Las minipartículas introducidas en las nubes modifican sus estructuras y potencialmente provocan precipitaciones.

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Hacer llover: un viejo sueño de la humanidad que regresa de la mano de la ciencia

Aunque la eficacia de las técnicas es difícil de evaluar, cada vez más países procuran generar lluvias para agricultura, consumo humano y electricidad
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20 de noviembre de 2023 a las 05:03

Desde su inicio, la humanidad miró con asombro, temor y gratitud los fenómenos de la naturaleza. También procuró dominarlos. Las sequías y los períodos prolongados de lluvia llevaron a buscar soluciones en el campo de la fe y de los rituales. Manipular las nubes para provocar lluvia es un viejo sueño que volvió a la palestra ante el calentamiento global y las sequías. Ahora, de la mano de la ciencia.

Muchos países están mostrando un creciente interés en estas técnicas, lo que podría generar tensiones geopolíticas. En Australia, por ejemplo, la compañía eléctrica Snowy Hydro está finalizando su sembrado anual de nubes en las alturas de Snowy Mountains, la cadena montañosa más alta del país, con picos que superan los 2.000 metros.

El objetivo de la empresa es aumentar las nevadas mediante generadores de partículas de yoduro de plata para abastecer las reservas de agua y generar más energía hidroeléctrica. Ya sea para la agricultura, el consumo humano o la electricidad, las enormes demandas de agua se ven agravadas por el cambio climático.

Según Naciones Unidas (ONU), 2.300 millones de personas viven en países en los cuales la escasez de agua es un problema que se agravará en las próximas décadas. De cara a la situación, muchos gobiernos intentan modificar el clima. Tailandia, Estados Unidos y China son algunos de ellos. Beijing, por caso, tiene como objetivo desarrollar un sistema para modificar el clima que debería estar operativo en 2025.

También los Emiratos Árabes Unidos intensificaron sus esfuerzos. Su centro de meteorología lanzó hace algunos años un programa de investigación para aumentar la cantidad de lluvia mediante subvenciones de US$ 1,5 millones a cada proyecto presentado por el sector privado y seleccionado por las autoridades.

Desde los cantos a las ninfas de la lluvia en la Antigüedad, los intentos de hacer llover por encargo nunca cesaron. Estados Unidos lo viene intentando desde finales de la década de 1940, incluso con fines militares. Durante la guerra de Vietnam, Washington lanzó la "Operación Popeye", que consistía en sembrar nubes para intentar frenar las tropas de Ho Chi Minh. La eficacia de la maniobra sigue siendo objeto de debate.

Desde entonces, las técnicas cambiaron poco, aunque se están llevando a cabo investigaciones. En general, consisten en dispersar en las nubes partículas como yoduro de plata o sal higroscópica, ya sea por avión, mediante generadores o bien disparando cohetes desde el suelo. Las minipartículas introducidas en las nubes modifican su estructura y potencialmente provocan la precipitación.

Sin embargo, la siembra de nubes presenta obstáculos, especialmente porque es difícil evaluar la eficacia real de las técnicas. En Francia, la Asociación Nacional de Estudio y Lucha contra los Flagelos Atmosféricos (Anelfa), creada a fines de la década de 1950, practica la técnica para reducir el granizo que daña los cultivos agrícolas.

"La eficacia sigue siendo difícil de evaluar debido a la gran variabilidad que exhiben las precipitaciones naturales", reconoce Claude Berthet, directora de Anelfa. "No obstante, nuestros registros muestran una correlación entre las áreas que recibieron yoduro de plata y aquellas que recibieron menos granizo", explica la experta.

Snowy Hydro, por su parte, asegura que hay un 14% más de nieve en las Snowy Mountains durante las campañas de siembra. Pero esto es sólo un aspecto del problema.

"En el contexto del cambio climático nos dirigimos hacia una escasez de recursos hídricos, lo que generará cada vez más conflictos por el recurso", advierte Marine de Guglielmo Weber, investigadora de tesis en el Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas.

“Las técnicas presentadas como capaces de hacer que una nube descargue lluvia cuando normalmente habría tardado varias horas en hacerlo se vuelven cada vez más propensas al conflicto", dice Guglielmo Weber. En 2018, un alto funcionario de Irán acusó a Israel de robar las nubes que supuestamente era de propiedad iraní.

Por lo pronto, no exista nada que se parezca a un derecho internacional sobre nubes, se lamenta el escritor y abogado francés Mathieu Simonet, quien acaba de publicar un relato sobre el tema. "Las nubes son un bien común, por lo que se necesitan reglas comunes para compartirlo", argumenta.

La idea, por lo pronto, no parece descabellada. "Sobre todo, estas reglas comunes no deben determinarse por la ubicación geográfica en la que nos encontramos. Las nubes circulan por todas partes. De la misma manera, no debe determinarse por las capacidades y la riqueza técnica de un país u otro", dice Simonet, quien aboga por el reconocimiento de un Día Internacional de las Nubes.

 

(Con información de AFP)

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