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Guardar lo que sobra no es ahorrar

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03 de enero de 2020 a las 05:03

¿Cuántos se proponen comenzar la dieta el lunes pero, cuando llega el día, hay algo que los tienta y lo posponen? Lo mismo pasa con el ahorro: planeamos ahorrar pero terminamos gastando. Porque siempre hay algo que queremos o que precisamos.

La falta de auto control no es un problema en el futuro. Es un problema ahora. Cuando tengo frente a mi algo que quiero. 

Ahorrar es apartar una porción de mis ingresos para lograr objetivos financieros importantes: jubilación, comprarme una casa, un auto, la educación de mis hijos o pagar una deuda. 

Es muy humano el buscar gratificación inmediata. Por eso es tan importante apartarlo primero. Ahorro no es lo que “sobra”. Es lo primero que aparto. 

No es fácil ahorrar. Y no es un problema solo de Uruguay. Y no tiene que ver solo con lo que ganamos. Estudios muestran que a medida que más ganamos, más gastamos. Y aunque aumente sustancialmente el nivel de ingresos, los gastos acompañan, y seguimos sin ahorrar. Hay sociedades que ganan mucho menos que la nuestra y ahorran. 

Ahorrar es, también, un hábito y algo cultural. Tiene que ver con lo que nos transmiten nuestras familias y está relacionado con nuestras experiencias de vida. Esta región ahorra muy poco, más de 10 puntos menos como porcentaje del PIB que algunas economías más dinámicas de Asia. 

¿Por qué no ahorramos? Las causas de la falta de ahorro en América Latina ha ocupado a los economistas, sociólogos, organismos multilaterales y hacedores de política desde hace años. 

Dentro de los factores que lo explican se encuentran el consumismo y el impulso por la gratificación inmediata. 

También tiene que ver con cómo vemos al ahorro. Es mucho más placentero y lindo gastar. Y si al ahorro lo veo como dejar de comprarme algo que quiero, lo siento como una pérdida. Y eso no contribuye a ahorrar. 

Falta de educación financiera. No es fácil trazar una hoja de ruta si no sé a dónde voy. De la misma forma, es difícil ahorrar y desarrollar un plan financiero si no tengo claro cuáles son mis objetivos financieros. Si no sé para que ahorro e invierto. 

Además, en general no somos conscientes de la cantidad de desafíos a los que nos enfrentamos, y que tenemos que ahorrar para prepararnos bien para enfrentarlos. 

Y con frecuencia son temas complejos, de difícil comprensión. 

Los problemas que enfrentamos los consumidores son acentuados cuando estamos ante decisiones difíciles, como las financieras. 

Falta del sentido de urgencia, asociada a la dificultad de comprensión de ciertos temas y la falta de intangibilidad (el retiro lo veo como algo tan lejano que me pienso que ya tendré tiempo de preocuparme en el futuro). 

Somos una sociedad procrastinadora. Posponemos tanto las cosas que hacerlas se nos vuelve mucho más difícil. 

Hay, en muchos, una falta de confianza en el sector financiero. Acá también juega la falta de educación financiera: ¿cómo puedo confiar en un sistema que no entiendo cómo funciona?

También hay una inercia y una falta de atención en la forma que gastamos. Esto, unido a una preferencia por el status quo, deriva en el desarrollo de hábitos de exceso de consumo y falta de ahorro. 

Propensión genética. Una investigación que estudió mellizos en Suecia concluyó que factores genéticos explican aproximadamente un tercio de la variación en las tasas de ahorro. También encontraron que aquellos que ahorran menos en general fuman más y tienen mayor tendencia a la obesidad producto de rasgos de falta de auto control y dificultad para posponer la gratificación inmediata. 

Lenguaje. La estructura del lenguaje afecta la forma en la que se experimenta el mundo. Un estudio que intentó evaluar la influencia del lenguaje en el ahorro encontró indicios que quienes hablan idiomas que disocian el presente con el futuro tienen menor propensión a ahorrar. 

¿Cómo ahorrar más?

Claramente no es fácil. Sino no estaríamos, hace décadas, viendo como hacerlo y con escaso resultado. 

Estudiosos de este tema han hecho numerosas recomendaciones de política pública y de cambios en el esquema de incentivos, tendientes a fomentar un mayor ahorro. Son cosas que no están bajo nuestro control. 

Hay otras que sí están bajo nuestro control, que podemos cambiar. Y sobre las que debemos trabajar.  

Identificar el propósito, el para qué ahorramos. Si uno tiene un objetivo, una meta, es más fácil trazar un plan y llegar. 

Cambiar la forma en que vemos y pensamos las decisiones relacionadas al ahorro. No ver el ahorro como una pérdida de consumo, sino como un medio para conseguir cosas que valoro y me importan. 

Generar hábitos saludables, como planificar y armar un presupuesto. 

Ahorrar cuando uno tiene un aumento de sueldo o un ingreso extraordinario. Así, se puede ahorrar sin bajar los gastos. 

Identificar objetivos, internalizar los beneficios de ahorrar y planificar son los primeros pasos para generar hábitos saludables y superar la inercia del gasto. 

Y pensar en el ahorro como pensamos la cuenta de la luz: es el dinero que primero apartamos, como lo hacemos con la cuenta de la luz (ya que si no lo hacemos, nos la cortan). 

Mejorar nuestro comportamiento a ahorrar no es algo menor. Lograr resiliencia financiera ayuda a vivir mejor.

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