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Histórico presidente sudafricano está en la cuerda floja y sin apoyo

El Congreso Nacional Africano le pidió la renuncia a Jacob Zuma
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14 de febrero de 2018 a las 05:00
El presidente sudafricano, Jacob Zuma, heredero de Nelson Mandela al frente del Congreso Nacional Africano (CNA) que gobierna el país desde el final del apartheid, está a un paso de terminar su carrera luego de que su partido le exigiera su renuncia con la esperanza de poner fin a la grave crisis política que sacude a este país.

En una comparecencia de prensa en el cuartel general del partido en Johannesburgo, el secretario general del CNA, Ace Magashule, puso fin a semanas de especulaciones, reuniones a puerta cerrada y negociaciones secretas para lograr que Zuma, con mandato hasta 2019 y acosado por múltiples escándalos de corrupción, dimitiera voluntariamente. La organización política espera que el presidente sudafricano responda este miércoles a su pedido.

La decisión no tiene vuelta atrás, explicó el secretario geenral. Para el partido de Zuma era esencial actuar con el fin de evitar una catástrofe electoral en las elecciones generales de 2019. Como escalón final hacia esa resolución, se rechazó la última oferta puesta sobre la mesa por Zuma, quien había aceptado dimitir voluntariamente si le daban un plazo de entre tres y seis meses.

El partido considera que el asunto debe cerrarse con "urgencia" dado el contexto de "ansiedad" e "incertidumbre" generado en el país, dijo Magashule.

"Esperamos que nuestro militante haga lo que nuestra organización espera que haga", agregó.
Por disciplina interna, los miembros del antiguo movimiento de liberación, incluidos los cargos electos, están teóricamente obligados a acatar las decisiones del bloque.

Sin embargo, el mandatario no tienen ninguna obligación constitucional a respetar la decisión de la CNA. En caso de que Zuma opte por rechazar la petición de su partido, podría ser destituido mediante una moción de censura del Parlamento.

"El único modo de quitar a Jacob Zuma como presidente de nuestro país es que el Parlamento lo haga a través de una moción de censura. Es el Parlamento el que elige y quita al presidente, no el CNA", criticó hoy en un comunicado Mmusi Maimane, líder de la Alianza Democrática (AD), el principal partido de la oposición.

Magashule confirmó, además, otro secreto a voces: que el CNA quiere que el vicepresidente del Gobierno, Cyril Ramaphosa, sea el sustituto de Zuma.

Zuma está implicado en numerosas acusaciones, incluidos casi 800 cargos por corrupción relativos a contratos de armas de finales de los noventa o las investigaciones por haber usado el Estado para favorecer a una familia de empresarios afines -los Gupta-, con concesiones públicas millonarias.
Justo antes de las elecciones generales de 2009, la justicia renunció a procesar a Zuma, acusado de haber cobrado sobornos durante un contrato de armas.

En 2016 fue declarado culpable de haber violado la Constitución por haber pagado con dinero público las obras de remodelación de su residencia privada. Se vio obligado a desembolsar casi medio millón de euros.

Hasta ahora, Zuma, primer jefe de Estado oficialmente polígamo, lo había sobrevivido a todo: desde las mociones de censura hasta la revuelta en su propio partido.

Figura histórica

Zuma es uno de los protagonistas principales de la historia reciente de Sudáfrica. Pasó diez años en la prisión de Robben Island con Nelson Mandela durante el apartheid.

Una vez liberado, Zuma se encargó de establecer las estructuras clandestinas del CNA en su región de origen y después partió al exilio. Al final de los años 1980 dirigió los servicios de inteligencia de la organización.

Cuando el CNA fue legalizado, en 1990, regresó a Sudáfrica y participó en las negociaciones que desembocaron en las primeras elecciones democráticas, en 1994, y en la victoria de su partido y de Mandela. Fue ministro provincial y luego vicepresidente hasta su destitución en 2005.

Dos años después volvió al poder gracias al ala izquierda del CNA y a los sindicatos porque encarnaba las esperanzas de los más pobres. Pero sus promesas de reformas "radicales" quedaron solo en palabras.

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