema, como cabeza de turco. 

La decisión resulta sorprendente e inoportuna porque ha servido en bandeja una avalancha de críticas contra un Sánchez al que se ha llegado a equiparar en viñetas de ilustradores de prensa con Pinochet.

María Jesús Montero, ministra de Hacienda en funciones, había declarada unos días antes de la expulsión de Redondo: “En este PSOE el que se mueve sí sale en la foto”. La frase era una respuesta, como se vio luego, de falsa tolerancia para los críticos que se oponen a una amnistía y a un referéndum de independencia, moneda de cambio con los separatistas para que Sánchez pueda lograr su investidura.

Pero esa expresión es un remedo de la pronunciada en su día por el ex vicepresidente Alfonso Guerra cuando era el número 2 del gobierno de Felipe González con el que formaba un tándem insuperable. Lo que dijo entonces Guerra fue: “El que se mueve no sale en la foto”. Sus palabras exigían disciplina de partido, pero nunca sometimiento o vasallaje.

El despotismo y no precisamente ilustrado de Sánchez ha hecho posible lo que hasta hace poco parecía imposible.

Hacía 30 años que no se reunía esta pareja política que sacudió los cimientos de una España en blanco y negro y pintó su fachada europea de colores de ilusión y alegría, también de desfachatez y errores.

El desprecio de Pedro Sánchez a la Constitución, sumado a la burla de los valores de aquella transición y el atropello a las instituciones ha logrado que esos dos hombres que cumplieron un destino y luego separaron sus caminos, hayan vuelto a reunirse y hoy, con decenas de ex ministros, sindicalistas, antiguos altos cargos del PSOE y un grupo de valientes del partido, sean la resistencia más potente a las insaciables ansias de poder de Pedro Sánchez. 

La presentación del libro “La rosa y las espinas”, de Alfonso Guerra tuvo que buscar otro escenario el miércoles para su presentación porque el aforo estaba a reventar. El seleccionado fue el Ateneo. Historia de la historia de España, abrió sus puertas de par en par con el mensaje implícito de, aquí caben todos. 

Cuanto más se calentaba el ambiente político con indicios de mayor peso de que la amnistía y el resto de las exigencias de los separatistas serán un ejercicio de hechos consumados, “en agosto”, como reconoció el condenado e indultado, Orio Junquera, más socialistas se apuntaban a un evento “literario” de firme oposición al actual secretario general del PSOE, porque no hay que olvidar que Pedro Sánchez, es el jefe en el Palacio de la Moncloa y en Ferraz donde el emblema del puño y la rosa ha adquirido otro significado.

Entre los socialistas presentes en el acto estaba Emiliano García Page, presidente de Castilla La Mancha (gobernador a efectos rioplatenses). Personaje muy crítico no cesa de advertir: “Desde el presidente del Gobierno hasta todo el Gobierno en pleno, todos los ministros se han hartado de decir que (la amnistía) no cabía en la Constitución. Era la contestación que se le daba permanentemente a Esquerra Republicana. Por tanto, que lo que no cabía en la Constitución quepa de un día para otro… Esto, de entrada, como comprenderán, es enormemente grave".

Crítico habitual, de palabra, los reproches que le hacen a García Page es que se le va la fuerza por la boca porque sus diputados, al final, terminan dando sus votos a las propuestas insólitas del Ejecutivo.

Dicho de otra manera, si los suyos en el Congreso votaran en contra, otro gallo cantaría en el hemiciclo en la previsible investidura de Sánchez una vez, salvo sorpresa monumental, se consume la fracasada de Alberto Núñez Feijóo.

Page, por ahora, es el único que tiene algo que perder por decir lo que piensa. Dicho de otro modo, el único “barón” con un cargo importante en ejercicio cuya rebeldía le podría pasar factura desde Moncloa a su Comunidad Autónoma.

Eso no le sucede a Juan José Laborda, socialista y presidente del Senado entre 1989 y 1996, y otro de los que ha dado un paso al frente contra el proyecto de Sánchez: “La amnistía abriría una crisis en el PSOE de magnitud imprevisible… Es una decisión irreflexiva, oportunista y demagoga”, insistió.

El vasco Odón Elorza, ex alcalde de San Sebastián y ex diputado, se ve venir el cisma socialista que está estallando por capítulos y pidió a Pedro Sánchez que se siente a ”tomar un café” con Felipe González. Vamos, que le escuche que sabe lo que hay en juego y la trascendencia de lo que está intentando hacer. 

La lista de la “vieja guardia” ha ido sumando espontáneos dispuestos a ponerse delante de un toro bravo, terco y sin límites, como es Sánchez. Ex ministros socialistas, antiguos secretarios generales, ex presidentes de Autonomías o sindicalistas como Cándido Méndez han expresado su desacuerdo en la última semana.

Entre ellos Joaquín Almunia, Elena Valenciano, Jordi Sevilla, Ramón Jáuregui, Rosa Conde, Francisco Vázquez, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, José Luis Corcuera, Virgilio Zapatero, César Antonio Molina, José Rodríguez de la Borbolla, y un largo etcétera poco sospechosos de fachas.

Algunos de ellos pertenecen al recientemente fundado, en honor del ideólogo del socialismo liberal, colectivo Fernández de los Ríos, críticos de la actual dirección del PSOE desde dentro del PSOE.

Felipe González procura no citar por su nombre al actual presidente del gobierno en funciones. Expresar sus críticas sin hacerlo es un arte que domina el hombre que hace unas horas se declaraba “libre” y reflexionaba: “… quien no es controvertido es que traga con todo”.

Tragaderas monumentales parecen tener algunos de los actuales ministros en funciones (menos de cinco). Cuando creen que nadie les oye, confiesan su malestar por el “despropósito” de la amnistía y el referéndum ilegal. Pero no es el caso de Felix Bolaños, el más dispuesto y convencido de que hay que pisar el acelerador y atropellar a quien y lo que haga falta para sacar adelante, por los medios que sea, la investidura de su jefe.

Ese “jefe” que un día repite, “buscaré votos debajo de las piedras”, otro asegura que todo lo hará de acuerdo “a la letra y el espíritu de la Constitución” y entre medias y después arroja a la arena a los suyos para defender lo indefendible o para dar marcha atrás como le tocó a última hora a Nadia Calviño, vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, que con cara de, yo no he sido, sorprendió, “la amnistia no está sobre la mesa en este momento”.

Llegar a abrir esta caja de Pandora dentro del PSOE y en España tiene una razón de ser y existir (o subsistir) para Pedro Sánchez.

Los resultados de las elecciones del 23-J no fueron los anticipados por las encuestadoras y se encontró con la posibilidad de reeditar el Frankenstein de un gobierno construido con los parches de una veintena de partidos.

Como en política nadie da algo a cambio de nada, conseguir los votos del separatismo catalán tenía un precio puesto por el prófugo y virtual socio, Carles Puigdemont: imponer por las bravas las lenguas cooficiales en el Congreso, una amnistía para los delitos de los independentistas cometidos en la última década (ahí van los desfalcos y corrupción de Pujol también) y el derecho a un referéndum de autodeterminación. 

La primera factura la abonó Sánchez este martes. Se hizo por las bravas, de acuerdo a la escuela kirchnerista.

Esto significa hacer todo al revés para conseguir un objetivo. Dicho de otro modo, saltarse el reglamento de la Cámara para modificarlo después una vez que lo han convertido en menos que nada. De ese modo, las intervenciones de los diferentes grupos convirtieron el Congreso en una torre de Babel ridícula, -sobre el papel prohibida-, por no decir directamente en un espectáculo de circo.

Eso sí, para hablar con la prensa, todos usaban el castellano y las traducciones del gallego, vascuence y catalán también se hacían en castellano.

“La rosa y las espinas” del PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra sangran por la herida que Pedro Sánchez se ha empeñado en abrir.

Los socialistas se preguntan si el tallo o el tronco se doblara hasta el extremo de provocar que se rompa, pero el nuevo caudillo de la izquierda se muestra seguro. A fin de cuentas, los que conservan el poder en el partido son los que puso él.

Una vez le echaron y aprendió la lección, dos no tendría marcha atrás. Mientras tanto, la rebelión a bordo del PSOE que no manda, es una realidad y el futuro de la monarquía parlamentaria y de la España que conocemos hoy, un enigma. 

 

 

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