Gestión de Heber enfrenta incipiente "inquietud" en el oficialismo por mayor "vulnerabilidad"

El Ministerio del Interior –ese que el fallecido Jorge Larrañaga definió al asumir como “un barril de pólvora al que todos se acercan con un encendedor”– fue durante los primeros meses de la actual administración una fortaleza en la que el oficialismo se refugiaba cada vez que tenía que destacar éxitos de su gestión, y a la que la oposición no le encontraba demasiado la vuelta para golpear políticamente. 

De un tiempo a esta parte, sin embargo, entre la disipación de la pandemia, el cambio de ministro obligado por la inesperada muerte de Larrañaga, y algunos pasos en falso de su sucesor, Luis Alberto Heber, la cartera a cargo de la seguridad dejó de ser un flanco infranqueable de la administración de Luis Lacalle Pou. Por eso, aunque los números de los delitos todavía permiten al oficialismo sacar a relucir buenos resultados en uno de los temas de mayor preocupación de la ciudadanía, en la coalición también hay espacio para una incipiente “inquietud” por la gestión del Ministerio del Interior, según diversas fuentes políticas consultadas por El Observador. 

El mando

La comparación, probablemente injusta, es también inevitable. Paredes adentro y puertas afuera de la secretaría de Estado apuntan que la ausencia de Larrañaga ha debilitado la imagen del ministerio, al que –más allá de críticas– el líder wilsonista había logrado dotar de “autoridad” y “don de mando”, con el reconocimiento de sus funcionarios. 

En ese sentido, una de las preocupaciones que expresan en simultáneo integrantes del sindicato policial y dirigentes del oficialismo es que la gestión de Heber –quien de un día para el otro debió abandonar el Ministerio de Transporte y asumir una tarea para la cual no se había preparado especialmente– se ha apoyado en mayor medida que su antecesor en los mandos policiales, recayendo en ellos buena parte de la autoridad.  

Quienes matizan los cuestionamientos a la figura de Heber apuntan que Larrañaga también tomaba en consideración a los mandos policiales –y que varios de los jefes departamentales en funciones fueron designados por el anterior ministro–, pero si en algo hay coincidencia en el oficialismo es que Heber está menos presente en el territorio y menos arriba de todos los temas, en relación a lo que había sido la impronta del “Guapo”. 

Esa cuestión de "estilos", según las fuentes políticas y policiales consultadas, ha llevado a que el nuevo ministro concite un menor “entusiasmo” en la fuerza policial, algo que incluso fue admitido por la presidenta del sindicato policial, Patricia Rodríguez. “Se lo extraña mucho a Larrañaga”, dijo la dirigente sindical en julio de este año a radio Universal.  

Tras la muerte de Larrañaga, en mayo de 2021, Lacalle Pou apostó a la espalda política y la trayectoria de Heber para agarrar el fierro caliente.

El experiente dirigente herrerista tuvo que asumir de apuro en el ministerio sin demasiado tiempo para prepararse con antelación sobre lo que le tocaría afrontar. 

Eso propició que otras figuras del ministerio, como el subsecretario Guillermo Maciel, asumieran un rol más protagónico dentro y fuera de la cartera, pero también llevó a que Heber debiera recostarse en las jerarquías policiales y confiar en ellas para obtener información sobre lo que sucedía a su alrededor y sobre la marcha. 

Ello fue en parte lo que le costó algún tropezón en público, como cuando a mediados de agosto tuvo que informar sobre la fuga del delincuente Hugo Pereira.

Basado en la información inicial de la Policía, Heber primero informó que el recluso se había disfrazado de funcionario carcelario y había salido caminando de la prisión. Pero luego se desdijo y afirmó que se había fugado rompiendo un tejido del penal. Sus contradicciones le valieron una interpelación del Frente Amplio en la Cámara de Diputados. 

Esta semana, cuando la Justicia finalmente confirmó la segunda versión, el diputado herrerista Juan Martín Rodríguez recordó las palabras de algunos legisladores opositores, a los que exigió disculpas, y reivindicó que Heber “tenía razón”.      

El 24 de noviembre durante su comparecencia en la Comisión parlamentaria de Seguimiento de la Situación Carcelaria, Heber reconoció que tuvo que asumir una tarea de la que sabía poco y que tuvo que recurrir a mandos policiales para ubicarse en el terreno.

“Como parlamentario no me dedicaba a los temas de seguridad pública ni fui miembro de esta Comisión bicameral. En ese sentido, no tenía una experiencia como muchos de ustedes, porque han estado en centros carcelarios, en centros penitenciarios, y por lo tanto tienen una especialidad que reconozco yo no tuve en mis treinta y cinco años de legislador. Me dedicaba a otras cosas y no a cuestiones de seguridad. (…) Si bien no estaba ajeno, no tenía el conocimiento directo como lo tienen muchos de ustedes, por integrar estas comisiones y otras relativas a la seguridad. En estos cinco meses y varios días que estoy al frente de esta cartera, de este ministerio, he tenido la oportunidad de conocer esta realidad”, dijo el ministro.  

En paralelo, desde el sindicato policial han dado señales del menor eco que, consideran, sus propuestas han tenido en el Ministerio del Interior. 

El pasado 18 de noviembre se reunieron con el presidente Luis Lacalle Pou para realizarle ciertos planteos que cuatro meses antes le habían planteado a Heber.

La presidenta del sindicato dijo que acudieron al mandatario porque entendieron que había “cosas que debían tener otra fuerza”. El barril de pólvora sigue ahí.