Diego Battiste

¿Ganó alguien?

El después del referéndum

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30 de marzo de 2022 a las 05:02

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Al uruguayo le gusta festejar; no le gusta perder. Por eso no sorprendió ver a todos, el domingo de noche, esforzándose por manifestarse victoriosos. Aunque seguramente sentían que el resultado fue un empate con sabor a poco. Como se suele decir en los clásicos de fútbol, lo primero es no perder.

Más que nunca, el referéndum del domingo pasado deja varias conclusiones que parecen contradictorias, pero que se ajustan a la realidad. La realidad de cualquier sociedad plural, es compleja y no se entiende desde una sola perspectiva ni se explica por una sola causa.

La primera conclusión es que se dio la lógica: el mismo resultado que en el balotaje. Había tres niveles que iban paralelos a ese parámetro (la última votación de segunda vuelta presidencial). El más importante era el que marcaba lo jurídico. Esto no es opinable, “los 135 artículos más nefastos de la LUC” –como repitieron incansablemente los promotores del referéndum– siguen vigentes porque el SÍ no superó el 50% de votos válidos. Otro nivel lo fijaba la competencia entre papeletas del SÍ y del NO. Fueron más las del NO, sin necesidad de sumar las del voto en blanco. El último jalón que podían pretender ambas opciones (aunque por efecto de las encuestas y otros factores, se esperaba sobre todo desde sectores de gobierno) era lograr una gran diferencia de votos a favor del SÍ o del NO. Recién en este punto es que podemos hablar de un “empate técnico”.

¿Se profundizó la grieta? Antes; ¿existe realmente una grieta que divida a los uruguayos? Aquí es bueno reflexionar más allá del bullicio post votación y de la matemática de los porcentajes. Mientras que la inmensa mayoría de la población no siente y hasta rechaza la división tajante entre “buenos” y “malos”; la percepción que se transmite por los medios y las redes es que la grieta se ahonda. Los actores políticos uruguayos (salvo excepciones) cotidianamente comparten espacios respetuosamente. Pero también es cierto, que en los discursos a una militancia que es cada vez menos representativa de la ciudadanía, muchas veces se da un mensaje peligroso que abona reacciones intolerantes con las personas. Esto nos lleva a otro punto, que es el desinterés de la gente en los temas políticos.

Lamentablemente algunos líderes parecen creer que sólo pueden despertar interés fomentando la división.

Y quizás la lectura debería ser totalmente opuesta: hay dos mitades, pero hay una abrumadora mayoría moderada que quiere seguir discutiendo de política sin ver al otro como su enemigo. 

Es interesante comparar los principales discursos posteriores a la votación. Desde el comando del SÍ se escucharon cosas como: “Si teníamos 15 minutos más, los cagábamos a pelotazos”; y este referéndum da impulso para “oponerse a cualquier otro proyecto que vaya contra el pueblo, porque acá está el pueblo”. 

En la conferencia presidencial, en cambio, se mantuvo la idea de equilibrar el “debemos gobernar porque fuimos electos para eso”, con el “sabemos que necesitamos conciliar, dialogar”. Desde el comienzo Lacalle resaltó que la mayoría de los artículos de la LUC fueron modificados en el Parlamento, para después señalar: “Etapa superada y ley que queda firme”; “al pueblo lo representamos todos”.

Volviendo a la cuestión del poco involucramiento de los ciudadanos con los temas políticos –aunque el porcentaje de votación se mantuvo en niveles tradicionales y las opciones de voto anulado y en blanco tampoco aumentaron tanto– quizás convenga insistir en el peligro de hacer un uso poco adecuado de instrumentos constitucionales como las leyes de urgente consideración y los referéndums. En el proceso que culminó el domingo se notó que se contrariaron los objetivos de ambos institutos y eso no ayuda a generar interés ciudadano. 

Al respecto, una mención para el reconocimiento implícito de la poca celeridad y productividad del Parlamento, que fue sin dudas lo que llevó a forzar el tratamiento de múltiples temas a través de la LUC. 

Haciendo valoración de lo pasado, y como otro factor que genera desconfianza en los mensajes políticos; la campaña del referéndum, plagada de engaños, sin embargo tuvo cierto efecto –otra vez lo contradictorio de la realidad que dificulta los análisis lineales–, favorecida por el hecho de tratarse de una decisión sumamente compleja. Eran 135 artículos de muy diversos temas y recién en el último mes previo a la votación, se habló algo sobre parte de su contenido.  

Un último aspecto a considerar en la mirada hacia atrás, que seguramente afectó el referéndum, es la pandemia de coronavirus. 

Dando por hecho que muchísimas personas votaron en apoyo o rechazo a la gestión de gobierno más que a los artículos impugnados, la notoria influencia de la pandemia global en dicha gestión merece tomarse en cuenta. Por un lado, no dudo que alargó la llamada “luna de miel” de la que suelen disfrutar todos los gobiernos. Las comparaciones son odiosas, pero en este caso son totalmente elocuentes cuando vemos lo que pasó en el resto del mundo y especialmente –por cercanía– en Argentina. El gobierno uruguayo fue exitoso con la vacunación y con su “libertad responsable” para restringir la movilidad. Por otro lado, la situación de una economía mundial estancada, el turismo inexistente, la baja generalizada de la actividad local, entre múltiples factores, impidieron el normal desarrollo de un plan de gobierno y en cierta medida –lógicamente- lo perjudicaron. 

Pensando en el futuro, esa gestión parece verse fortalecida, pero la presión al gobierno aumenta. 

Por más que ya hace un tiempo la inestabilidad mundial causada por la invasión rusa a Ucrania, tiene efectos claros en el precio del petróleo, de alimentos y de insumos que nuestro país importa; en los mensajes del NO, se pidió mantener los 135 artículos como herramientas para gobernar y ahora la población va a esperar resultados.

Es bueno que el gobierno, cualquier gobierno, se sienta controlado. El resultado del referéndum también actúa en ese sentido. Ojalá se corrija lo de años anteriores, en los que las mayorías parlamentarias no dejaban espacio a la discusión legislativa genuina ni provocaban correcciones de rumbo prácticamente en ningún área, siendo ejemplo paradigmático de ello el tema de la seguridad. Entre otras razones, ese cambio es el que se votó en las elecciones de 2019 y nada parece indicar que el sentir de la población sea distinto hoy.

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